¡®En los dominios del sue?o¡¯, adelanto del nuevo libro de Bill Bryson

Cap¨ªtulo 16. El sue?o

I

Dormir es lo m¨¢s misterioso que hacemos. Sabemos que es vital; solo que ignoramos exactamente por qu¨¦. No podemos decir a ciencia cierta para qu¨¦ sirve el sue?o, cu¨¢l es la cantidad adecuada para obtener la m¨¢xima salud y felicidad, o por qu¨¦ algunas personas caen en sus brazos con facilidad mientras otras luchan perpetuamente para alcanzarlo. Le dedicamos una tercera parte de nuestra vida. En el momento de redactar estas l¨ªneas, yo tengo sesenta y seis a?os: en la pr¨¢ctica, eso significa que he estado durmiendo todo lo que llevamos de siglo XXI.

No hay ninguna parte del cuerpo que no se beneficie del sue?o o no sufra por su ausencia. Si nos privan de ¨¦l durante el tiempo suficiente, moriremos, aunque tambi¨¦n constituye un misterio qu¨¦ es exactamente lo que nos mata cuando no dormimos. En 1989, en un experimento que es poco probable que se repita dada su crueldad, un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago mantuvieron despiertas a 10 ratas hasta que murieron; hicieron falta entre 11 y 32 d¨ªas para que el agotamiento las venciera mortalmente. Las autopsias no mostraron ninguna anormalidad que pudiera explicar su muerte: sus cuerpos simplemente se dieron por vencidos.

El sue?o se ha asociado a numerosos procesos biol¨®gicos, como consolidar los recuerdos, restablecer el equilibrio hormonal, vaciar el cerebro de las neurotoxinas acumuladas y reajustar el sistema inmunitario. En un estudio se comprob¨® que un grupo de personas con signos iniciales de hipertensi¨®n que empezaron a dormir cada noche una hora m¨¢s que antes mostraban una significativa mejora en sus lecturas de presi¨®n arterial. En suma, pues, el sue?o parecer¨ªa ser una especie de puesta a punto nocturna del cuerpo. Como declaraba en 2013 a la revista Nature Loren Frank, de la Universidad de California en San Francisco: ?La historia que todos cuentan es que el sue?o es importante para transferir recuerdos al resto del cerebro. El problema es que b¨¢sicamente no hay evidencias directas de esa idea?. Pero hasta ahora tampoco hemos sabido dar respuesta a la cuesti¨®n de por qu¨¦, para hacer eso, debemos vernos obligados a renunciar a la consciencia de una forma tan plena y absoluta. No es solo que cuando dormimos estemos desconectados del mundo exterior, sino que durante la mayor parte del tiempo estamos paralizados.

El sue?o es, obviamente, mucho m¨¢s que un mero descanso. Un hecho curioso es que los animales que hibernan tambi¨¦n tienen periodos de sue?o. Puede que a la mayor¨ªa de nosotros eso nos resulte sorprendente, pero lo cierto es que la hibernaci¨®n y el sue?o no son lo mismo, al menos desde una perspectiva neurol¨®gica y metab¨®lica. Hibernar es algo m¨¢s parecido a estar conmocionado o anestesiado: el sujeto est¨¢ inconsciente, pero no propiamente dormido. De modo que un animal en hibernaci¨®n necesita unas horas diarias de sue?o convencional dentro de su estado general de inconsciencia. Otro hecho sorprendente para la mayor¨ªa de nosotros es que los osos ¡ªlos m¨¢s famosos dormilones invernales¡ª en realidad no hibernan. La aut¨¦ntica hibernaci¨®n implica una profunda inconsciencia y un dr¨¢stico descenso de la temperatura corporal, a menudo en torno a los 0¡ãC. Seg¨²n esta definici¨®n, los osos no hibernan, puesto que su temperatura corporal se mantiene en niveles pr¨®ximos a los normales y adem¨¢s se despiertan con facilidad. Resulta m¨¢s adecuado calificar su sue?o invernal como un estado de letargo.

Sea lo que fuere lo que nos da el sue?o, es algo m¨¢s que un mero periodo de inactividad reparadora. Tiene que haber algo que nos lleve a ansiar ardientemente quedar a merced de posibles ataques de bandidos o depredadores; sin embargo, que sepamos, dormir no hace nada por nosotros que no pudiera hacerse igualmente estando despiertos, pero en reposo. Tampoco sabemos por qu¨¦ pasamos gran parte de la noche experimentando esas surrealistas y a menudo inquietantes alucinaciones a las que llamamos sue?os. Ser perseguidos por zombis o encontrarse inexplicablemente desnudos en una parada de autob¨²s no parece, a primera vista, una forma especialmente reconstituyente de pasar las horas de oscuridad.

