El hombre desatado
Como en su propia vida, ante sus retos profesionales el humor era el elemento desacralizador
La manera en que Jos¨¦ Luis Cuerda encar¨® la promoci¨®n de El bosque animado en 1987 fue llamativa. Se hartaba de repetir que con una adaptaci¨®n tan buena como la del guionista Rafael Azcona de la novela de Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez muy burro tendr¨ªa que ser el director para hacer una mala pel¨ªcula. A Azcona no le agradaban las declaraciones p¨²blicas de aprecio sobre su persona, pero en este caso hizo una excepci¨®n y Cuerda se convirti¨® en alguien cercano para ¨¦l. Sol¨ªa decir Azcona que las pel¨ªculas son de los directores, que en eso no cabe duda. Lo extra?o, a?ad¨ªa, es cuando ellos mismos insisten tanto en repetirlo. De ah¨ª proven¨ªa quiz¨¢ la afinidad con Cuerda, cada uno sab¨ªa estar en su sitio. Para Azcona, el talento de un director se podr¨ªa resumir en la escena de esa pel¨ªcula de la llamada fingida de tel¨¦fono de Luis Ciges ante las se?oronas del pueblo. Una cosa era lo que hab¨ªa sobre el papel y otra el milagro retratado. Aquel encargo del productor Eduardo Ducay se convirti¨® en el trampol¨ªn de Cuerda en el cine espa?ol. Hasta entonces tan solo hab¨ªa rodado una pel¨ªcula, Pares y nones, que fue forzada a pertenecer a la etiqueta de comedia madrile?a.
Sus piezas para Televisi¨®n Espa?ola hab¨ªan destacado, pero ninguna tanto como Total, en 1983. Entonces la cadena paralizaba el pa¨ªs y Cuerda lanz¨® all¨ª su tarjeta de visita. Nada m¨¢s comenzar, en un valle hermoso, el pastor interpretado por Agust¨ªn Gonz¨¢lez lanza un bramido hacia su reba?o: ¡°?Oveeja!¡±. Un letrero nos advierte de que estamos en Londres en el a?o 2598. All¨ª se escond¨ªa una joya del humor surreal con ra¨ªz aut¨®ctona y capital en Albacete. Al d¨ªa siguiente no se hablaba de otra cosa en el colegio. Lo que parec¨ªa un accidente vino a completarse gracias al ¨¦xito de El bosque animado, que permiti¨® a Cuerda rodar en 1989 la pel¨ªcula que marcar¨ªa un hito, Amanece, que no es poco. Pese a la indiferencia en su estreno, la escasa acogida y el habitual ninguneo, a?o tras a?o fue creciendo la parroquia de los fieles. Es la ¨²nica pel¨ªcula de culto nacional, cuyos di¨¢logos se citan para escenificar las dimensiones del desconcierto espa?ol.
La cinefilia de Cuerda, que pertenec¨ªa a la generaci¨®n de directores formados a¨²n en la cultura del cine club y las salas de barriada, le aventuraron en una carrera donde hay sitio para casi todos los g¨¦neros. El melodrama, la comedia, la fantas¨ªa, la Guerra Civil, la serie de televisi¨®n y hasta la pel¨ªcula-manifiesto le resultaron retos profesionales. Pero como en su propia vida, el humor era el elemento desacralizador, incluso tras sus antol¨®gicos ataques de ira en rodaje. Los que fueron sus v¨ªctimas no lo olvidan. Los que lo hemos disfrutado solo en torno a una mesa, con el buen vino que acab¨® por cultivar, con el apetito intacto, pese a las dietas y el doloroso autocontrol, ve¨ªamos a un se?or gozador, aut¨¦ntico y de opiniones bien armadas.
Los estudios teol¨®gicos se combinaban con las ense?anzas de un padre jugador profesional de cartas, que un d¨ªa gan¨® el coche y otro el piso en Madrid, seg¨²n contaba Cuerda en escenificaciones de infancia descacharrantes. Los espa?oles descubrieron su humor y su personalidad con sus apariciones en programas de cierta controversia donde no era f¨¢cil encontrar a un librepensador, agitador y fundamentalista del ingenio.
Su visi¨®n de la trascendencia filos¨®fica se contrastaba con la certeza del tocino y la morcilla. Termin¨® de coronar su accidentada carrera en el cine con Tiempo despu¨¦s, un acto de amor producido por fan¨¢ticos de su persona junto al hijo de su primer productor, F¨¦lix Tusell. Sus opiniones pol¨ªticas, de una cr¨ªtica vitri¨®lica, le ganaron alg¨²n disgusto y alg¨²n enemigo, pero nimiedades en comparaci¨®n al placer inmenso de sentirse libre. A ello tambi¨¦n ayud¨® la independencia econ¨®mica, que logr¨® tras apostar por Alejandro Amen¨¢bar cuando las leyes de cine permitieron en los noventa que directores consagrados produjeran las primeras pel¨ªculas de los talentos nacientes. Una rara etapa de nuestra industria, sepultada por el poder¨ªo de las televisiones. Cuerda no se mord¨ªa la lengua y encontr¨® en Twitter un espacio para el absurdo que resulta de exprimir la realidad. Ejerc¨ªa de viejo prematuro y termin¨® de profeta de j¨®venes que encontraban en ¨¦l al anciano so?ado.
En el funeral de su mujer Cuerda ley¨® lo que el hor¨®scopo del peri¨®dico le vaticinaba en el d¨ªa de su muerte. Todo proyectos y entusiasmos plenos de vida que hicieron re¨ªr a los asistentes. Esa era su clave, soltar el humor all¨ª donde era menos esperado. La persona trascendi¨® al director de cine, como suced¨ªa en sus mejores pel¨ªculas. Deja para los anales otro heterodoxo nacional inclasificable y reacio a dejarse cazar como una mariposa en las colecciones de los entom¨®logos. Su muerte no hace m¨¢s que precipitar el descalabro de quienes quieren contar c¨®mo era. Cuerda fue siempre un hombre desatado.
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