Carolin Emcke: ¡°La pandemia es una tentaci¨®n autoritaria que invita a la represi¨®n¡±
La fil¨®sofa alemana, que pasa el confinamiento en Berl¨ªn, se muestra conmovida: ¡°Las im¨¢genes de Madrid o de los campos de refugiados en las islas griegas me resultan insoportables¡±
Carolin Emcke (Alemania, 1967) es una de las intelectuales europeas que de manera m¨¢s persuasiva ha combatido los t¨®picos populistas que quieren dominar el mundo. Por ello fue distinguida con el premio de la Paz de la Feria del Libro de Fr¨¢ncfort. Contra el odio (Taurus, 2017) y Modos del deseo (Tres puntos, 2018), son dos de sus libros editados en Espa?a. El primero es una reivindicaci¨®n humana y filos¨®fica contra la tentaci¨®n autoritaria que se sirve de viejas banderas racistas y patri¨®ticas. Uno de sus temores es que la presente pandemia avive ese rescoldo de odio. Ella vive en Berl¨ªn. Esta entrevista para EL PA?S se hizo por correo electr¨®nico
Pregunta. ?C¨®mo piensa que un momento as¨ª afecte a la convivencia en los respectivos pa¨ªses y en el mundo?
Respuesta. Es demasiado pronto para hacer pron¨®sticos. Todo es demasiado fr¨¢gil, demasiado din¨¢mico y, por cierto, demasiado asincr¨®nico. Por m¨¢s que sea una crisis global, su impacto no afecta a todos de la misma manera. La pandemia es una tentaci¨®n autoritaria que invita a la represi¨®n, a la vigilancia totalitaria basada en datos digitales, a la regresi¨®n nacionalista. O al c¨¢lculo darwinista que le pone precio a la p¨¦rdida de los cuerpos m¨¢s viejos, m¨¢s d¨¦biles, menos entrenados. Va a resultar decisivo poder demostrar que las sociedades que menos da?adas salen de la crisis sean aquellas que cuentan con un sistema de salud p¨²blica, aquellas cuyas infraestructuras sociales no han sido privatizadas y erosionadas por completo, poder probar que ser¨¢n la solidaridad y el cuidado mutuo los que triunfen sobre el virus y no el estado de excepci¨®n y la privaci¨®n de la libertad...
P. ?Usted hubiera imaginado un drama como este? ?C¨®mo le est¨¢ afectando a usted misma? ?C¨®mo est¨¢ viviendo las normas dictadas en su pa¨ªs para preservar la salud?
R. Vivir este momento en Berl¨ªn me da humildad, pero tambi¨¦n pudor: a d¨ªa de hoy, en Berl¨ªn tenemos 50 muertos por el virus, en Nueva York van por 10.000. Las im¨¢genes de Madrid o de los campos de refugiados en las islas griegas me resultan pr¨¢cticamente insoportables. No veo c¨®mo vamos a poder pagar la deuda moral y pol¨ªtica que estamos asumiendo como alemanes, como europeos, por no reaccionar con la necesaria solidaridad, con la necesaria humanidad. Implementar de mala gana una serie de instrumentos financieros para los pa¨ªses del sur en lugar de lanzar coronabonos para Europa me parece una necedad mezquina e imperdonable. Y eso solo hablando del contexto europeo.
¡°Va a resultar decisivo poder demostrar que las sociedades que menos da?adas salen de la crisis sean aquellas que cuentan con un sistema de salud p¨²blica, aquellas cuyas infraestructuras sociales no han sido privatizadas y erosionadas por completo¡±
P. Ahora tenemos miedo frente a un virus que nadie ha sabido c¨®mo atajar. ?Cree que todo esto causar¨¢ a¨²n m¨¢s odio del que ya percibimos, al otro, al diferente, al que viene de fuera?
R. Es natural que la pandemia cause miedo y espanto. Miedo a enfermarse, a morir solo, a no poder acompa?ar a los seres queridos, a no poder despedirse, miedo a las penurias, a perder el trabajo, miedo al quebranto existencial. Pero la p¨¦rdida de soberan¨ªa no se compensa con la estigmatizaci¨®n o humillaci¨®n de los otros. Como si la impotencia se sintiera menos si se maltrata a los marginalizados o a la propia pareja. No es solo la xenofobia a lo que se recurre como compensaci¨®n de la inseguridad individual o social, tambi¨¦n se potencia la misoginia, la violencia contra las mujeres.
