De la erosi¨®n al desplome: los peligros de la cultura gratis
El ca?onazo de contenidos gratuitos durante la pandemia puede que sea el canto del cisne de un sector que sobrevivi¨® a duras penas a la crisis de 2008
Si alguien que nunca hubiera o¨ªdo hablar de la pandemia observara mi cuenta de Twitter estos d¨ªas, probablemente llegar¨ªa a la conclusi¨®n de que ¡°coronavirus¡± es el nombre de alguna clase de corriente art¨ªstica caracterizada por la bulimia cultural. Incluso antes de que se decretara el confinamiento ya estaban circulando una enorme cantidad de recomendaciones, listas, links a toda clase de novelas, c¨®mics, pel¨ªculas, v¨ªdeos de conciertos, recursos educativos y exposiciones virtuales. Se trata, por supuesto, de una burbuja minoritaria. La verdad es que un mont¨®n de gente, empezando por todos aquellos con personas dependientes a su cargo, tienen estos d¨ªas much¨ªsimo menos tiempo libre que antes del confinamiento. En cualquier caso, las editoriales, museos, centros de arte, profesores, peri¨®dicos, discogr¨¢ficas y los propios artistas se sumaron a esta org¨ªa cultural liberando toda clase de contenidos gratuitos.
Algunas voces se han mostrado muy cr¨ªticas con ese voluntarismo. Primero porque convierte en una especie de fiesta de pijamas una situaci¨®n que est¨¢ siendo dram¨¢tica para mayores solos, personas con enfermedades mentales, familias con ni?os peque?os encerradas en pisos diminutos¡ En segundo lugar, porque es bastante excluyente: la buena voluntad es para quien se la puede permitir. Mientras algunas grandes editoriales liberaban sus best sellers, una amiga que trabaja en una cadena de librer¨ªas me contaba que estaban a punto de sufrir un ERTE. Hay incluso quien ve en la apertura de contenidos una operaci¨®n de marketing, una especie de ¡°viruswashing¡±. Personalmente, creo que estas cr¨ªticas pecan de cinismo. No me cabe duda de que hay carro?eros de las finanzas que ya est¨¢n haciendo c¨¢lculos para convertir esta masacre en una oportunidad de negocio, pero tambi¨¦n estoy convencido de que la mayor parte de las personas, empresas e instituciones que liberaron sus contenidos quer¨ªan contribuir de buena fe a ayudar en una situaci¨®n cr¨ªtica.
La inmensa mayor¨ªa de las empresas que se dedican a la cultura son diminutas iniciativas de autoempleo muy precario
Por otro lado, lo cierto es que probablemente este ca?onazo de generosidad sea el canto del cisne de un sector que sobrevivi¨® a duras penas a la crisis de 2008. La pandemia est¨¢ funcionando como una especie de espejo de aumento de nuestra realidad social. Nos obliga a ver minuto a minuto las consecuencias, normalmente dilatadas en el tiempo, de los recortes sanitarios; a observar concentrado el horror cotidiano de las residencias de mayores privatizadas; a descubrir que llam¨¢bamos hogar a lugares inh¨®spitos donde nos derrumbamos entre cada jornada de trabajo. Y otro tanto ocurre con la cultura. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, a menudo se ha descrito el sector cultural como un ¡°motor econ¨®mico¡± de primer orden, un semillero de innovaci¨®n y emprendimiento que nos ayudar¨ªa a descubrir nuevas fuentes de creaci¨®n de valor en la sociedad del conocimiento. Reconozco cierta admiraci¨®n por quien a¨²n consigue exponer semejantes disparates sin que se le escape la risa. Lo cierto es que la digitalizaci¨®n, la concentraci¨®n monopolista y los recortes p¨²blicos han ido destruyendo progresivamente una porci¨®n muy importante de las v¨ªas de subsistencia tradicionales del sector cultural, y no ha habido sustitutos. Toda la ret¨®rica de la libre difusi¨®n de la cultura, los nuevos medios distribuidos y la accesibilidad digital siempre ha ocultado una cuesti¨®n embarazosa: ?c¨®mo se vive de esto? Las respuestas que se nos han ofrecido son dos: siendo el due?o de Spotify o trabajando de camarero. ¡°Industrias culturales¡± es un nombre pomposo que oculta una realidad mucho m¨¢s oscura: la inmensa mayor¨ªa de las empresas que se dedican a la mediaci¨®n y producci¨®n cultural son diminutas iniciativas de autoempleo muy precario. Como ha ocurrido con la sanidad, la pandemia ha convertido esa erosi¨®n en un desplome descontrolado.
La cuesti¨®n no es si esa intervenci¨®n p¨²blica se va a producir sino qu¨¦ caracter¨ªsticas pol¨ªticas va a tener
Posiblemente estemos a las puertas de otra gran recesi¨®n econ¨®mica con consecuencias de nuevo devastadoras para el mundo de la cultura. Es probable que se produzca una intervenci¨®n masiva del Estado en al menos algunos de los sectores econ¨®micos clave. El paradigma del libre mercado era un muerto viviente desde 2008, el coronavirus lo ha incinerado. La cuesti¨®n no es si esa intervenci¨®n p¨²blica se va a producir sino qu¨¦ caracter¨ªsticas pol¨ªticas va a tener. Tambi¨¦n el futuro de la producci¨®n cultural profesional depende de esa disyuntiva. Si las intervenciones p¨²blicas, como pas¨® en 2008, van a rebufo de los acontecimientos tratando de ganar tiempo para apuntalar un sistema que se desmorona, la cultura formar¨¢ parte del lastre que se considera aceptable soltar para rescatar a bancos y grandes empresas. Si, en cambio, nos atrevemos a explorar otras posibilidades, si tratamos de salir de esta cat¨¢strofe impulsando un proceso igualitarista de desmercantilizaci¨®n r¨¢pida y democracia econ¨®mica, las cosas podr¨ªan ser diferentes. Tal vez entonces podr¨ªamos imaginar alternativas p¨²blicas que cuestionen el poder monopolista de las plataformas de contenidos, que busquen mecanismos de retribuci¨®n justos y razonables de los autores y mediadores vinculados a la utilidad p¨²blica de su trabajo, que nacionalicen las entidades de gesti¨®n de derechos para que sirvan al inter¨¦s general, que impulsen el cooperativismo cultural y protejan las pr¨¢cticas culturales no profesionales.
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