La escala de la sirena
Para avisar de alteraciones de las mareas, no hay en otras ciudades un dispositivo sonoro tan singular como el de Venecia
Pareciendo emerger como un espejismo, Venecia no es sin embargo una erecci¨®n contra natura, sino la expresi¨®n emblem¨¢tica de la capacidad humana de conocer lo que la naturaleza permite, y transformarla en consecuencia. No soy de los que albergan esa nostalgia, tan com¨²n en nuestra ¨¦poca, de un estado pret¨¦rito en el que supuestamente estar¨ªamos reconciliados entre nosotros y con el entorno natural. Nuestra relaci¨®n con la naturaleza tiene necesariamente un aspecto conflictivo, del que solo con inteligencia podemos salir bien parados. La naturaleza responde a una necesidad implacable que no permite milagros: se deja desvelar (por la ciencia), pero nunca someter ni violar. Explotar sus posibilidades internas de transformaci¨®n es lo ¨²nico que (mediante la t¨¦cnica) el hombre puede hacer. Pues bien:
Una inteligencia plena de mesura posibilit¨® esa Venecia que efectivamente los ojos estupefactos de un ni?o ven como milagrosa transformaci¨®n del agua misma. La inteligencia dispuso la urdimbre y trama que constituyen los centenares de puentes lagunares, mediante los cuales agrestes islas dispersas se erigieron en lo que vendr¨ªa a ser la ciudad. Prodigioso tejido, custodiado con mimo en el suceder de las generaciones a fin de mantener un ¨¢mbito privilegiado para el hombre, sin herir el entorno natural que sirve de soporte. Pues si se intenta ir m¨¢s all¨¢, la naturaleza pone al osado en su sitio. De sentirse violentada, o simplemente ignorada, la naturaleza se rebela haciendo inviable la persistencia de esa honra al esp¨ªritu humano que es Venecia.
La inteligencia compensa en el ser humano lo fr¨¢gil de su animalidad, y de ello Venecia es un s¨ªmbolo
Integrante esencial de la atm¨®sfera sonora de Venecia es el resonar de las campanas en las torres eclesi¨¢sticas, alguna de las cuales, as¨ª la de San Marcos, es de hecho un emblema de la ciudad. Pero en ocasiones el sonido emitido puede sorprender, pues se trata de se?ales de alarma para prevenir de la subida de la marea, la temida acqua alta. Como todas las localidades mar¨ªtimas, Venecia se halla marcada por la alternancia entre pleamar y bajamar. Pero, para advertir de posibles alteraciones del fen¨®meno, no en todas hay un dispositivo sonoro tan singular como el de Venecia.
Curioso el evocador nombre de sirena (dado en 1819 por su inventor el f¨ªsico franc¨¦s Cagniard de la Tour) para un artefacto llamado a alertar. Para los o¨ªdos de los venecianos el sonido de las viejas sirenas electroac¨²sticas era usual. Pero la frecuencia de acentuadas mareas hizo necesario sustituirlas por un sistema digital mayormente operativo, completando el conocido sonido con un segundo, menos l¨²gubre pero m¨¢s inquietante, que puede incluir hasta cuatro ¡°notas¡± en escala. Tranquilidad si al sonido convencional sigue una sola y prolongada nota, pues el nivel no sobrepasar¨¢ los 110 cent¨ªmetros. Una segunda nota, m¨¢s alta que la anterior, anuncia 120 cent¨ªmetros. Inquietud si aparece una tercera, pues son ya 130 cent¨ªmetros¡, y decidida alarma si se introduce una cuarta, ya que el nivel superar¨¢ los 140 cent¨ªmetros y, como m¨ªnimo, la vida cotidiana se ver¨¢ fuertemente alterada.
Se ha hablado mil veces de potenciales causas de los nuevos y reiterados fen¨®menos: la alteraci¨®n del entorno lagunar por las grandes naves que en tantos lugares son hoy signo de la reducci¨®n de antiguos puertos de mar a avenidas de ocio; el fracaso del sistema de protecci¨®n llamado MOSE, cuyas compuertas han sido incapaces de evitar la calamidad del pasado noviembre; el crecimiento exponencial de aseos que supone la conversi¨®n de los palacios en hoteles, con multiplicaci¨®n de desag¨¹es dif¨ªcilmente compatible con el equilibrio entre estructura lagunar y estructura urbana, lo cual quiz¨¢s m¨¢s que con l¡¯acqua alta tiene que ver con la calamidad sim¨¦trica llamada acqua bassa¡ Pues bien:
Para los 50.000 ciudadanos de Venecia que perseveran en el mantenimiento de sus costumbres, celebraciones y lugares de encuentro cotidiano, hay un interno combate: intentar que la emisi¨®n de notas m¨²ltiples por la nueva ¡°sirena¡± no apague el ¨¢nimo. Pues a partir de la tercera nota y el consiguiente temor de que, una vez m¨¢s, la cotidianeidad quede interrumpida, surgir¨¢ quiz¨¢s la tentaci¨®n de trasladar el propio domicilio a terra ferma, acentuando as¨ª la sustituci¨®n de habitantes de Venecia por contempladores, quienes, en su deambular, tendr¨¢n a¨²n menos oportunidades de captar alg¨²n rescoldo del alma de la ciudad. Alma cuya presencia ni siquiera barruntan aquellos que, desde las inmensas naves que perturban los zattere, agitan febrilmente unas c¨¢maras ¨¢vidas de im¨¢genes ast¨¦nicas.
La inteligencia compensa en el ser humano lo fr¨¢gil de su animalidad, y de ello Venecia es un s¨ªmbolo. Mas entonces, la dificultad para hacer viable el mantenimiento de esa profunda civilizaci¨®n (con espejo en la sencilla riqueza de su vida cotidiana) es signo de la magnitud de nuestra estulticia. Prudente la advertencia de Horacio a todos aquellos que quisieran ignorar su propio fondo: ¡°Expulsa la naturaleza con una furca, retornar¨¢ siempre¡±.
V¨ªctor G¨®mez Pin es fil¨®sofo. Premio Internazionale per Venezia (Istituto Veneto di Scienze Lettere ed Arti 2009).
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