Y, sin embargo, existe la creencia universal de que el sue?o debe de responder a alguna profunda necesidad elemental. Lo observaba hace ya muchos a?os el eminente investigador del sue?o Allan Rechtschaffen: ?Si el sue?o no cumple una funci¨®n absolutamente vital, entonces es el mayor error que ha cometido jam¨¢s el proceso evolutivo?. No obstante, por lo que sabemos, lo ¨²nico que hace el sue?o es (en palabras de otro investigador) ?prepararnos para estar despiertos?.

Parece ser que todos los animales duermen. Incluso criaturas tan simples como los nematodos y las moscas de la fruta tienen periodos de inactividad. La cantidad de sue?o necesaria var¨ªa considerablemente de una especie a otra. Los elefantes y los caballos duermen solo dos o tres horas cada noche. Se ignora por qu¨¦ necesitan tan poco, ya que la mayor¨ªa de los otros mam¨ªferos requieren mucho m¨¢s tiempo. Todav¨ªa se dice que el animal al que se consideraba el campe¨®n del sue?o entre los mam¨ªferos, el perezoso de tres dedos, duerme hasta veinte horas al d¨ªa; pero esa cifra proviene del estudio de perezosos cautivos, que no tienen depredadores ni demasiadas cosas que hacer. Los perezosos silvestres, en cambio, duermen en torno a las 10 horas diarias, no mucho m¨¢s que nosotros. Un hecho extraordinario es que algunas aves y mam¨ªferos marinos pueden apagar solo la mitad de su cerebro alternando entre ambas, de modo que una mitad permanece alerta mientras la otra dormita.

Se puede datar el origen de nuestra moderna comprensi¨®n del sue?o en una noche de diciembre de 1951, cuando un joven investigador de la Universidad de Chicago que estudiaba la materia, Eugene Aserinsky, prob¨® una m¨¢quina para medir las ondas cerebrales que hab¨ªa adquirido su laboratorio. El sujeto voluntario de Aserinsky para aquella primera noche de prueba fue Armond, su hijo de ocho a?os.

Noventa minutos despu¨¦s de que el peque?o Armond se hubiera sumido en lo que habitualmente era una noche de sue?o tranquilo, Aserinsky se qued¨® perplejo al ver que, de repente, el rollo de papel milimetrado del monitor cobraba vida y empezaba a dibujar el tipo de trazos irregulares normalmente asociados a una mente activa y despierta. Cuando Aserinsky entr¨® en la habitaci¨®n, descubri¨® que Armond segu¨ªa profundamente dormido pero que sus ojos se mov¨ªan visiblemente bajo los p¨¢rpados. Aserinsky acababa de descubrir el que pasar¨ªa a conocerse como sue?o de movimientos oculares r¨¢pidos, la m¨¢s interesante y misteriosa de las m¨²ltiples fases de nuestro ciclo de sue?o nocturno. No puede decirse exactamente que Aserinsky corriera a publicar sus resultados: pasaron casi dos a?os antes de que apareciera un peque?o informe sobre el descubrimiento en la revista Science.*

* Aserinsky era un tipo interesante, aunque extremadamente inquieto. Antes de llegar a la Universidad de Chicago en 1949, a la edad de veintisiete a?os, asisti¨® a otras dos universidades y curs¨® sucesivamente estudios de sociolog¨ªa, preparaci¨®n a la medicina, espa?ol y odontolog¨ªa, sin completar sus estudios en ninguna de esas materias. En 1943 fue reclutado por el ej¨¦rcito, y, pese a ser ciego de un ojo, pas¨® la guerra como experto en desactivaci¨®n de explosivos.

Hoy sabemos que una noche de sue?o normal se divide en varios ciclos, cada uno de los cuales consta a su vez de varias fases (cuatro o cinco, dependiendo del m¨¦todo de clasificaci¨®n que se prefiera). Primero viene la etapa de renunciar a la consciencia, algo que la mayor¨ªa de nosotros tardamos entre cinco y quince minutos en lograr por completo. A ello le sigue un periodo en el que tenemos un sue?o ligero pero reparador, como en una siesta, durante unos veinte minutos. En estas dos primeras fases, el sue?o es tan superficial que, de hecho, podemos estar dormidos pero creer que estamos despiertos. Luego viene un sue?o m¨¢s profundo, que dura aproximadamente una hora, del que resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil despertar al durmiente (algunos expertos dividen a su vez este periodo en dos etapas, lo que da al ciclo del sue?o un total de cinco fases distintas en lugar de cuatro). Finalmente llega la fase, ya mencionada, de los movimientos oculares r¨¢pidos (abreviada MOR, o m¨¢s frecuentemente REM, por sus siglas en ingl¨¦s), que es cuando experimentamos la mayor parte de nuestros sue?os.

