El lugarteniente de Hitler pas¨® recluido casi tanto tiempo como en libertad
Protagonista del vuelo m¨¢s raro de la historia, muri¨® sin arrepentirse ni librar sus secretos
Si ha habido alguien con experiencia en confinamientos ese fue Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler de la frente alta y las cejas pobladas que lleg¨® a ser el tercero en la jerarqu¨ªa nazi (iba despu¨¦s de su jefe y de Goering) y que protagoniz¨® el vuelo m¨¢s raro y discutido de la historia. Hess (1894-1987), que falleci¨® con 93 a?os en la c¨¢rcel, ahorc¨¢ndose con gran ah¨ªnco, pas¨® entre rejas casi el mismo tiempo de su vida que en libertad: 46 y 47 a?os, respectivamente, seg¨²n mis c¨¢lculos....
Si ha habido alguien con experiencia en confinamientos ese fue Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler de la frente alta y las cejas pobladas que lleg¨® a ser el tercero en la jerarqu¨ªa nazi (iba despu¨¦s de su jefe y de Goering) y que protagoniz¨® el vuelo m¨¢s raro y discutido de la historia. Hess (1894-1987), que falleci¨® con 93 a?os en la c¨¢rcel, ahorc¨¢ndose con gran ah¨ªnco, pas¨® entre rejas casi el mismo tiempo de su vida que en libertad: 46 y 47 a?os, respectivamente, seg¨²n mis c¨¢lculos.
A la friolera de los 40 a?os que estuvo preso en la c¨¢rcel de Spandau -21 de ellos, desde 1966 cuando sali¨® Albert Speer, siendo el ¨²nico p¨¢jaro en la inmensa jaula berlinesa, lo que le vali¨® el apodo de ¡°el solitario de Spandau¡±- hay que sumar los cuatro que permaneci¨® en manos de los brit¨¢nicos durante la guerra tras lanzarse en paraca¨ªdas en 1941 en Escocia en su extra?a misi¨®n nunca aclarada del todo, y el a?o y pico preso durante el juicio de Nuremberg, del que march¨® para Spandau en 1947 con una condena de cadena perpetua que fue vista como una nader¨ªa pues todo el mundo preve¨ªa que lo colgar¨ªan.
Pero eso no es todo, Hess ya contaba con un encierro previo: los siete meses de 1924 que permaneci¨® recluido en la c¨¢rcel de la fortaleza de Landsberg en Baviera tras el fracasado putsch nazi de la cervecer¨ªa, el primer intento del partido de llegar al poder, en 1923. Claro que esa fue una ocasi¨®n m¨¢s llevadera para ¨¦l, pues estaba preso con su idolatrado Hitler (a muchos solo nos faltar¨ªa tener que pasar el confinamiento con Hitler) y ayud¨® a este a redactar el Mein Kampf, la Biblia parda, haci¨¦ndole de amanuense, que ya es entretenimiento. Esos meses con el F¨¹hrer dict¨¢ndole, alternado la mano sobre el papel con el brazo en alto, debieron ser para Hess de los mejores de su vida.
En todo caso, no podemos negarle a Rudolf Hess una enorme pr¨¢ctica de lo que es el confinamiento. La verdad, desgraciadamente, no sirvi¨® para hacer de ¨¦l mejor persona, pues muri¨® sin haber aprovechado el tiempo, sin aprender a hacer pasteles ni arrepentirse de nada, nazi requetenazi hasta el final
En todo caso, no podemos negarle a Rudolf Hess una enorme pr¨¢ctica de lo que es el confinamiento. La verdad, desgraciadamente, no sirvi¨® para hacer de ¨¦l mejor persona, pues muri¨® sin haber aprovechado el tiempo, sin aprender a hacer pasteles ni arrepentirse de nada, nazi requetenazi hasta el final, proclam¨¢ndose nacionalsocialista y profesando la misma devoci¨®n a Hitler; y mira que las cosas hab¨ªan cambiado: cuando muri¨®, hac¨ªa 42 a?os que el F¨¹hrer criaba malvas, los jud¨ªos practicaban la guerra rel¨¢mpago en vez de los alemanes e incluso se hab¨ªa emitido ya por la tele Holocausto (1978). Probablemente ¨¦l prefer¨ªa ver Los ni?os del Brasil, del mismo a?o.
