Muri¨® el historiador brit¨¢nico E. H. Carr, especialista en la URSS
"Como los intelectuales tienden hacia la utop¨ªa, los bur¨®cratas recelan de ella". El autor de esta frase, Edward Hallett Carr, intent¨® superar por s¨ª mismo esta dicotom¨ªa, impulsando en 1939 el an¨¢lisis realista de las relaciones internacionales. El historiador, periodista y diplom¨¢tico brit¨¢nico muri¨® el mi¨¦rcoles en Cambridge, a los noventa a?os de edad. Ha de jado un gran legado intelectual, en el que destaca su largo estudio de la Rusia sovi¨¦tica. Su influencia en los posteriores estudios de pol¨ªtica internacional ha sido profunda desde que en 1939, cuando la segunda guerra mundial acababa de estallar, publicara su Crisis de los veinte a?os.
Nacido en 1892 y educado en el Trinity College, de Cambridge -donde termin¨® su brillante carrera acad¨¦mica-, Carr ingres¨®, en 1916, en el servicio diplom¨¢tico brit¨¢nico para ocupar puestos en Par¨ªs y en Riga (Letonia). Al t¨¦rmino de la primera guerra mundial particip¨® en el Congreso de Paz de Versalles junto a otro historiador Arnold Toynbee. Posteriormente fue nombrado asesor de la Sociedad de Naciones.
Cr¨ªtica del utopismo
Su experiencia en este cargo -que abandon¨® en 1936 para ocupar la c¨¢tedra Woodrow Wilson de Relaciones Internaciones en la Universidad de Cardiff (Gales)- le impuls¨® a una dura cr¨ªtica del utopismo, que, seg¨²n ¨¦l, hab¨ªa dominado el pensamiento internacional anglosaj¨®n desde 1919. La utop¨ªa, para Carr, era el producto de la aspiraci¨®n de una ciencia naciente que confund¨ªa el prop¨®sito con la observaci¨®n, que daba m¨¢s peso a Plat¨®n que a Arist¨®teles.Consider¨® que la ideolog¨ªa de la Sociedad de Naciones estaba basada en la idea de "una armon¨ªa de intereses" derivada de la ciencia econ¨®mica de Adam Smith y apoyada en un cierto darwinismo social.
"La pol¨ªtica es, en un sentido, siempre pol¨ªtica de poder", escribir¨ªa en 1939, influido por el realismo de un Reinhold Niebuhr, y que, tras la segunda guerra mundial, crear¨ªa toda una escuela de pensamiento basado en el an¨¢lisis del poder, un factor, seg¨²n Carr, despreciado por los anglosajones entre 1919 y 1939.
Critic¨® a los metaf¨ªsicos de Ginebra y apoy¨® el acuerdo de Munich de 1938. Carr no conden¨® a Hitler tanto por su revisionismo de la paz de Versalles como por el alcance de sus acciones. Si para Hitler el criterio es la fuerza f¨ªsica, sus cr¨ªticas desde un punto de vista moral llevaban a un id¨¦ntico resultado, consider¨® Carr, quien en 1939 escribir¨ªa que "la guerra civil espa?ola asumi¨® muchos aspectos de una guerra civil europea librada sobre territorio espa?ol".
Un breve par¨¦ntesis en la vida acad¨¦mica de Carr, de 1941 a 1946, le llev¨® al cargo de subdirector del prestigioso peri¨®dico matutino The Times. Desde este lugar reconoci¨® los nuevos cambios en el reparto de los poderes en Europa y en el mundo y critic¨® la fe idealista de los norteamericanos en las Naciones Unidas, una postura que result¨® revolucionaria en el Reino Unido de esta ¨¦poca.
Los ¨²ltimos treinta a?os de la vida de Carr estuvieron principalmente dedicados a los catorce gruesos vol¨²menes que escribi¨® sobre la Historia de la Rusia sovi¨¦tica, aplaudida por sus consideraciones sobre la burocracia y su lucidez en el an¨¢lisis de la influencia de la historia y tradici¨®n rusas en la formaci¨®n del Estado sovi¨¦tico. As¨ª, su an¨¢lisis del poder se volvi¨® en los ¨²ltimos a?os m¨¢s matizado.
Si Carr ha dejado marcas como te¨®rico e historiador, su estancia en Letonia le permiti¨® entrar en contacto con la literatura sovi¨¦tica. Escribi¨® un Estudio sobre Dostoievski y posteriormente una obra sobre Los rom¨¢nticos exiliados. Casado con Anne Howe, y con un hijo, la salud de Carr se vino deteriorando en los ¨²ltimos tiempos.
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