La fuente que dio de beber a la flota de Indias
El Puerto de Santa Mar¨ªa restaura el ¨²ltimo testigo de la costosa red de acueductos del XVIII que surti¨® de agua a las galeras reales
¡°Para atender incluso a los nav¨ªos, levant¨®, en las mismas orillas del oc¨¦ano, esta fuente de agua continua, ciertamente ¨²til y digna de admiraci¨®n para los navegantes extranjeros y vecinos¡±. En la Fuente de las Galeras Reales, con cada golpe preciso del cantero se desprende una peque?a lasca de poluci¨®n, suciedad y olvido. Una l¨¢pida casi borrada recuerda c¨®mo de sus ca?os brotaba el agua que dio de beber a la flota de Indias, antes de partir de la bah¨ªa de C¨¢diz, en el siglo XVIII. Desdibujado como un simple surtidor ornamental y ajado por las intervenciones err¨¢ticas, una restauraci¨®n busca...
¡°Para atender incluso a los nav¨ªos, levant¨®, en las mismas orillas del oc¨¦ano, esta fuente de agua continua, ciertamente ¨²til y digna de admiraci¨®n para los navegantes extranjeros y vecinos¡±. En la Fuente de las Galeras Reales, con cada golpe preciso del cantero se desprende una peque?a lasca de poluci¨®n, suciedad y olvido. Una l¨¢pida casi borrada recuerda c¨®mo de sus ca?os brotaba el agua que dio de beber a la flota de Indias, antes de partir de la bah¨ªa de C¨¢diz, en el siglo XVIII. Desdibujado como un simple surtidor ornamental y ajado por las intervenciones err¨¢ticas, una restauraci¨®n busca recuperar por fin el esplendor perdido del ¨²ltimo testigo en pie de la revolucionaria red de acueductos que acab¨® con la carest¨ªa de agua de El Puerto de Santa Mar¨ªa.
A orillas de la desembocadura del r¨ªo Guadalete y en pleno centro de la ciudad, la Fuente de las Galeras es de esos monumentos que, de tan presentes y asumidos, se hacen invisibles. Pero lo cierto es que es ¡°un testigo clave del comercio indiano¡±, tal y como explica Jos¨¦ Manuel Lojo, arque¨®logo de la empresa municipal de aguas Apemsa que se encarga de una restauraci¨®n que costar¨¢ 27.000 euros. Desde hace semanas expertos canteros de Cantomar ¡ªuna compa?¨ªa especializada en intervenciones en piedra en edificios hist¨®ricos¡ª se afanan con mimo en descubrir detalles ocultos de un surtidor levantado en 1735 como destino final de un kilom¨¦trico acueducto subterr¨¢neo.
El monumento es excepcional no solo porque el arquitecto encargado de los trabajos, Manuel Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Prada, ha encontrado ¡°muy pocas fuentes de su estilo que se conserven¡±. Sino porque habla de la presencia del poder del rey Felipe V en una zona que ya llevaba m¨¢s de dos siglos en expansi¨®n por el pujante comercio con las provincias de Ultramar. Con el descubrimiento de Am¨¦rica, El Puerto ¡ªentonces en manos del se?or¨ªo de los Duques de Medinaceli¡ª conoci¨® una expansi¨®n demogr¨¢fica que le trajo serios problemas de abastecimiento de agua.
Los pozos de la ciudad no eran suficientes para dar de beber ni a los portuenses, ni a las Galeras Reales, establecidas en la desembocadura del Guadalete como puerto por su valor geoestrat¨¦gico. La clave estaba en la cercana sierra de San Crist¨®bal, donde los manantiales de Sidue?a podr¨ªan garantizar agua de calidad. Pero la empresa no era sencilla, una primera conducci¨®n fallida por tuber¨ªas en el siglo XVII oblig¨® a la ciudad a construir una compleja red de acueductos, construidos entre 1727 y 1736, bajo la encomienda de Tom¨¢s de Idiaquez, capit¨¢n general de la B¨¦tica.