Rudolph Hess naci¨® el 26 de abril de 1894 en un sitio muy raro para un nazi, Alejandr¨ªa; y uno piensa que entre tantas cosas hermosas que han salido de la ciudad, desde las historias de Cleopatra, el faro y la biblioteca hasta los poemas de Cavafis y el cuarteto de Larry Durrell tambi¨¦n es mala pata que saliera un jerarca del III Reich. Su padre, Fritz Hess, era el director de una pr¨®spera compa?¨ªa mercantil y la familia resid¨ªa en una lujosa villa en el barrio de Ibrahimieh.
Cabr¨ªa preguntarse si algunas de las ideas m¨¢s extra?as que ten¨ªa Hess en la peque?a parte de su cabeza que no ocupaban Hitler y el nazismo, como su creencia en la astrolog¨ªa, no habr¨¢n sido influencia de la atm¨®sfera gn¨®stica alejandrina. A los 14 a?os al chico lo enviaron a un colegio evang¨¦lico en Alemania y luego a una escuela de comercio en Suiza para que siguiera los pasos de su progenitor. Pero al estallar la Primera Guerra Mundial corri¨® a alistarse. Pele¨® como soldado de infanter¨ªa en Ypres, Verd¨²n y los C¨¢rpatos y fue herido y condecorado. Acab¨® la guerra como aviador, como Goering, a los mandos de un Fokker en B¨¦lgica. Saber pilotar iba a ser decisivo en su vida¡
Desmovilizado y con el negocio familiar egipcio confiscado por los Aliados, Hess pas¨® a engrosar la masa de ex soldados amargados por la derrota. En Baviera se apunt¨® a la Sociedad Thule de extrema derecha y antisemita y frecuent¨® otras malas compa?¨ªas, como el Freikorps del general Von Epp, hasta llegar a la peor. En 1920 escuch¨® a Hitler en un mitin cervecero y qued¨® prendado para siempre. Hasta su muerte en Spandau sigui¨® afirmando que el l¨ªder nazi hab¨ªa sido el hombre m¨¢s grande que hab¨ªa dado Alemania.
Hess, t¨ªmido e inseguro, no era un tipo muy brillante, pero compensaba a Hitler con su fidelidad y veneraci¨®n y haci¨¦ndole de telonero en sus grandes ba?os de masas. Fue la primera persona en utilizar las expresiones ¡°Mein F¨¹hrer¡± y ¡°Heil Hitler¡±, y desde luego cre¨® escuela. Le sirvi¨® de secretario personal a Hitler y fue escalando posiciones pese a su falta de capacidad para la intriga pol¨ªtica y su poca sutilieza. En 1933 fue nombrado segundo al mando del F¨¹hrer, vicef¨¹hrer como si dij¨¦ramos, y se le dio el rango de general de las SS. Posteriormente fue ministro sin cartera del III Reich y le designaron segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n de Hitler despu¨¦s de Goering.
En 1920 escuch¨® a Hitler en un mitin cervecero y qued¨® prendado para siempre. Hasta su muerte en Spandau sigui¨® afirmando que el l¨ªder nazi hab¨ªa sido el hombre m¨¢s grande que hab¨ªa dado Alemania
El hecho de que el 10 de mayo de 1941 abandonara el Reich en su famoso vuelo a Gran Breta?a para ya no volver ha hecho que algunos relativicen sus responsabilidades en los cr¨ªmenes nazis. Pero a Hess le dio tiempo de involucrarse en muchas de las peores directrices del r¨¦gimen y firmar sus horrendas leyes (entre ellas las de Nurenberg y la de Protecci¨®n de la sangre y el honor alemanes). Su odio a los jud¨ªos permaneci¨® tan firme a lo largo de los a?os como su culto a Hitler.
