Un prodigio llamado Ella Fitzgerald
Un documental se acerca a los enigmas de la formidable cantante
Fue mala suerte, supongo. Durante una temporada, me encontr¨¦ leyendo varios libros donde el protagonista curaba su soledad con la escucha de alg¨²n disco de Billie Holiday. Era f¨¢cil entender que, en esas novelas, generalmente desprovistas de otras referencias musicales, ese detalle ven¨ªa a informarnos que su h¨¦roe era una persona de exquisita sensibilidad (?igual que su autor?).
Lo incorpor¨¦ a mi Sistema de Alarma Temprana: segu¨ªa con el libro pero tomando precauciones y, muchas veces, terminaba por abandonar su lectura. Que conste lo obvio, que adoro a Lady Day. No obstante, me asombraba que el esteta en cuesti¨®n pareciera limitar su conocimiento del jazz vocal a Billie, como si fuera m¨¢s un S¨ªmbolo que una Artista. No se espera que refleje el canon del g¨¦nero pero, caramba, ignora el Problema Ella Fitzgerald.
Ver¨¢n: Ella ten¨ªa un instrumento ampliamente superior al de Billie. Una voz que adem¨¢s manejaba majestuosamente, con su atl¨¦tico dominio del scat y su arte para citar otras canciones. En cuanto a su obra, no hay comparaci¨®n posible: Billie grababa espasm¨®dicamente y no siempre en las mejores condiciones, mientras Ella lo hac¨ªa de forma sistem¨¢tica, contribuyendo de forma decisiva a la entronizaci¨®n de los standards con su colecci¨®n de Songbooks, vol¨²menes dedicados a cada compositor destacado. La amplitud, la variedad de la discograf¨ªa no tiene parang¨®n con la de ning¨²n otro vocalista del siglo XX.
La oposici¨®n alega que Ella menospreciaba las letras, no aportaba el suficiente feeling. Mentira, debo decir. Ella renunciaba al histrionismo y no lanzaba gui?os para el p¨²blico conectara el mensaje de la canci¨®n con lo que se sab¨ªa de la biograf¨ªa de la cantante.
Reticente a hablar de s¨ª misma, Ella fue un misterio en vida y lo sigui¨® siendo tras su muerte en 1996. La bibliograf¨ªa sobre ella es escasa y solo ahora se ha estrenado un documental sobre su persona, Ella Fitzgerald: Just One of Those Things. De visi¨®n obligada, aunque se trate de un trabajo convencional, lastrado por ¨Cay- la desaparici¨®n de los titanes con los que trabaj¨®.
Ya sab¨ªamos que, a diferencia de ellos, no probaba ni alcohol ni drogas pero seguro que explic¨® esa moderaci¨®n a alguno de sus coet¨¢neos. Lo mismo con sus emociones: estuvo casada brevemente con el contrabajista Ray Brown; se le desconocen otras relaciones. Puede que solo se tratara de supervivir: sus primeros a?os fueron a¨²n m¨¢s duros que los de Billie Holiday, con etapas en las que debi¨® dormir en la calle. Su momento Cenicienta ocurri¨® en una de las veladas para aficionados del Apollo Theater neoyorquina. Incluso ese mito fundacional est¨¢ envuelto en dudas: se supone que quer¨ªa presentarse como bailarina pero, en el ¨²ltimo momento, decidi¨® a cantar y se gan¨® el aplauso de unos espectadores que ten¨ªan fama de crueles.
Su carrera es ejemplar. Se atrevi¨® a explorar el be bop y prob¨® todo tipo de m¨²sicas: g¨®spel, blues, calipso, bossa nova, country, hasta soul y pop. Su discograf¨ªa resulta apabullante: grab¨® con inmensas orquestas pero tambi¨¦n en soledad con el pianista Oscar Peterson o el guitarrista Joe Pass. Alguien intentar¨¢ regatearla m¨¦ritos, hablando del respaldo de los mejores arregladores disponibles. Cierto, pero tambi¨¦n han salido docenas de directos. Para las giras, Ella eleg¨ªa canciones, secuencia y acompa?antes. Aparentemente, nunca fall¨® en entonaci¨®n, comp¨¢s, capacidad de improvisaci¨®n. Un prodigio.
Babelia
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