John Reed: un siglo del cronista de la Revoluci¨®n de Octubre
El periodista John Reed muri¨® hoy hace un siglo. Yace en un peque?o t¨²mulo en el Kremlin, cerca de Lenin y de otras personalidades de la Uni¨®n Sovi¨¦tica
Fue V¨¢zquez Montalb¨¢n quien dijo: ¡°Si el ingl¨¦s E. H. Carr ha sido el mejor escritor a mucha distancia de la revoluci¨®n bolchevique, John Reed ha sido su mejor periodista¡±. Reed fue un periodista, escritor, poeta y activista norteamericano, cuya corta vida (32 a?os: de 1887 a 19 de octubre de 1920) estuvo marcada ante todo por dos acontecimientos que transformaron la historia y en los cuales ¨¦l estuvo presente: cubri¨® la revoluc...
Fue V¨¢zquez Montalb¨¢n quien dijo: ¡°Si el ingl¨¦s E. H. Carr ha sido el mejor escritor a mucha distancia de la revoluci¨®n bolchevique, John Reed ha sido su mejor periodista¡±. Reed fue un periodista, escritor, poeta y activista norteamericano, cuya corta vida (32 a?os: de 1887 a 19 de octubre de 1920) estuvo marcada ante todo por dos acontecimientos que transformaron la historia y en los cuales ¨¦l estuvo presente: cubri¨® la revoluci¨®n mexicana en 1911, acompa?ando a Pancho Villa (que le llamaba ¡°el chatito¡±) en sus incursiones por el norte de M¨¦xico, y fruto de sus cr¨®nicas fue uno de sus mejores libros, M¨¦xico insurgente (reeditado estos d¨ªas en Espa?a por la editorial Capit¨¢n Swing). El segundo hito que tuvo a Reed como testigo fue la revoluci¨®n bolchevique, de 1917.
Cuando estalla la revoluci¨®n en la ciudad de Petrogrado (luego Leningrado, ahora San Petersburgo), el periodista se incrusta en la vida cotidiana, entrevista a los protagonistas de aquel levantamiento (dos de ellas, una a Ker¨¦nski, el l¨ªder del Gobierno provisional contra el que se levantaron los bolcheviques, y a Trotski, que junto a Lenin dirigi¨® la toma del Palacio de Invierno, tuvieron relevancia mundial), y convive con ellos y con el resto de los que luego ser¨¢n comisarios del pueblo (ministros) en el primer Gobierno bolchevique.
Una vez que regres¨® a Nueva York y a pesar de que le fueron retenidos numerosos apuntes y documentos de lo ocurrido, escribi¨® uno de los libros seminales de la revoluci¨®n rusa y de la historia del periodismo: Diez d¨ªas que estremecieron al mundo, que apareci¨® en 1919. Aunque dos a?os antes lleg¨® a Petrogrado con la mochila de sus ideas izquierdistas (adquiridas en el mundo del sindicalismo y del comunismo estadounidense) y all¨ª adquiri¨® una cercan¨ªa ideol¨®gica a los militantes bolcheviques, Reed dice: ¡°Al relatar la historia de aquellos grandes d¨ªas me he esforzado por observar los acontecimientos con ojos de concienzudo analista, interesado en hacer constar la realidad¡±.
Grandes acontecimientos y vida cotidiana, la voz de los l¨ªderes y las conversaciones en las barricadas, los caf¨¦s, los autobuses¡ su centro de trabajo fue el Instituto Smolny, que ¡°zumbaba como una gigantesca colmena¡±. En el Smolny vio llegar a Lenin, hasta entonces en la clandestinidad, y ser recibido por Trotski, jefe del Comit¨¦ Militar Revolucionario, el hombre encargado de planificar la sublevaci¨®n. Trotski cedi¨® su despacho en la segunda planta del Smolny a un Lenin que lleg¨® disfrazado (ropa vieja de un obrero, gafas y una peluca que se negaba a quedarse en su sitio; adem¨¢s, se hab¨ªa afeitado su caracter¨ªstica barba rojiza) para evitar a la polic¨ªa. Vlad¨ªmir Ant¨®nov-Ovseyenko escribi¨®: ¡°Podr¨ªas haberlo confundido con un director de escuela o con un librero de viejo. Se quit¨® la peluca (¡) y entonces reconocimos sus ojos, que brillaban, como era habitual, con una chispa de humor¡±.
