Juli¨¢n Rodr¨ªguez, ¡°un tipo verdaderamente especial¡±
Un homenaje al editor y escritor, fallecido en junio a los 50 a?os, a partir del recuerdo de su despedida en C¨¢ceres
Cuando muri¨® Juli¨¢n Rodr¨ªguez Marcos (28 de junio, 2019, de un infarto, de ma?ana, en su casa de Segovia) se nev¨® el coraz¨®n de una multitud. Hay una fotograf¨ªa suya en la que aparece rodeado de nieve, como si reflejara as¨ª su primer t¨ªtulo, Nevada. En otras fotograf¨ªas esta solo, mirando galeradas, terminando un p¨¢rrafo. Esa multitud asombrada por su muerte estaba compuesta de solitarios que formaron parte de los que, uno a uno o en grupo, se fueron acercando al tanatorio de C¨¢ceres donde se le dijo adi¨®s, entre sombras heladas, en medio del calor extreme?o que lo hab¨ªa visto nacer hac¨ªa medio siglo.
La madre no quer¨ªa consuelo, la noticia era esa: Juli¨¢n hab¨ªa muerto. Una herida mayor. Ella aguantaba ese inmenso espanto con la fuerza de la rabia. El padre era un susurro andando entre el estupor y la incredulidad, sentado en un banco de madera, viendo circular el viento helado, el sol implacable y extreme?o. Dijo al o¨ªdo a quien lo saludara: ¡°Se llamaba como yo¡ Era mi hijo¡±.
El hermano Javier se alz¨® entre las palabras de despedida, como si viniera de un terremoto, lleno de una serenidad que parec¨ªa herencia de Juli¨¢n y de los padres. Quiso uno a uno a los que tambi¨¦n le quisieron, dijo Javier. ¡°A todos nos hac¨ªa sentir ¨²nicos, especiales¡±. Titular de muchos oficios (editor, m¨²sico, escritor, cocinero), ¡°ten¨ªa el libro justo, el restaurante justo y la imprenta justa¡±. Hab¨ªa aprendido a ser impresor ¡°al lado del obrero que usaba la Minerva en una vieja imprenta de C¨¢ceres: Tom¨¢s Rodr¨ªguez¡±.
Cont¨® Javier tambi¨¦n que ¡°llev¨® a muchos colegas suyos a la imprenta Kadmos, de Salamanca¡±, aunque fueran esos editores competencia directa de Perif¨¦rica, la editorial que abri¨® con Paca Flores en 2006. Para concluir este vuelo al coraz¨®n del hermano, Javier ley¨® una canci¨®n de Los Planetas que Juli¨¢n hab¨ªa usado en una novela como una oraci¨®n laica: ¡°Fantasma de Bruce Lee / Si puedes en los sitios importantes / Devu¨¦lveme a como era antes¡±.
Hubo un temblor masivo, trascendente, y el silencio fue el aplauso ¨ªntimo que expres¨® admiraci¨®n por Juli¨¢n Rodr¨ªguez. Desde ese mismo instante, quien ahora narra aquel momento quiso contar esa atm¨®sfera, que era como un pu?o de dolor y reconocimiento. Juli¨¢n hubiera querido silencio, pero en imprentas de ahora, sin sonido, abundaron las letras, como aquel r¨¦quiem de Jos¨¦ Hierro, ¡°sin vuelo en el verso¡±. Leila Guerriero escribi¨® aqu¨ª lo que ¨¦l le dijo despu¨¦s de declarar que su editorial perif¨¦rica trabajaba en un espacio de riesgo: ¡°Creo que los libros que publicamos tienen una belleza consoladora. Que nuestro cat¨¢logo se establece entre la provocaci¨®n y el consuelo¡±.
?Y sus libros? Unas vacaciones baratas en la miseria de los dem¨¢s, su colecci¨®n Novelas, forman parte de esa esencia de rabia, consolaci¨®n y literatura que, cuando ya ten¨ªa hecha la tarea de amar y despedirse (de sus oficios tan variados), ¨¦l se permit¨ªa dibujar para dejar constancia de su oficio de vivir. Una literatura ¡°entre la provocaci¨®n y el consuelo¡±. Sus editores fueron Claudio L¨®pez Lamadrid, que hab¨ªa muerto meses antes, Constantino B¨¦rtolo, Abelardo Linares¡
Un vac¨ªo inmenso se not¨® en aquella despedida, como si se abriera un hueco sin fin, el incendio de una biblioteca de afectos. ?Qui¨¦n era Juli¨¢n?, le pregunt¨¦ a su paisano Javier Cercas meses despu¨¦s. Dijo: ¡°Era peculiar, original. Dise?ador de un gusto exquisito. Cocinero a la altura de los grandes chefs. Camarero tambi¨¦n. Le divert¨ªa hacer todo lo que hizo. Perif¨¦rica tambi¨¦n, o sobre todo. Demostr¨® que la periferia no existe, que tambi¨¦n se puede ser central en Ceclav¨ªn. Me descubri¨® Extremadura, sin patrioterismos. Me desminti¨® con hechos que Badajoz fuera fea. Y era, en fin, un escritor muy original, aunque era tan generoso que a esa facultad le dedic¨® menos tiempo que el que dispuso para hacer que los otros fueran felices. Todo eso y su talento lo convirtieron en un tipo verdaderamente especial¡±.
Todos los que estaban all¨ª a finales de junio pod¨ªan haber dicho, como en los ¨²ltimos versos de aquel r¨¦quiem de Hierro, ¡°no he dicho a nadie / que estuve a punto de llorar¡±.
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