Cultura despojada
En este momento infausto que nos hace sentir vulnerables, no podemos prescindir de la cultura como abrigo para conseguir hacer del pesimismo, vigor, y de nuestra fragilidad, resistencia
Mucho tiempo antes de este aciago presente en que vivimos recluidos, ya rondaba la conciencia de la desatenci¨®n en torno al ¨¢mbito de la cultura. Suced¨ªa ante la indiferencia general, era ignorada por una gran mayor¨ªa de ciudadanos acostumbrados a no cuestionarse la austeridad presupuestaria ni el descuido hacia la cultura por parte de las instituciones p¨²blicas. Esa negligencia no iba solo en detrimento de la producci¨®n cultural, sino tambi¨¦n de la sociedad misma, que se iba deteriorando al perder lo que la cultura aporta como herramienta de conocimiento y cohesi¨®n. En estos d¨ªas en que la pandemia nos ha abocado a una experiencia in¨¦dita y al consiguiente confinamiento de los ciudadanos, se ha instalado el abatimiento y la incertidumbre en los hogares, de diversas maneras y, en demasiados, de forma extrema por la precariedad de medios o la implacable soledad.
En otros muchos hogares, en este tiempo suspendido, los ciudadanos han recurrido, para aliviar su relegada libertad de movimiento, a la cultura. Han accedido a ella sobre todo por diferentes medios digitales y esta se ha desgranado generosa, a trav¨¦s de enlaces, visitas virtuales a museos hoy clausurados, visionado de obras teatrales o filmes, poes¨ªa en los m¨®viles y todo un sinf¨ªn de dispositivos tecnol¨®gicos y ofertas en las redes sociales. Nos acercan como ante un espejismo y nos invitan a celebrar la ¡°cultura en casa¡±, en una digitalizaci¨®n del mundo, pero tan solo en su cuerpo virtual, un cuerpo sin latido propio, ya que, como sabemos, a la experiencia de ver pintura, asistir al espect¨¢culo teatral o a un concierto, no puede accederse en su m¨¢xima esencialidad y revelaci¨®n por medios dom¨¦sticos audiovisuales o inform¨¢ticos. Pero aqu¨ª estamos, empantallados, solitarios y solidarios.
Escribo estas notas como eco a todas las voces, tan cr¨ªticas como l¨²cidas, que se han ido pronunciando estos d¨ªas ante el sentimiento de un despecho hacia la cultura y su agon¨ªa, tan sorprendidas como ofendidas ante el comunicado del propio Ministro de Cultura en su primera comparecencia p¨²blica en medio de esta crisis. En este momento en que la cultura est¨¢ patas arriba, el Gobierno no ha propuesto nuevos programas, ideas o desaf¨ªos, sino que ha pospuesto a un hipot¨¦tico futuro las medidas espec¨ªficas, cuando las circunstancias lo permitan, olvidando la incapacidad del sector cultural para generar ingresos en estos momentos y su enorme dificultad para mantener a corto o medio plazo las estructuras productivas, que son las que crean las condiciones para su adecuado funcionamiento, olvidando que la cultura es, en s¨ª misma, un derecho primordial de las personas. Tenemos que pronunciarnos porque, cuando los agentes culturales no cuestionan el poder, se entra en la complicidad con sus amnesias y arbitrariedades.
Hoy m¨¢s que nunca, se debe recordar que la cultura es un bien de primera necesidad. El sistema sanitario no debi¨® ser nunca desatendido ni debilitado, pero tampoco la cultura puede ser despojada, porque ambas atienden a necesidades distintas y primordiales del ser humano. Lo proclam¨®, con certeras palabras, el poeta Federico Garc¨ªa Lorca, en 1929: ¡°No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pedir¨ªa un pan; sino que pedir¨ªa medio pan y un libro. Y yo ataco desde aqu¨ª violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones econ¨®micas sin nombrar jam¨¢s las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien est¨¢ que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del esp¨ªritu humano porque lo contrario es convertirlos en m¨¢quinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organizaci¨®n social¡±.
Escribo, tambi¨¦n, estas notas para intentar ir al encuentro de una cultura que pervive, erosionada, en los m¨¢rgenes y que, lejos de poder expresarse con letras may¨²sculas y luminosas, en el centro de la escena y del espacio p¨²blico, se sit¨²a fuera de campo, ninguneada, circundando los l¨ªmites de lo establecido por lo que conviene garantizar sus sostenibilidad.
