Un acto de libertad
La fragilidad de las industrias culturales antes y durante esta crisis no parece requerir su contribuci¨®n apuntalando fantas¨ªas de gratuidad
Unos d¨ªas atr¨¢s, la librer¨ªa zaragozana C¨¢lamo anunci¨® que suspend¨ªa una venta en l¨ªnea con la que algunas librer¨ªas esperaban por entonces reducir el terrible impacto de la reclusi¨®n forzosa. ¡°Conocemos a los repartidores, los vemos y saludamos todos los d¨ªas: sufrimos por ellos. Adem¨¢s de cobrar una miseria por las entregas que realizan, merced a la presi¨®n de los grandes operadores del comercio electr¨®nico, ahora est¨¢n obligados a seguir trabajando sin medidas de seguridad merecedoras de tal nombre¡±, dec¨ªan sus responsables en un bolet¨ªn.
C¨¢lamo fue (al parecer) la primera librer¨ªa e...
Unos d¨ªas atr¨¢s, la librer¨ªa zaragozana C¨¢lamo anunci¨® que suspend¨ªa una venta en l¨ªnea con la que algunas librer¨ªas esperaban por entonces reducir el terrible impacto de la reclusi¨®n forzosa. ¡°Conocemos a los repartidores, los vemos y saludamos todos los d¨ªas: sufrimos por ellos. Adem¨¢s de cobrar una miseria por las entregas que realizan, merced a la presi¨®n de los grandes operadores del comercio electr¨®nico, ahora est¨¢n obligados a seguir trabajando sin medidas de seguridad merecedoras de tal nombre¡±, dec¨ªan sus responsables en un bolet¨ªn.
C¨¢lamo fue (al parecer) la primera librer¨ªa espa?ola en tomar esa decisi¨®n; sobre la forma en que la situaci¨®n actual va a impactar en la existencia de librer¨ªas no solo en nuestro pa¨ªs es poco lo que se puede decir y lo mismo vale para las editoriales, en particular para las peque?as y medianas, cuya actitud ante la crisis ha ido desde el business as usual a instrumentar maneras de apuntalar su v¨ªnculo con los lectores. Bajo el hashtag #YoMeQuedoEnCasaLeyendo varias editoriales espa?olas han puesto a disposici¨®n de sus lectores ya la descarga gratuita de obras de su cat¨¢logo, por ejemplo; pero sobre la medida (generosa como es) planea la sombra de una objeci¨®n relacionada tanto con la forma como con el fondo de la iniciativa.
Por una parte, porque en la mayor¨ªa de los casos obtener los libros ¡°regalados¡± no es posible sin registrarse como usuario en su plataforma de venta o en Apple, Google Play o Kobo, lo que supone ceder a estas empresas nuestros datos y aceptar recibir su publicidad de forma indefinida, o (peor a¨²n) en Amazon, la tienda en l¨ªnea del gigante tecnol¨®gico que constituye una de las principales amenazas actuales al (muy fr¨¢gil) negocio del libro no solo en Estados Unidos, donde ya controla en torno al 50% del mercado.
Por otra parte, porque la entrega gratuita de libros (una vez m¨¢s, generosa como es) supone un problema de fondo, relacionado con la noci¨®n de valor de la literatura y, en general, de la producci¨®n art¨ªstica, ya que, desde hace a?os, muchas personas consideran la cultura algo parecido a un recurso natural que deber¨ªa obtenerse gratis. Quienes exigen la ¡°gratuidad¡± de los bienes culturales se equivocan, sin embargo: no hay nada gratuito en el consumo cultural de nuestros d¨ªas, solo un acelerado e indefectible desplazamiento de su retribuci¨®n econ¨®mica, que pasa de los creadores (escritores, cineastas, m¨²sicos, productores, editores, montajistas, actores, actrices, traductores, correctores, galeristas: la lista es larga) a las compa?¨ªas que ofrecen el acceso a Internet sin el cual ese consumo no es posible.
Ninguno de los libros regalados resulta gratuito a quienes lo obtienen, que pagan con sus datos y con su factura de telefon¨ªa, as¨ª como con la adquisici¨®n del aparato electr¨®nico sin el cual no es posible disfrutar del ¡°regalo¡±, y no parece haber nada solidario en ello, al menos no de parte de todos los implicados. Sobre la idea de regalar libros opera el problema esencial del valor, adem¨¢s: tendemos a creer que lo que es gratuito no vale nada, con todas las implicaciones que eso tiene.
Las industrias culturales no ser¨¢n las mismas despu¨¦s de que la situaci¨®n de excepci¨®n que vivimos deje lugar a una nueva normalidad, como quiera que esta sea; muchos de quienes trabajan en ellas perder¨¢n su empleo y una gran cantidad de editoriales tendr¨¢ que echar el cierre, desafortunadamente, as¨ª como muchas librer¨ªas, cines y teatros; muchos proyectos personales se ver¨¢n interrumpidos quiz¨¢s para siempre y no habr¨¢ muchos dispuestos a apostar por productos culturales que no sean extremadamente comerciales, con la previsible devaluaci¨®n de su calidad y la desaparici¨®n de una diversidad de voces que resultar¨¢ m¨¢s necesaria que nunca. "La fragilidad de las industrias culturales antes y durante esta crisis parece ser tan grande ya como no para no necesitar que esas mismas industrias contribuyan a ella apuntalando fantas¨ªas de gratuidad y poniendo una vez m¨¢s sobre la mesa preguntas como por qu¨¦ los libros cuestan lo que cuestan, qu¨¦ papel juegan los distribuidores en todo ello, por qu¨¦ raz¨®n deber¨ªa haber librer¨ªas si todo puede ser adquirido ya en alguna tienda electr¨®nica, por qu¨¦ los creadores deber¨ªan cobrar por algo que les gusta hacer, por qu¨¦ raz¨®n no podemos dejar la oferta de bienes culturales al libre juego de la oferta y la demanda, etc¨¦tera.
Muy por el contrario, la reclusi¨®n forzosa y la imposibilidad consiguiente de visitar museos y bibliotecas, comprar en librer¨ªas, ir al cine o al teatro, a escuchar un concierto o ver tocar a alguien deber¨ªa hacer que todo ello se nos aparezca como lo que realmente es, un acto de libertad que nos singularizaba como individuos, algo que nos ofrec¨ªa, en el peor de los casos, entretenimiento y, en el mejor, una manera de ver el mundo con ojos siempre nuevos. No poder hacerlo estos d¨ªas deber¨ªa ayudarnos a recordar todo ello y a esperar el momento en que esa libertad nos sea devuelta.