Lecciones del mejor libro de amor
Saber consiste en resolver dudas con m¨¦todo, un estadio superior al de los que opinan sin dudas ni m¨¦todo

El mejor libro de amor que ha ca¨ªdo en mis manos en mucho tiempo no estar¨ªa nunca en los estantes de novela rom¨¢ntica, aunque el que profesa pueda pesarse en toneladas. Es El a?o del pensamiento m¨¢gico (Literatura Random House), que Joan Didion escribi¨® tras la muerte inesperada de su marido y la cr¨ªtica enfermedad de su hija en una dram¨¢tica coincidencia en el tiempo. Lo hace Didion -ese entretejido de hechos y emociones duras- sin soltar jam¨¢s las riendas, ni literarias ni sentimentales, en una austeridad de estilo que contagia positivamente el ¨¢nimo. Cr¨¦anme, no es deprimente.
Buena lectura para estos d¨ªas de p¨¦rdidas, cuando el dolor nos fatiga y ense?a dimensiones de nosotros mismos para las que no nos sab¨ªamos capacitados.
Tiene momentos chisposos, incluso, cuando por ejemplo describe c¨®mo ella misma se compr¨® y estudi¨® libros sobre cuidados en las UCIS ¨Cdonde su hija libraba una largu¨ªsima batalla parecida a la que tantos enfermos est¨¢n librando estos d¨ªas- hasta sugerir sin reparo a los m¨¦dicos la forma de hidratar y no sobrehidratar, la conveniencia de intubar o extubar y cuestionar los protocolos para despertar del coma. Era tal su inmersi¨®n en el campo de batalla que, llegada desde un Nueva York fr¨ªo a un Los ?ngeles c¨¢lido para acompa?ar a su hija, tuvo que comprarse ropa m¨¢s desabrigada y no se le ocurri¨® otra mejor que varias batas hospitalarias de algod¨®n azul. ¡°Era tan profundo el aislamiento en que me mov¨ªa que no se me ocurri¨® que el hecho de que la madre de una paciente se presentara en el hospital con ropa hospitalaria solo pod¨ªa ser considerado una sospechosa extralimitaci¨®n de mis funciones¡±, escribe.
Juan Jos¨¦ Mill¨¢s suele decir que, cuando sus alumnos o lectores le sueltan la tan habitual proclama de ¡°yo tambi¨¦n quisiera ser escritor, si tuviera tiempo escribir¨ªa una novela¡±, se pregunta por qu¨¦ nadie dice ¡°yo tambi¨¦n quiero ser cirujano, si tuviera tiempo har¨ªa una operaci¨®n¡±.
Estos d¨ªas, todos queremos desembarcar en el hospital de Los ?ngeles y vestir bata hospitalaria como Didion, ser expertos, saber m¨¢s que los m¨¦dicos y arrojar discursos sobre mascarillas, seroprevalencia, inmunidad de reba?o, fases, desescaladas y confinamientos.
Pero ser cient¨ªfico consiste en ir resolviendo dudas con m¨¦todo, un estadio superior al de los que opinan (o act¨²an) sin dudas ni m¨¦todo. No en ponerse la bata.
Ser escritor, como demuestra Didion (Sacramento, 1934) en este libro, tambi¨¦n consiste en ir resolviendo y digiriendo dudas y nudos vitales con m¨¦todo literario, sostener las riendas de un artefacto para darle vida como tal m¨¢s all¨¢ de lo que narra.
Ser pol¨ªtico deber¨ªa consistir en resolver dudas (problemas, pandemias, despidos, crisis) con m¨¦todo (di¨¢logo, acuerdos, respeto, medidas). Nadie espera que se pongan la bata hospitalaria para opinar de extubaciones, de la desescalada del vecino frente a la propia, del orgullo de cargamento chino propio frente al ajeno y, menos a¨²n, de buscar votos entre las entra?as abiertas de las v¨ªctimas. Tengan dudas. Y tengan m¨¦todo.
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