El viejo Tanguy y el mendigo ahogado
En Par¨ªs, a principios del siglo pasado, un pordiosero sumido en el alcohol llevaba un cuadro bajo el brazo buscando a un entendido que le diera unos francos por ¨¦l
En Par¨ªs, a principios del siglo pasado, un mendigo sumido en el alcohol llevaba un cuadro bajo el brazo buscando a un entendido que le diera unos francos por ¨¦l. Era un lienzo de peque?o formato que representaba la figura de un viejo de rostro risue?o bajo un sombrero de fieltro marr¨®n, con una casaca azul y las manos cruzadas en el regazo. No se sabe c¨®mo lleg¨® a su poder en las correr¨ªas por las tabernas de Montmartre este cuadro firmado por un tal Vincent van Gogh.
Una ma?ana el mendigo dio con la tienda de cu...
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En Par¨ªs, a principios del siglo pasado, un mendigo sumido en el alcohol llevaba un cuadro bajo el brazo buscando a un entendido que le diera unos francos por ¨¦l. Era un lienzo de peque?o formato que representaba la figura de un viejo de rostro risue?o bajo un sombrero de fieltro marr¨®n, con una casaca azul y las manos cruzadas en el regazo. No se sabe c¨®mo lleg¨® a su poder en las correr¨ªas por las tabernas de Montmartre este cuadro firmado por un tal Vincent van Gogh.
Una ma?ana el mendigo dio con la tienda de cuadros que el marchante Ambroise Vollard, un jud¨ªo avispado y dormil¨®n, acaba de abrir en la calle Laffitte, donde se pasaba el d¨ªa dormitando rodeado de lienzos de Gauguin, de C¨¦zanne, de Picasso, de Braque, de Matisse, en compa?¨ªa de un gato de angora a la espera de que entrara alguno de aquellos millonarios norteamericanos que estaban inundando de d¨®lares todo Par¨ªs.
Este marchante ten¨ªa una forma de vender muy personal. Si alguien le ped¨ªa una rebaja por un C¨¦zanne, acced¨ªa sin m¨¢s, pero si exig¨ªan una rebaja mayor por llevarse todos los cuadros que le quedaban de este pintor, entonces ped¨ªa un precio desorbitado por cada uno para romper el trato. ?Por qu¨¦? Porque entonces ten¨ªa solo dinero, pero se quedaba sin los cuadros de C¨¦zanne. Ambroise Vollard usaba un humor disolvente. Dec¨ªa que practicaba la religi¨®n jud¨ªa porque era muy friolero y la sinagoga era el ¨²nico templo que permit¨ªa a los fieles asistir al culto sin quitarse el sombrero.
El mendigo le mostr¨® el lienzo y Vollard s¨®lo tuvo que entreabrir un ojo.
¡ªEs falso. No vale nada¡ª, exclam¨®.
¡ªAbra los ojos y m¨ªrelo bien¡ª, insisti¨® el mendigo.
¡ªSe trata de una copia¡ª, dijo el marchante¡ª. El original est¨¢ colgado en la chimenea de un famoso banquero, un bar¨®n de todos conocido. Se lo vend¨ª yo.
Puesto que no val¨ªa nada, el mendigo dej¨® el cuadro con cierta displicencia apoyado en la pared, dio media vuelta y desapareci¨®. El golpe de la puerta de la calle acab¨® por despertar al marchante, quien se encontr¨® con que aquel viejo del cuadro le miraba fijamente y le sonre¨ªa. Al parecer era una de las tres versiones que Van Gogh hab¨ªa pintado del viejo Tanguy, una de ellas adquirida, al parecer, por ese arist¨®crata de las finanzas. La figura del cuadro, el viejo Tanguy, era un personaje muy popular entre los artistas que viv¨ªan en Par¨ªs. Regentaba en Montmartre una tienda de materiales de pintura, lienzos, l¨¢pices, carboncillos y tubos de colores. Era de car¨¢cter paternal y bonach¨®n; sol¨ªa aceptar un cuadro como pago hasta el punto que lleg¨® a tener una gran colecci¨®n de pintores impresionistas del momento; puede que el retrato que le pint¨® Van Gogh lo hubiera cambiado por un bastidor
Pasaron varios d¨ªas y cada vez que el marchante sal¨ªa de la modorra aquel viejo del cuadro no cesaba de mirarle insistencia como si le hablara. Despu¨¦s de manejarse durante tanto tiempo con los misterios del arte, Vollard sab¨ªa que el viejo Tanguy le estaba diciendo con los ojos que era aut¨¦ntico, que no ten¨ªa por qu¨¦ dudar de su existencia. Hay expertos en arte que perciben claramente el lenguaje.
Pasaron algunos meses hasta que Vollard, al contemplar una vez m¨¢s el cuadro, tuvo un presentimiento y se dispuso a examinarlo con el m¨¢ximo rigor. Limpi¨® el lienzo con un pa?o mojado. Luego frot¨® la pintura con una patata cruda y del rostro del viejo Tanguy y de su casaca comenzaron a emerger unas pinceladas nerviosas, ineludibles, neur¨®ticas. Vollard sab¨ªa que cada una de ellas constitu¨ªa una firma, de modo que lleg¨® a la conclusi¨®n de que ese cuadro que ten¨ªa a los pies junto al gato de angora era un aut¨¦ntico Van Gogh. El banquero s¨®lo ten¨ªa una mala copia colgada en el lugar m¨¢s visible del sal¨®n. El marchante, seg¨²n parece, se avino a cambiarlo por el cuadro del mendigo, pero entonces el mendigo ya se hab¨ªa arrojado al Sena. En las tabernas de Montmartre se contaban cosas raras acerca de este suceso.
El mundo del arte est¨¢ lleno de misterios. Una mujer desahuciada por un c¨¢ncer terminal se cur¨® cuando le llevaron a la habitaci¨®n del hospital un cuadro de girasoles pintado de Van Gogh. La ciencia no pod¨ªa hacer nada por ella, pero fue suficiente con que la mujer besara una de aquellas pinceladas de oro para quedar curada. El arte realiza esta clase de milagros, pero tambi¨¦n hay cuadros que arrastran en su interior una condena.
Tal vez el cuadro de viejo Tanguy, que durmi¨® durante muchos a?os junto al gato de angora en la tienda del se?or Vollard, con el tiempo sali¨® al mercado. Pas¨® por distintas galer¨ªas y subastas, adorn¨® salones de la alta burgues¨ªa, mansiones de artistas, de industriales, de peleteros, de reyes de la moda y, fuera autentico o falso, llevaba dentro la maldici¨®n del mendigo ahogado.