En Diez d¨ªas¡ refleja Reed su primera impresi¨®n: ¡°Era un hombre bajito y fornido, de gran calva y cabeza abombada sobre robusto cuello. Traje bastante usado, pantalones un poco largos para su talla. Nada que recordara a un ¨ªdolo de las multitudes¡¡±.
La primera edici¨®n de Diez d¨ªas¡ (existe una muy cuidada edici¨®n de 2017, coincidiendo con el centenario de la revoluci¨®n, ilustrada por Fernando Vicente, en Capit¨¢n Swing) tuvo dos prologuistas que revelan la significaci¨®n que los l¨ªderes bolcheviques dieron al libro: el propio Lenin y su mujer Nadia Krupskaya. El primero dice: ¡°Despu¨¦s de leer con viv¨ªsimo inter¨¦s y profunda atenci¨®n el libro de John Reed, recomiendo esta obra con todo el alma a los obreros de todo el mundo¡±. Y la Krupskaya resalta que se antoja extra?o a primera vista que este libro lo haya escrito un extranjero: ¡°John Reed est¨¢ inseparablemente unido a la Revoluci¨®n Rusa. Amaba la Rusia sovi¨¦tica y se sent¨ªa cerca de ella. Abatido por el tifus, su cuerpo reposa al pie de la muralla roja del Kremlin. Quien ha descrito los funerales de las v¨ªctimas de la Revoluci¨®n como lo hizo John Reed merece tal honor¡±.
En efecto, despu¨¦s de escribir su libro en Nueva York y de sufrir los permanentes procesos de escisi¨®n de la izquierda americana, Reed volvi¨® a Mosc¨² y muri¨® de tifus. Fue reconocido como h¨¦roe de la revoluci¨®n y enterrado con otros protagonistas de la historia de la URSS: Stalin, Krupskaya, Gagarin, Inessa Armand, Kalinin, Lunacharski, Clara Zetkin, Alexandra Kollontai... al lado del mausoleo de Lenin.
En la obra de Reed la presencia del ¡°universo Stalin¡± es muy escasa. Stalin no est¨¢ al mismo nivel que los dem¨¢s dirigentes (sobre todo, de Trotski) hasta que muere Lenin en 1924. Solo entonces, y manipulando la historia, trat¨® Stalin de convencer de lo contrario. Hay una an¨¦cdota que lo ilustra bien y que describe la historiadora Catherine Merridale en su libro El tren de Lenin (Cr¨ªtica), que cuenta el viaje desde Z¨²rich hasta Petrogrado del arquitecto de la revoluci¨®n. Un reducido n¨²cleo de camaradas le acompa?¨® en el tren sellado que lleg¨® a la Estaci¨®n Finlandia. Entre ellos no se encontraba Stalin. Uno de los cuadros can¨®nicos del viaje, pintado en el m¨¢s puro estilo realista d¨¦cadas despu¨¦s, refleja el momento en el que Lenin pone el pie en la entonces capital rusa, en abril de 1917. En el ¨®leo se le ve descendiendo de un vag¨®n de tercera clase, y un escal¨®n por encima, mirando directamente al espectador, se observa a un aguerrido bolchevique con gorra y su reconocible mostacho negro. ?Es Stalin!
Como los caracteres de los nombres de los enterrados en la muralla del Kremlin est¨¢n en cir¨ªlico, quien no conoce ese alfabeto tiene dificultades para encontrar la peque?a tumba de John Reed, de quien ahora se cumple el centenario de su muerte y de quien Trotski, en su Historia de la revoluci¨®n rusa destac¨® su ¡°mirada ingenua¡±. Ten¨ªa 30 a?os.