P. Usted ha trabajado sobre el odio y sobre el deseo. Una situaci¨®n as¨ª introduce en su vida nuevas preguntas. ?Cu¨¢l es ahora su principal inquietud, como ciudadana, como intelectual?
R. Mi mayor inquietud es que no aprendamos nada de la crisis, cuando esta nos est¨¢ demostrando como si fuera un medio de contraste inyectado en un cuerpo cu¨¢les son los males que afectan a nuestra sociedad. Ha quedado a la vista que no se puede negar la realidad, que hay l¨ªmites a la manipulaci¨®n del discurso, al delirio narcisista, a la mentira pol¨ªtica. Nadie es invulnerable, nadie es intocable, aunque Trump o Putin quieran negarlo. A los populistas, se les est¨¢ volviendo en contra su hostilidad contra las ciencias, y lamentablemente, el precio lo pagan sus electorados. Est¨¢ quedando a la vista tambi¨¦n que el Estado no puede retraerse infinitamente de su responsabilidad, que hacen falta infraestructuras p¨²blicas, bienes p¨²blicos, una orientaci¨®n hacia el bien com¨²n. Y, por cierto, tambi¨¦n un periodismo serio e independiente. Me preocupa sobre todo que el aprendizaje que estamos haciendo, doloroso y amargo, caiga en el olvido cuando todo haya pasado. Que reconstruyamos nuestras sociedades con las mismas injusticias, la misma inestabilidad.
P. Algo que tambi¨¦n alerta a intelectuales y pol¨ªticos es el peligro de que los derechos civiles sean lesionados o puestos en cuesti¨®n por medidas radicales en contra del virus. ?Tiene usted el mismo temor?
R. S¨ª. Es una cuesti¨®n extremadamente sensible y de riesgo: que la epidemia sea instrumentalizada para justificar las ambiciones autoritarias. Viktor Orb¨¢n acaba de demostrarlo en Europa: pr¨¢cticamente ha anulado el estado de derecho en Hungr¨ªa, puede prorrogar infinitamente el estado de excepci¨®n, ha transformado el Parlamento en un accesorio decorativo. Tenemos que estar extremadamente atentos para impedir que en Europa se establezcan a largo plazo m¨¦todos totalitarios de extracci¨®n de datos, de vigilancia digital, de represi¨®n. No es lo mismo desarrollar aplicaciones basadas en perfiles an¨®nimos de movimiento que permitan detectar los patrones del contagio, como se est¨¢ pensando ahora para contener la epidemia, y otra cosa muy distinta que las autoridades estatales accedan a datos personalizados de los ciudadanos para perseguirlos. Est¨¢ claro que el virus va a costarle mucho a nuestras sociedades, entre otras cosas a limitar nuestra libertad de movimiento, pero tenemos que exigirles a nuestros Gobiernos que las decisiones sanitarias sean tomadas de modo transparente, explicando sus fundamentos, y que las restricciones sean temporales, para que no se vuelvan coartadas para la vigilancia y la represi¨®n.
Mentiras para subvertir la democracia
Emcke advierte: ¡°Esta epidemia permite agitar el odio al otro, pero todo est¨¢ ligado de manera global. Y, sin embargo, en los medios sociales vuelven a circular viejas teor¨ªas conspirativas, infundios que identifican supuestos culpables a los que marginalizar, mentiras. Tranquiliza ver c¨®mo se han callado los populistas de derecha, que viven inventando supuestas amenazas a la naci¨®n, pero que son incapaces de enfrentarse a una real. Lo que quieren es dividir y subvertir la democracia. No les interesa salvar vidas, no reconocen la dignidad humana, no valoran la vida, de viejos o de j¨®venes, de blancos o de no blancos, de musulmanes, jud¨ªos, cat¨®licos, de los desocupados o de los que tienen trabajo, de los hetero o de los queer, vidas que cuentan todas por igual¡±.
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