Buenas noches, Jerry
He tenido que pasar dos d¨ªas sin o¨ªr su risa para convencerme de que Gerardo Vera ha muerto. Tras un a?o y medio de descanso, le ve¨ªa recuperad¨ªsimo
He tenido que pasar dos d¨ªas sin o¨ªr su risa para convencerme de que Jerry ha muerto. Aquella risa que sonaba algunos s¨¢bados por la noche, para borrar el insomnio, para charlar con ¡°la familia¡±. ?Y vaya si charlaba, con qu¨¦ br¨ªo! Jerry era y seguir¨¢ siendo Gerardo Vera. Irene Escolar le llamaba Jerry, o t¨ªo Jerry, y yo les imaginaba como una alumna del Vassar y un profesor jud¨ªo del Actor¡¯s. Luego le ve¨ªa paseando en torno a la glorieta de Bilbao con Llu¨ªs Pas...
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He tenido que pasar dos d¨ªas sin o¨ªr su risa para convencerme de que Jerry ha muerto. Aquella risa que sonaba algunos s¨¢bados por la noche, para borrar el insomnio, para charlar con ¡°la familia¡±. ?Y vaya si charlaba, con qu¨¦ br¨ªo! Jerry era y seguir¨¢ siendo Gerardo Vera. Irene Escolar le llamaba Jerry, o t¨ªo Jerry, y yo les imaginaba como una alumna del Vassar y un profesor jud¨ªo del Actor¡¯s. Luego le ve¨ªa paseando en torno a la glorieta de Bilbao con Llu¨ªs Pasqual o con Lady Espert en un atardecer de Ferrara, tardes y tardes hablando. Jerry era una mezcla de narrador nato y enciclopedia teatral andante. Siempre estaba lleno de proyectos, de obsesiones felices y de risa. Tras un a?o y medio de descanso, le ve¨ªa recuperad¨ªsimo. Ahora lamento no haberle grabado sus horas m¨¢s apasionadas sobre Quevedo, para aquel espect¨¢culo tan dif¨ªcil en la Comedia, donde brillaban Echanove, Luc¨ªa Quintana y Marta Ribera. Tantos personajes e int¨¦rpretes que volv¨ªan como un puzle. De repente, por ejemplo, Amparo Bar¨®, enorme en Agosto, de Tracy Letts. A veces le brotaban recuerdos del futuro, una de sus pasiones favoritas. ¡°?Qu¨¦ te parecer¨ªa Carmen Machi para La Celestina?¡±, me dice. ¡±?Qu¨¦ me va a parecer! Lo que es: descomunal", le digo. ¡°Y esto te va a sorprender todav¨ªa m¨¢s: ?sabes qui¨¦n creo que estar¨ªa soberbio? Carlos Hip¨®lito para el escoc¨¦s. El asesino del sue?o¡±. Me coge por la mu?eca. ¡°El octubre siguiente, pongamos¡±. Y llega uno de sus latiguillos, casi susurrado: ¡°Pero no lo cuentes, ?eh? Todav¨ªa no¡±.
Recuperado de un infarto, quer¨ªa volver a la carga con cinco funciones: as¨ª era Jerry. Me dijo, sonriente: ¡°Cuando la vida te atiza un palo as¨ª, tambi¨¦n te da unos est¨ªmulos que no cre¨ªas tener¡±. Le recuerdo fidel¨ªsimo a sus amigos: ¡°Este montaje quiere ser para m¨ª la celebraci¨®n de la entrada de Alfredo Sanzol en el CDN¡±. Sanzol me contar¨ªa que debut¨® en la sala peque?a del Mar¨ªa Guerrero: era casi un desconocido que mont¨® S¨ª, pero no lo soy porque Jerry se empe?¨®, ¡°y cuando Gerardo se empe?aba¡¡±. Otros estrenos iban a ser Para acabar con Eddy, de ?douard Louis, en La Abad¨ªa, con la Joven Compa?¨ªa; y La sonata a Kreutzer, de Tolst¨®i, con Pedro Casablanc y Marta Poveda (¡°?Es que fue la primera obra adulta que vi, con Fern¨¢n G¨®mez!¡±) y luego quer¨ªa hacer ¡°una Verbena de la Paloma galdosiana¡±, en la Zarzuela, ¡°con mantones convirtiendo las calles de Madrid en jardines¡±, se enso?aba de colores. Y luego, ya y¨¦ndose, a la salida del C¨ªrculo de Bellas Artes: ¡°Otra cosa te quiero contar: se llama Ocean¨ªa. La historia de un ni?o homosexual con un padre falangista y millonario. Al principio hice una novela sobre la infancia y la adolescencia, pero varios amigos me han dicho: ¡®Esto es un mon¨®logo para el teatro¡¯. Y les he dado la raz¨®n, para hacerlo en marzo, antes de La Celestina¡±. Lo que me hab¨ªa re¨ªdo y apasionado con este hombre. Maldito coronavirus. Jerry ten¨ªa solo 73 a?os. Y tantas, tantas vidas¡