Leo Harlem, guardia urbano

La comedia popular con un punto par¨®dico alrededor del oficio del polic¨ªa de barrio ha sido una constante en la historia del cine: en no pocos pa¨ªses y tan anclada en la cotidianidad de la gente a pie de calle como en el estrambote y los absurdos f¨ªsico y humano. De Police e Easy Street, cortometrajes de Charles Chaplin de 1916 y 1917, a Loca academia de polic¨ªa y sus secuelas, en el cine americano de los a?os ochenta; desde Guardias de Roma (1956), comedia de Mauro Bolognini al servicio de un grupo de c¨®micos italianos encabezado por Alberto Sordi, hasta las seis comedias francesas con Louis de Fun¨¨s de estrella, entre 1964 y 1982, originadas a partir de El gendarme de Saint-Tropez.

Un territorio comercial en el que pretende integrarse tambi¨¦n Superagente Makey, dirigida por el sevillano Alfonso S¨¢nchez, y veh¨ªculo para el lucimiento de Leo Harlem, c¨®mico sin formaci¨®n interpretativa que con las bases puestas en la sencillez y la cercan¨ªa ha ido evolucionando a lo largo de los a?os desde el arquetipo espa?ol de gracioso de bar hasta el protagonista absoluto en cine: aqu¨ª y en El mejor verano de mi vida. Los personajes de Harlem, como tambi¨¦n lo fueron los de Paco Mart¨ªnez Soria durante una ¨¦poca, tienen la aureola de la campechan¨ªa y un sentido com¨²n que a algunos les resultar¨¢ de cu?ado y a otros de pura humanidad. Las frases de Harlem siempre tienen la misma cadencia, pero, a cambio, siempre clava el chiste (si es bueno).

Salvando las distancias en el tiempo, su Superagente Makey entronca con el Manolo, guardia urbano de Manolo Mor¨¢n, dirigido por Rafael J. Salvia en 1956. Y su franqueza es tambi¨¦n la de la limitada pero digna pel¨ªcula de S¨¢nchez. Y ah¨ª cada espectador sabe en su fuero interno si es el p¨²blico objetivo para este tipo de risas.