Es de esperar que en el inmediato futuro, despu¨¦s del colapso, sea necesario hacer de la cultura un desaf¨ªo y conseguir que ¨¦sta sea libre, disidente de las exigencias del mercado o del poder oficial, con su caduca pol¨ªtica cultural. Ser¨¢ esta cultura la que nos ayude a aliviar el hartazgo y nos aligere la pesadumbre, abriendo v¨ªas alternativas desde su capacidad autocr¨ªtica y no conformista, con propuestas de otros modelos que sirvan de v¨ªnculo a la vida social, en un ejercicio de comprensi¨®n, conocimiento y memoria. Un saber que nos ofrezca la posibilidad de recuperarnos del embate pand¨¦mico sin paso rezagado. Evitar la vuelta a las zancadas aceleradas de un tiempo pasado que hac¨ªan dif¨ªcil la raz¨®n cr¨ªtica o un ir hacia adentro.
Avanzar de nuevo, con la capacidad de incorporar e imaginar sorpresivas posibilidades en un escenario futuro que restituya el valor social de la cultura. Es imposible progresar hacia una nueva concepci¨®n de la sociedad y hacia otras formas de vida que inviten a explorar ¨¢mbitos culturales distintos, sin preocuparse de una manera plena y certera por la educaci¨®n. Ha ocurrido, tristemente, que, lejos de entender la educaci¨®n como un compromiso com¨²n de los ciudadanos y cumplir con la obligaci¨®n de las instituciones de defenderla, hemos asistido durante a?os a programas educativos frustrados, uno tras otro, as¨ª como recortes en presupuestos y becas han ido depauperando las bases estructurales y desatendiendo el desarrollo de escuelas y universidades.
Es el reto de los ciudadanos recuperar el territorio perdido de la cultura, entendi¨¦ndola sin etiquetas ni pasiones pol¨ªticas, que hacen tosca y parcial nuestra comprensi¨®n del comportamiento humano, sus motivos y enigmas. Ser¨ªa oportuno tambi¨¦n cultivar un estado de vigilia que entienda la cultura como solidaridad y que, sin precariedad, pueda vivir con dignidad de su trabajo, en contra de la proclama de que lo que no est¨¢ expuesto en el escaparate, no existe. Irradiar una creatividad independiente del mercado y sus leyes, que confunden val¨ªa con valoraci¨®n.
Una vez hayamos pasado el ciclo de esta oscura epidemia, sabremos ya de cierto que las calles son m¨¢s largas de noche, pero, a la primera luz del d¨ªa despu¨¦s, nos har¨¢ falta perseverar en la conciencia de que algo puede haber cambiado en nuestra relaci¨®n con la realidad y nuestra percepci¨®n de la misma. Ojal¨¢ sea una oportunidad, a pesar de su devastadora y adversa causa, lograr lo que fuimos incapaces de afianzar o prever antes del embate de la epidemia: relacionarnos con el otro a trav¨¦s de la empat¨ªa.
A lo largo del confinamiento y con inusitada frecuencia, muchos nos hemos preguntado ?c¨®mo ir mas all¨¢ de la impotencia? ?C¨®mo hacer de la cultura un espacio sin l¨ªmites, abierto al conocimiento de que otros mundos son posibles? All¨¢ donde se esperaba que estuviera la cultura, ya no est¨¢¡ ?A d¨®nde se ha desplazado? Entre la expectaci¨®n y la expectativa, es muy necesario que todos, intelectuales y artistas, contribuyamos a ventilar, abriendo puertas y ventanas, para que transite la creatividad como una forma de emancipaci¨®n desde donde otear nuevas trayectorias que nos estimulen, sin temor a avanzar en el reto de que la cultura ser¨¢ m¨¢s viva en tanto sea conflictiva y, a su vez, m¨¢s solidaria. Al fin y al cabo, en este momento infausto que nos hace sentir vulnerables, no podemos prescindir de la cultura como abrigo para conseguir hacer del pesimismo, vigor, y de nuestra fragilidad, resistencia.
Frederic Amat es pintor.
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