Del viaje en avi¨®n -un Meserchsmitt 110 que tripul¨® en solitario ¨¦l mismo- se ha dicho de todo. Para algunos, era portador de una propuesta de paz de Hitler a Gran Breta?a que le permitir¨ªa a Alemania tener las manos libres para concentrase en la invasi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Para la mayor¨ªa de historiadores, Hess, que nunca tuvo la cabeza muy bien puesta y sufr¨ªa de paranoia y delirios alucinatorios, adem¨¢s de ser hipocondriaco, viaj¨® por su cuenta en una misi¨®n extraoficial creyendo interpretar los deseos del F¨¹hrer y tratando de solucionarle la papeleta.
Hess, seguidor de Karl Haushofer, fundador de la geopol¨ªtica y acu?ador del t¨¦rmino de Lebensraum, espacio vital, compart¨ªa con este la idea de que la guerra con los brit¨¢nicos, otra naci¨®n n¨®rdica, era una equivocaci¨®n. Una teor¨ªa -v¨¦ase El enigma Hess, de Martin Allen, Planeta, 2004) sostiene que los servicios secretos de Gran Breta?a montaron una operaci¨®n para enga?ar a Hess, haci¨¦ndole creer que iba a tener autoridades que le escucharan, y lo lograron. El caso es que cuando lleg¨® se encontr¨® con que nadie le hizo ni caso y lo encerraron, trat¨¢ndolo como prisionero de guerra. Y el propio Hitler lo desautoriz¨® y declar¨® loco, haci¨¦ndolo quedar como un personaje escapado de un sketch de Monty Python o del teatro del absurdo. Cuando le informaron del asunto, Churchill estaba viendo, precisamente, una pel¨ªcula de los hermanos Marx. ¡°Sea o no sea Hess¡±, exclam¨®, ¡°yo ahora voy a ver la pel¨ªcula¡±.
Y ah¨ª tenemos a Hess, tras salvar por los pelos el pescuezo en Nuremberg aduciendo amnesia, confinado para largo en Spandau, prisi¨®n en el sector brit¨¢nico de Berl¨ªn occidental que las autoridades vaciaron para internar a los siete jerarcas nazis condenados con diferentes penas de reclusi¨®n (tres a perpetua: Hess, el almirante Raeder y el ministro de Econom¨ªa Walter Funk). Se convirti¨® (v¨¦ase el magn¨ªfico libro El oscuro mundo de Spandau, de Norman J. W. Goda, Cr¨ªtica, 2008) en la c¨¢rcel con mayor n¨²mero de guardias, 25 por cada preso (en comparaci¨®n con los uno por cada 1,8 internos de Alcatraz).
El servicio que brindaba era un r¨¦gimen duro y austero en el que las cuatro potencias se relevaban en la direcci¨®n de la c¨¢rcel y, desde luego, los presos no aplaud¨ªan cuando les tocaba turno a los rusos, pero nada comparable a Dachau o cualquier otro lugar de encierro nazi. Los internos ten¨ªan celda y lavabo individual, agua caliente, cuidados m¨¦dicos, libros y la posibilidad de hacer ejercicio. Speer, ese Pinocho nazi, fumaba en pipa, dibujaba y le¨ªa a Dostoyevski, y aprovech¨® el papel higi¨¦nico (desde luego es una idea) para escribir lo que luego se convertir¨ªa en sus famosos diarios. Von Neurath lleg¨® a criar conejos. Funk hasta tocaba el ¨®rgano.
Pero Hess se comport¨® siempre de manera extra?a. Speer dijo de ¨¦l que se construy¨® ¡°un mundo paralelo en el que pod¨ªa jugar a ser m¨¢rtir y buf¨®n, colmando as¨ª las dos facetas de su personalidad¡±. Se quejaba de dolores de est¨®mago, de las corrientes de aire y de fr¨ªo en los pies (tendr¨ªa que haber estado en Auschwitz) y pegaba unos gritos que estremec¨ªan al sensible Von Schirach. A menudo se negaba a hacer nada e incluso a salir de la cama. Nadie le ten¨ªa simpat¨ªa. Hasta 1969 no dej¨® que sus familiares fueran a verlo. Lo obligaban a salir al jard¨ªn y se quedaba sentado comiendo nueces. Sus propios compa?eros nazis no lo soportaban. Raeder y Doenitz eran partidarios de que lo trataran con m¨¢s severidad y lo sometieran a una disciplina militar. Con el tiempo, los dem¨¢s presos fueron saliendo de Spandau, hasta que se qued¨® solo. Con lo que le gustaban los actos multitudinarios.
