Estilo eterno, asuntos presentes

Trat¨® asuntos que son ahora pr¨¢cticamente los mismos que se celebraban o deploraban en una ¨¦poca que, en periodismo, lleva su nombre. Esa ¨¦poca empez¨® a principios de los a?os sesenta y acab¨® abruptamente en Bangkok, en octubre de 2003, cuando a Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n le fall¨® el coraz¨®n corriendo hacia un avi¨®n que le llevar¨ªa a su casa en Barcelona. Es una leyenda del periodismo, un poeta, un novelista, uno de los principales testigos del cambio de guardia en la vida espa?ola, del franquismo a la democracia. Su prosa dependi¨® a la vez de la cultura y del ritmo de contar. La literatura de otros, o las canciones, estaban detr¨¢s de esa capacidad para contar cualquier cosa como si en su mente de escritor (y de escritor de peri¨®dicos, sobre todo) hubiera un piano dict¨¢ndole la rima laica de sus cr¨®nicas o de sus columnas.

Ahora que hubiera cumplido 80 a?os su presencia de periodista ha sido atra¨ªda a la ¨¦poca del enfado, para devolverle al oficio lo que ¨¦l invent¨® para ¨¦l: el sentido del humor, la claridad compleja de su diluvio de hallazgos. Una colecci¨®n de esos tesoros que dibuj¨® para el oficio tiene que ser, cualquiera que sea la selecci¨®n, una enciclopedia de los augurios (buenos y malos) de V¨¢zquez Montalb¨¢n. Y es el caso de esta enciclopedia compilada por uno de sus grandes seguidores, Francesc Salgado, a quien se debe una dedicaci¨®n p¨®stuma que no ha permitido que duerma en el pa¨ªs del purgatorio literario el prestigio que sigui¨® la vida fulgurante de MVM.

Su prosa, el arquitrabe de su estilo, dependi¨® a la vez de la cultura y del ritmo de contar. En ¨¦l, como en Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, todo se convirti¨® en aire, hasta lo m¨¢s pesado. Su descubrimiento nacional fue cuando public¨® aquella Cr¨®nica sentimental de Espa?a en Triunfo; y ya no par¨® de referirse a todos los asuntos (desde Franco y la dictadura hasta el Estado de las autonom¨ªas y, c¨®mo no, de las ansiedades hist¨®ricas o presentes, de Catalu?a y de Barcelona). A la cultura (pol¨ªtica, period¨ªstica) de ce?o fruncido y muy poblado (aquel ce?o como de Carrero Blanco), MVM opone la alegr¨ªa de escribir. Su velocidad es un rasgo de su estilo, entre Kubala y Luis Su¨¢rez; lleg¨® hasta Cruyff, no conoci¨® a Messi (deplora Salgado), pero en cierto modo presinti¨® que alg¨²n d¨ªa tambi¨¦n tendr¨ªa ese ¡°ej¨¦rcito desarmado¡± de Catalu?a, como ¨¦l llam¨® al Bar?a, una estrella como el argentino.

Sus cr¨®nicas estaban llenas de predicciones que el tiempo ha ido cumpliendo. Por ejemplo, Franco resucitar¨ªa, y ah¨ª est¨¢, en sus cr¨®nicas, esa predicci¨®n que inclu¨ªa el levantamiento de la losa. Su estilo es eterno, es decir, perdura por encima de otras invenciones sint¨¢cticas de la era en que el periodismo parece un potaje que acepta cualquier garbanzo de piedra. En cualquiera de los g¨¦neros ¨¦l sobresali¨® (y sobresale) porque ante lo mezquino opon¨ªa la grandeza de las met¨¢foras y lanzaba, con la precisi¨®n de un augur certero, desaf¨ªos para los periodistas de esta ¨¦poca, a la que le falta su humor porque tambi¨¦n le hace falta su cultura.

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Autor: Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Edici¨®n y pr¨®logo de Francesc Salgado.

Editorial: Literatura Random House, 2019

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