La m¨²sica en directo se revuelve en Valencia contra la resignaci¨®n
Sole¨¢ Morente inaugura con br¨ªo el ciclo de la sala Canal, mientras La P¨¦rgola se ve obligada a detener el suyo en La Marina y The Standby Connection prolongan la programaci¨®n del Loco Club
Pocas cosas parecen m¨¢s clandestinas hoy en d¨ªa que la m¨²sica en directo. Los aviones pueden ir llenos, los bares y locales de ocio hacer ¨Cen algunos casos¨C la vista gorda ante la recomendable distancia social y el uso de mascarillas, las playas lucir atestadas. Pero la m¨²sica en directo (la cultura, en general) vive bajo la mayor de las sospechas, obligada a reconvertir viejas bo?tes de la periferia de las grandes ciudades en improvisadas salas de conciertos en modo variet¨¦s, como si hubi¨¦ramos vuelto a la normalidad, pero a la de los (felices) a?os veinte del siglo pasado, la de los viejos cabarets. Y mientras, ciertos gur¨²s norteamericanos incidiendo en su predicci¨®n de ausencia de grandes citas hasta 2022. De miedo.
Mientras tanto, y cruzando los dedos para que la marcha atr¨¢s que ya rige al norte del S¨¦nia no se extienda hasta aqu¨ª, la m¨²sica en directo en las salas y recintos valencianos se las ingenia como buenamente puede para dar forma a una programaci¨®n que ¨C es justo reconocerlo ¨C alberga muchas m¨¢s fechas de las que hubi¨¦ramos imaginado hace solo tres meses. Aunque, en la pr¨¢ctica, luzcan los reveses rocambolescos, como la cancelaci¨®n a ultim¨ªsima hora ¨C la misma tarde de su inicio ¨C del primer concierto que el jueves deb¨ªa celebrarse en La P¨¦rgola de La Marina, por no obtener autorizaci¨®n municipal. Cosas de esta ciudad, que aspira ¨C parad¨®jicamente ¨C a ser reconocida internacionalmente como Music City. Pues anda que no le queda trecho.
El caso es que una sala como Canal, en Pinedo, refugio kitsch de toda clase de saraos falleros y similares durante d¨¦cadas, abr¨ªa el viernes su ciclo Cabaret Live con Sole¨¢ Morente y Guille Milkyway como DJ. Tiempos de reconversi¨®n para esquinar la semiclandestinidad, qu¨¦ remedio. A los promotores les toca devanarse la mollera para capear el temporal y subsistir, siquiera sea con respiraci¨®n asistida, durante un verano particularmente yermo, y es ah¨ª donde entran en escena insospechados nuevos espacios y formaciones reducidas a su m¨ªnima expresi¨®n.
La menor de la saga de los Morente sac¨® adelante un concierto complicado (formato escueto, dudosa sonoridad, la frialdad impuesta por la distancia kilom¨¦trica entre mesas) a golpe de personalidad, br¨ªo y entrega, en compa?¨ªa de la flauta y voz de Roc¨ªo Morales y de la guitarra y teclados de Jos¨¦ Ubago ¡°Bonaparte¡± (Napole¨®n Solo). Arrojo no le falt¨®, desde luego: a la tercera canci¨®n, Viniste a por m¨ª, baj¨® ya del escenario. El cuerpo a cuerpo con el p¨²blico, la comunicaci¨®n directa, tan a?orada durante meses. Y la rumba revoltosa de un disco tan estupendo como Lo que te falta (2020), que tuvo la mala suerte de publicarse cuando el mundo se congelaba, del que dej¨® caer Cari?o, Cosas buenas o Mundo nuevo. Y el fin de fiesta por todo lo alto con la tecno rumba de Baila conmigo: ¨²nico momento en el que el p¨²blico se puso en pie sin reservas, un momento casi de conmovedora resistencia en estos tiempos de baile proscrito, en los que el voluntarismo batalla ¨C como puede ¨C contra la resignaci¨®n agorera. Con artistas tan de raza como Sole¨¢ Morente, capaz de poner cualquier sala en ebullici¨®n, todo parece posible.
El proleg¨®meno a su actuaci¨®n lo hab¨ªa ofrecido Guille Milkyway, o lo que es lo mismo, La Casa Azul, junto a su inseparable Paco Tamarit, el m¨²sico valenciano (Serpentina, San Francisco) que adem¨¢s toca la guitarra en su banda. Lo hicieron amold¨¢ndose muy bien a las circunstancias. Tirando primero de c¨¢lidas sonoridades tropicales (Ondatr¨®pica, Louta, Cuco, Kid Bloom), luego ¨C como era l¨®gico ¨C de la rumba de Los Amaya o Rumba Tres para alfombrar la salida de Sole¨¢ Morente y finalmente pasando del Te estoy amando locamente de Las Grecas al Say So de Doja Cat para descorchar el tramo final de su sesi¨®n. Se lo pasaron en grande, y lo supieron transmitir, que es lo m¨¢s importante. Conocimiento y esp¨ªritu l¨²dico, todo en uno. O en dos, vaya.
Y hablando de resistencia, pocas estampas m¨¢s tenaces que la de los valencianos The Standby Connection defendiendo sus canciones el jueves por la noche en el Loco Club. Ese rock parsimonioso pero minucioso, cocido a fuego lento, que se mira no solo en los espejos ya conocidos (Galaxie 500, Luna o The Velvet Underground, algunos de los faros de lo que fueron los sobresalientes Polar, su antecedente) sino tambi¨¦n en Pavement, el propio Lou Reed o The Clean, dictando con mucho estilo cl¨¢sicas ense?anzas que se empe?an en no desvanecerse en un momento en el que todo parece estar en cuesti¨®n, sometido a examen. Old school para tiempos inciertos. Valor seguro en medio de la incertidumbre. La c¨¦ntrica sala fue de las primeras en abrir sus puertas, a mediados de junio, y contin¨²a con su programaci¨®n, capitalizada por bandas locales, hasta bien entrado el mes de agosto. Lo que sea con tal de no quedarse de brazos cruzados, hasta que las fronteras se abran para los m¨²sicos de fuera y volvamos a esa dudosa normalidad para la que tantos palos en las ruedas se encuentra ahora la cultura, el gran ¨²ltimo mono en la escala de prioridades de este pa¨ªs. Salta a la vista. Resignarse no es una opci¨®n.
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