Pero Hess se comport¨® siempre de manera extra?a. Speer dijo de ¨¦l que se construy¨® ¡°un mundo paralelo en el que pod¨ªa jugar a ser m¨¢rtir y buf¨®n, colmando as¨ª las dos facetas de su personalidad¡±
El ¨²nico hijo de Hess, Wolf-R¨¹diger (cuyo padrino fue Hitler, por cierto), que no lo ve¨ªa desde los tres a?os, se irgui¨® en palad¨ªn de su padre y de su liberaci¨®n lanzando diversas campa?as la mayor¨ªa bastante desafortunadas y que le acercaron a los neonazis y negacionistas, para los que Hess era y sigue siendo un h¨¦roe y un m¨¢rtir. Surgieron leyendas en torno al prisionero n¨²mero 7 de Spandau y teor¨ªas conspiratorias (como la de que en realidad el preso era un doble de Hess).
Se dijo que Otto Skorzeny, el ex jefe de comandos de Hitler refugiado en Madrid, planeaba dar un golpe para rescatarlo, lo que, desde luego, hubiera sido cosa de verse. De la Espa?a franquista, entre otros lugares, llegaron peticiones para que lo soltaran. Al r¨¦gimen, que ser¨ªa por nazis acogidos, no le hubiera importado que se instalara en Torremolinos. Pero los sovi¨¦ticos no quer¨ªan ni o¨ªr hablar de liberar a Hess, al que consideraban el mejor suced¨¢neo de Hitler para castigar. Que volara a Gran Breta?a les parec¨ªa adem¨¢s un agravante pues de haber conseguido su prop¨®sito de una paz en el frente occidental la URSS se hubiera quedado sola.
Hasta 1969 no dej¨® que sus familiares fueran a verlo. Lo obligaban a salir al jard¨ªn y se quedaba sentado comiendo nueces. Sus propios compa?eros nazis no lo soportaban
Su vida en la c¨¢rcel se fue haciendo m¨¢s c¨®moda, lo que explica su longevidad. Daba paseos, segu¨ªa una dieta de fruta y verdura y ten¨ªa reconocimientos m¨¦dicos semanales. Pero las peticiones de que se le amnistiara por compasi¨®n se estrellaban ante la cerraz¨®n sovi¨¦tica, la inconveniencia y la torpeza pol¨ªtica de los apoyos y la falta de signos de arrepentimiento de Hess.
De hecho, Hess hab¨ªa estado sacando de extranjis de la c¨¢rcel papeles que deb¨ªan constituir algo as¨ª como su testamento -y que dirig¨ªa a un desconocido denominado El Maestro- en los que junto a alucinadas de las suyas, afirmaba que Hitler no hab¨ªa querido la guerra y que esta y todos los cr¨ªmenes nazis hab¨ªan sido causa de una fuerza secreta controlada por los jud¨ªos.
Rudolf Hess acab¨® su largo confinamiento el 17 de agosto de 1987. En un descuido del guardia que lo vigilaba, un afroamericano al que el ex l¨ªder nazi hab¨ªa tratado de que despidieran por motivos raciales, se meti¨® en la caseta del jard¨ªn y se ahorc¨® con el cable de una l¨¢mpara atado la maneta de la ventana a un metro del suelo. Hess se lo puso alrededor del cuello y se colg¨® tir¨¢ndose al suelo, que ya son ganas de matarte.
Su hijo y otros te¨®ricos de la conspiraci¨®n afirmaron que hab¨ªa sido un asesinato para mantener los secretos sobre su viaje que guardaba Hess. La verdad, visto el tiempo en Spandau y c¨®mo acab¨®, la ¨²nica reflexi¨®n que viene a la cabeza es que Rudolf Hess alarg¨® dos d¨¦cadas in¨²tilmente la cuerda con la que debieron colgarle en Nuremberg.