En total fue necesario horadar una galer¨ªa de m¨¢s de cinco kil¨®metros en los que el agua flu¨ªa, gracias a la pendiente de la sierra. Son los mismos t¨²neles excavados o de sillares con los que Apemsa se topa en cada obra ¡ªla ¨²ltima vez en enero de este a?o, como recuerda Lojo¡ª, pero que llevan a?os tapiados y a la espera de un proyecto de musealizaci¨®n que los haga accesibles. ¡°Ser¨ªa muy interesante hacerlos visitables porque son impresionantes¡±, apunta el arque¨®logo, aunque en la empresa explican que no existe un plan a corto plazo para una idea que necesitar¨ªa de la implicaci¨®n del Ayuntamiento.
La llamada ¡°obra de la Fuente¡± que surti¨® a El Puerto de agua clara cost¨® la friolera de 1.824.425 reales, seg¨²n contabiliz¨® en un estudio historiador local Jes¨²s Manuel Gonz¨¢lez, unos 5,4 millones de euros actuales. El montante hizo necesario que el Consejo de Castilla autorizase al cabildo municipal desviar lo recaudado con dos impuestos a este fin. Parad¨®jicamente, los portuenses pudieron beber agua de manantial con los 2 maraved¨ªes que hab¨ªa que pagar por cada 0,5 litro de vino que se consum¨ªa en la ciudad y con el 2% de todo lo que entrase en su Aduana.
Pero como no era suficiente, el Ayuntamiento se las ide¨® para cobrar a todo aquel vecino pudiente que quisiese un servicio de tuber¨ªas que les surtiese de ¡°una paja o media paja¡± de agua en su palacio. ¡°De ¨¦poca moderna, debe de ser de las primeras canalizaciones a domicilio de Espa?a¡±, apunta Lojo. Y hubo m¨¢s negocio. Como la vecina y poderosa C¨¢diz sufr¨ªa tambi¨¦n el acuciante problema del agua potable, El Puerto se lanz¨® a venderle agua que se cargaba en barcos cisterna que se acercaban a los ca?os que la Fuente de las Galeras ten¨ªa en la cara que daba al r¨ªo, hoy desaparecidos.
El l¨ªquido elemento se hizo famoso en C¨¢diz, donde solo los m¨¢s adinerados pod¨ªan costearse esa agua apreciada por su sabor en un tiempo en el que ese era un valor tan valioso como escaso. La comodidad de tener una fuente junto al muelle de atraque tambi¨¦n la hizo popular para surtir a la flota de barcos de comerciantes en sus primeras etapas de viaje hasta Am¨¦rica. Gonz¨¢lez Beltr¨¢n calcula que la ciudad consegu¨ªa unos 200.000 reales anuales con todas estas ventas. Pese al esfuerzo comercial, el Ayuntamiento necesit¨® casi diez a?os para rentabilizar la inversi¨®n.
A cambio, la ciudad obtuvo diez fuentes p¨²blicas en las que el agua era gratuita tanto para los vecinos y, en el caso del surtidor en el r¨ªo, para las Galeras Reales. De todas ellas, solo la Fuente de las Galeras y la Caja de Aguas del parque de la Victoria se mantienen en pie. Las dos conservan las l¨¢pidas que recuerdan la gesta de ingenier¨ªa, ambas llevaban sumidas en d¨¦cadas de apat¨ªa y capas de pintura. Rojo, a?il, ocre, bet¨²n, blanco; el surtidor del Guadalete sumaba manos de colores que ahora quedar¨¢n atr¨¢s al descubrir las piedras originales: caliza, ostionera ¡ªuna piedra local obtenida del mar¡ª y Tarifa.
Con cada golpe experto de cantero, los roleos vegetales y pin¨¢culos de su decoraci¨®n barroca tard¨ªa recuperan el realce perdido de una infraestructura dise?ada por el maestro mayor Bartolom¨¦ Mendiola. En el centro, dos leones rampantes coronados y el escudo de armas de Felipe V recuerdan que esto no era un surtidor cualquiera. Ahora Apemsa espera que el Ayuntamiento d¨¦ su visto bueno para que el monumento deje de ser una fuente de circuito cerrado y recupere de nuevo el suministro de agua potable ¡ªahora, con agua de red¡ª que perdi¨® hace d¨¦cadas. Justicia po¨¦tica para la fuente que dio de beber a la flota de Indias.