A prop¨®sito de un ¨ªdolo ca¨ªdo
La lectura de la autobiograf¨ªa de Woody Allen deja un poso agridulce por el palo de verle enredado en un esc¨¢ndalo sexual con menores hace casi 30 a?os
¡°Yo no quer¨ªa ser Bogart ni John Wayne. Yo solo quer¨ªa ser el capullo de la clase, quer¨ªa ser ese chico con gafas que nunca consigue a la chica pero que es divertido y cae bien a todo el mundo¡±¡ª dice Woody Allen. Uno empieza a leer sus memorias, A prop¨®sito de nada, y la lectura que discurre felizmente por esa primera etapa de su vida, te obliga a soltar una carcajada en cada p¨¢gina por la forma tan divertida en que describe...
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¡°Yo no quer¨ªa ser Bogart ni John Wayne. Yo solo quer¨ªa ser el capullo de la clase, quer¨ªa ser ese chico con gafas que nunca consigue a la chica pero que es divertido y cae bien a todo el mundo¡±¡ª dice Woody Allen. Uno empieza a leer sus memorias, A prop¨®sito de nada, y la lectura que discurre felizmente por esa primera etapa de su vida, te obliga a soltar una carcajada en cada p¨¢gina por la forma tan divertida en que describe a los miembros de su familia, abuelos, padres, t¨ªos, primas, rabinos y primeros ligues con chicas bohemias. Es imposible que te caiga mal este chico agn¨®stico, canijo, neur¨®tico, educado en una escuela hebrea, alumno del Midwood High School, matriculado despu¨¦s en Ciencias Cinematogr¨¢ficas en la Universidad de Nueva York, que comenz¨® a ganarse la vida vendiendo chistes a c¨®micos famosos y gags a algunas productoras de cine. En las memorias el propio Allen reconoce que esos fueron sus a?os dorados, con la cucaracha en invierno.
All¨¢ por el a?o 1970, por la puerta trasera del franquismo se col¨® en nuestras pantallas este cineasta que a algunos que ven¨ªamos de partirnos de risa con los lances de tartas de merengue en la cara, con el Gordo y el Flaco, con Cantinflas y con toda clase de astracanadas de paletos con boina y garrota, nos oblig¨® a re¨ªrnos de una manera m¨¢s sofisticada, gracias a inesperados quiebros de la inteligencia. Nos pregunt¨¢bamos de d¨®nde hab¨ªa salido ese tipo gafoso y titubeante, quien con unas frases brillantes encandilaba a una chica molona y despu¨¦s de pasearla por galer¨ªas de arte del Soho, por el Central Park, por el planetario, entrando y saliendo de peque?as tiendas raras de barrios inesperados de Manhattan con una m¨²sica de swing al fondo, acababa por llev¨¢rsela muy pastue?a a su apartamento. El tipo no paraba de elucubrar disparates neur¨®ticos con una manzana y una botella de agua mineral en la mano y ella le sonre¨ªa admirada, se besaban en una esquina a la luz de la farola y luego terminaban con una elipsis de sexo en la cama. Este jud¨ªo nacido en Brooklyn el 1 de diciembre de 1935 nos hizo concebir esperanzas de seducir de la misma forma a aquellas amigas contestatarias del pub de Santa B¨¢rbara o del Cock si uno ten¨ªa las mismas salidas c¨¢usticas, ingeniosas e imprevistas que o¨ªamos de su boca. ?Por qu¨¦ no pod¨ªamos ser como Woody Allen aunque en Madrid no hubiera un puente como el de Queensboro para esperar el crep¨²sculo sentado con la chica en un banco contemplando la l¨ªnea del cielo?
El primer avance feminista lleg¨® a Espa?a con el ¨¦xito en las pantallas de Annie Hall, con Diane Keaton. A partir de ese momento se form¨® una secta de seguidores de este cineasta. Woody Allen se presentaba cada a?o en nuestras pantallas con su nueva cosecha como vuelven las golondrinas en primavera o cruzan el cielo los tordos en oto?o. Ante cualquier estreno cruz¨¢bamos los dedos. ?Seguir¨ªa siendo imbatible su talento? Pasaron los a?os. A lo largo de su dilatada trayectoria cinematogr¨¢fica algunos de sus devotos hab¨ªan evolucionado de la rebeld¨ªa juvenil de izquierdas al desencanto, de los amores rotos a las primeras canas, del cabreo a la ideolog¨ªa neoliberal para acabar en la derecha m¨¢s reaccionaria. Ante los primeros fiascos los m¨¢s resentidos decidieron abandonarlo e incluso muchos de aquellos progres de anta?o comenzaron a odiarlo. Se daba un caso curioso. Suced¨ªa a veces que despu¨¦s varias pel¨ªculas reiterativas, comestibles, dec¨ªas, ah¨ª te quedas, ya me s¨¦ el truco de memoria, est¨¢s acabado, pero al a?o siguiente volv¨ªa con una bomba, Hannah y sus hermanas o Balas sobre Broadway o D¨ªas de radio y te reconciliabas con ¨¦l. A continuaci¨®n, rodaba el bodrio en Barcelona o en Roma, pero de pronto se presentaba con Match Point o Midnight in Paris o D¨ªa de lluvia en Nueva York, te rend¨ªas de nuevo y todo volv¨ªa a su cauce.
Sucede lo mismo con la lectura de A prop¨®sito de nada. El lector se adentra en sus memorias chispeantes, en las que el ingenio salta como las burbujas del champ¨¢n, hasta el momento en que se sumerge en la ci¨¦naga donde tienes que creerle inocente o bajarte en la pr¨®xima parada. La lectura deja un poso agridulce por el palo de ver a tu ¨ªdolo enredado en un esc¨¢ndalo sexual con menores [dos investigaciones se cerraron sin encontrar indicios para llevarlo a juicio] hace casi 30 a?os. Ahora la antigua venganza shakespeariana de Mia Farrow desquiciada por el odio ha tomado nueva fuerza con la neurosis manipulada de los hijos, con la voracidad carro?era de las redes sociales, con la ola de puritanismo hip¨®crita del Me Too, que ha obligado a algunos actores y amigos a darle la espalda. En cualquier obra de teatro para un dramaturgo los problemas son m¨¢s f¨¢ciles de resolver si se plantean en el primer acto, no como en este caso que despu¨¦s de haber bosquejado con un humor disolvente las trivialidades de su vida a Woody Allen la mierda le ha alcanzado en el ¨²ltimo acto, cuando la cucaracha de invierno ha liberado a sus larvas.