?Sue?an los hologramas con aplausos el¨¦ctricos?
Pinchazo a su paso por Barcelona del fen¨®meno virtual nip¨®n Hatsune Miku, la primera estrella del pop que no existe y a la que, por lo tanto, no tienes por qu¨¦ aplaudir
Es de noche, est¨¢ oscuro, y camino detr¨¢s de un par de chicas de 12 a?os por los alrededores del m¨ªseramente iluminado Palau Sant Jordi de Barcelona. Una le est¨¢ diciendo a la otra que Jap¨®n es Asia y que por eso Hatsune Miku, su ¨ªdola, es asi¨¢tica, porque es japonesa. Dice: ¡°Jap¨®n es Asia, ?vale? Esto es Europa. T¨² eres europea, y yo soy europea. Pero Hatsune es asi¨¢tica, bueno, Hatsune es un holograma, pero es asi¨¢tica, porque viene de Jap¨®n¡±. Bien. Las seguidoras del fen¨®meno virtual?¡ª oh, llam¨¦mosle de esa manera por no llamarle variada franquicia de productos o excusa para un evento otaku de calado mundial o intento de organizar comuniones orgi¨¢sticas de amantes del j-pop, el pop japon¨¦s¡ª son muy conscientes de que han pagado 54 euros para pasar el rato en una sala ¡ªel Sant Jordi Club¡ª con los m¨²sicos de carne y hueso de su ¨ªdola, y su ¨ªdola, claro, pero que no van a respirar, como anta?o, el mismo aire que ella, porque ella no respira en absoluto.
Hatsune Miku, la primera estrella del pop que no existe y, sin embargo, recorre de gira todo el mundo y presume de haber teloneado a Lady Gaga y de reunir en sus conciertos a 40.000 portadores de barras de luz ¡ªese es, descubro, uno de los mandamientos de la religi¨®n miku¡ª, se cre¨®, me cuenta una chica con unas llamativas lentillas azules y una peluca azul de largas coletas. ¡°No hay mucha gente que lo sepa¡±, me dice, ¡°pero el vocaloid? ¡ªnombre oficial del invento en s¨ª: la voz unida a las proyecciones en 3D, es decir, al holograma en cuesti¨®n¡ª se cre¨® en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, pero acab¨® en Jap¨®n porque aqu¨ª nadie quer¨ªa invertir en algo as¨ª, y all¨ª s¨ª¡±. Se llama Estefan¨ªa, tiene 32 a?os, y est¨¢ aqu¨ª con su novio, Carlos. ?Qu¨¦ hace aqu¨ª? ¡°Es toda una experiencia¡±, dice, aunque el concierto a¨²n no ha comenzado, ¡°?Vamos a ver un holograma en directo!¡±, a?ade. Estefan¨ªa y Carlos han quedado con amigos ¡°de Internet¡±. Algo com¨²n en todo evento otaku ¡ªas¨ª se llama a los fans del anime y el manga¡ª que se precie.
Detr¨¢s de la pareja, la barra del bar. Vac¨ªa. Quedan diez minutos para el inicio del concierto y nadie est¨¢ pidiendo una cerveza. Claro, este no es un concierto convencional, me digo. Tal vez ni siquiera sea un concierto. S¨ª, hay m¨²sicos ¡ªcuatro, dos chicas, y dos chicos, a los que imagino enamorando a alguno de los japoneses que llevan sigui¨¦ndoles desde el inicio de la gira, pagando religiosamente los m¨¢s de 100 euros que se pagan por tener acceso a una zona VIP en la que no, no van a poder charlar con la cantante¡ª, pero tambi¨¦n hay un plasma enorme?¡ªy anticlim¨¢tico¡ª y ning¨²n tipo de intercambio. Es curioso, hora y media despu¨¦s, cuando finalice el concierto, me dir¨¦ que lo m¨¢s sorprendente no es ver a gente entusiasmarse ¡ªnunca demasiado, el supuesto concierto es m¨¢s un espejo en el que el p¨²blico se mira, como se mira cuando juega a?Just Dance¡ª porque suena su canci¨®n favorita, sino que nadie aplauda. Los mikus agitan las barras de luz cuando suenan los primeros acordes del tema, pero no aplauden cuando acaba.
La voz unida a las proyecciones en 3D, es decir, al holograma en cuesti¨®n ¨C se cre¨® en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
?Para qu¨¦ iban a hacerlo? La diva, en realidad, los divos, porque hasta otros cinco hologramas acompa?an a Miku en el escenario? ¡ªse turnan, y de ah¨ª el asunto de las barras de colores, que solo pueden ser oficiales, ni hablar de crear tu propia barra de luz, tienes que pagar los 35 euros que cuesta cada una de ellas; al respecto, solo han podido comprarse durante el d¨ªa de hoy en una tienda concreta de Barcelona, ante la que se formaron largas colas¡ª, desaparecen en cuanto el tema se acaba. El p¨²blico es escaso, escas¨ªsimo. En su mayor¨ªa, treinta?eros, aunque tambi¨¦n hay veintea?eros, y algunos ni?os y ni?as de seis, siete, diez a?os, con sus padres. Entre estos, hay quienes se quedan en la entrada, jugando a la Nintendo Switch ¡ªhay cuatro, porque, oh, sorpresa, Hatsune Miku es tambi¨¦n la diva de un videojuego, y por eso, en el escenario, ella y el resto, se mueven como si en cualquier momento alguien fuese a gritar ¡°FIGHT!¡±¡ª, ?les dir¨¢n luego a sus amigos que fueron a un concierto?
Lo que veo ¡ªobviemos la tragedia de los padres que no han querido someterse al martilleo del j-pop de dibujo animado y esperan a sus hijos en la puerta del recinto, d¨¢ndole sorbos a una cerveza, sentados en el suelo¡ª es la en¨¦sima evoluci¨®n de los 15 minutos de fama de Andy Warhol. Porque si algo es Hatsune Miku es un recipiente, un contenedor de la ansiosa necesidad de atenci¨®n de sus seguidores. Cualquiera de ellos puede convertirse ma?ana en el compositor de uno de sus temas estrella. Es Hatsune Miku el primer fan fiction de la canci¨®n. De hecho, la compa?¨ªa que la comercializa, Crypton Future Media, ha creado una licencia para que cualquiera pueda superponer la m¨²sica que le apetezca a sus im¨¢genes. Y luego, organiza concursos en los que tu canci¨®n puede ser la ganadora y acabar, como esta noche, siendo cantada por un millar, puede que dos, de personas. ¡°Hoy va a cantar por primera vez en espa?ol¡±, me chiva Estefan¨ªa. Parece divertida. La canci¨®n se llama Mikufiesta. Y no se me ocurre mejor manera de definir lo que ha pasado ah¨ª dentro esta noche que con esa nueva palabra tan extra?amente infantil.
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