¡®Fracking¡¯ alien¨ªgena

Naci¨®n cautiva es una pel¨ªcula de una intensidad oscura, un laberinto de videojuego a veces demasiado confuso pero a la vez capaz de hacer cre¨ªble una distop¨ªa de un mundo gobernado por unos extraterrestres que a cambio de garantizar el orden y el sistema explotan los recursos naturales del planeta y a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n como mano de obra esclava. Como amorfos erizos met¨¢licos, estos amigos del fracking se hacen llamar legisladores y tienen de su lado a unas ¨¦lites que se benefician de su poder absoluto. Al resto, vigilados por drones y cautivos de un Gran Hermano que prefiere el subsuelo al aire libre, solo les quedan dos opciones: seguir tragando o prender la mecha que haga saltar por los aires el (nuevo) sistema.

El brit¨¢nico Rupert Wyatt se centra en la mec¨¢nica de esta primera mecha, en el detonante de esa rebeli¨®n y en sus principales ejecutores. Un juego de fichas fr¨ªo que el director mueve con ritmo met¨¢lico por un paisaje posindustrial sobre la ciudad de Chicago. Entre una tamborrada de Calanda y un antiguo club berlin¨¦s, la banda sonora electr¨®nica que firma Rob Simonsen envuelve una pel¨ªcula futurista que aborda temas tan viejos como el colonialismo, el terrorismo y la revoluci¨®n. El centro de la historia es el personaje que interpreta Ashton Sanders, hijo de un expolic¨ªa ejecutado por los extraterrestres y hermano peque?o de uno de los l¨ªderes del grupo terrorista. Sanders es un actor joven aunque a estas alturas con una presencia capaz de medirse con un veterano de la talla de John Goodman, que da vida al jefe de polic¨ªa obstinado en acabar con esta organizaci¨®n clandestina, o Vera Farmiga, una misteriosa prostituta. La pel¨ªcula quiz¨¢ desperdicia a algunos de estos personajes o resulta alambicada en su desarrollo, pero hay algo en ella tan pegado al presente que provoca un profundo desasosiego. Da igual que su oscuridad llegue de manos de un sistema gobernado por alien¨ªgenas, una inteligencia artificial o tiranos de carne y hueso.