Durante la fase REM del ciclo, el durmiente se queda pr¨¢cticamente paralizado, pero los ojos experimentan peque?os movimientos r¨¢pidos por debajo de los p¨¢rpados cerrados como si estuvieran presenciando un acuciante melodrama, mientras que el cerebro se muestra tan activo como en cualquier momento de la vigilia. De hecho, algunas partes del prosenc¨¦falo est¨¢n m¨¢s vivas durante el sue?o REM que cuando estamos plenamente conscientes y andando de un lado a otro.

No sabemos con certeza a qu¨¦ se deben los movimientos oculares del sue?o REM. Una idea obvia es que estamos ?visualizando? nuestros sue?os. No todo nuestro cuerpo se paraliza durante esta fase. El coraz¨®n y los pulmones siguen funcionando por razones obvias, y tambi¨¦n est¨¢ claro que los ojos tienen libertad de movimiento; pero todos los m¨²sculos que controlan el movimiento corporal est¨¢n constre?idos. La explicaci¨®n que se postula con mayor frecuencia es que la inmovilizaci¨®n impide que nos hagamos da?o lanzando golpes o tratando de huir de un ataque cuando nos vemos atrapados en una pesadilla. Un n¨²mero muy reducido de personas sufren una afecci¨®n denominada trastorno de comportamiento del sue?o REM, en la que las extremidades no se paralizan, y, de hecho, a veces se lastiman a s¨ª mismas o a su pareja dando golpes. En otros casos, la par¨¢lisis no remite de forma inmediata al despertar, y la v¨ªctima se encuentra despierta pero incapaz de moverse; al parecer una experiencia profundamente inquietante, pero que afortunadamente tiende a durar solo unos momentos.

La fase REM abarca hasta dos horas de cada noche de sue?o, aproximadamente una cuarta parte del total. Los periodos de sue?o REM tienden a alargarse con el transcurso de la noche, de modo que cuando m¨¢s so?amos suele ser en las ¨²ltimas horas antes de despertar.

Los ciclos de sue?o se repiten cuatro o cinco veces por noche. Cada ciclo dura alrededor de 90 minutos, pero su duraci¨®n exacta puede variar. Parece ser que el sue?o REM es importante para el desarrollo. Los beb¨¦s reci¨¦n nacidos pasan al menos el 50% de sus horas de sue?o (que en cualquier caso es la mayor parte del d¨ªa) en esta fase, mientras que los fetos puede llegar hasta el 80%. Durante mucho tiempo se crey¨® que todos nuestros sue?os se produc¨ªan durante la fase REM, pero un estudio realizado en 2017 en la Universidad de Wisconsin descubri¨® que el 71% de las personas so?aban durante la fase no REM (frente al 95% que lo hac¨ªan durante la fase REM). Asimismo, la mayor¨ªa de los hombres tienen erecciones durante esta fase, mientras que, de manera similar, las mujeres experimentan un aumento del flujo sangu¨ªneo en los genitales. Nadie sabe por qu¨¦ ocurre eso, pero no parece estar claramente asociado a impulsos er¨®ticos. Por regla general, las erecciones masculinas nocturnas se prologan hasta un periodo de m¨¢s o menos dos horas.

Por las noches estamos m¨¢s agitados de lo que la mayor¨ªa de nosotros pensamos. Una persona normal, como media, se da la vuelta o cambia significativamente su posici¨®n entre 30 y 40 veces en el transcurso de la noche. Tambi¨¦n nos despertamos mucho m¨¢s de lo que creemos. Los momentos de alerta y despertares breves que experimentamos durante la noche pueden sumar hasta un total de 30 minutos sin que seamos conscientes de ello. En una visita a una cl¨ªnica del sue?o que realiz¨® con el fin de documentarse para su libro Night, publicado en 1995, el escritor A. ?lvarez tuvo la impresi¨®n de que hab¨ªa experimentado una noche de sue?o ininterrumpido, pero al revisar su gr¨¢fico por la ma?ana descubri¨® que en realidad se hab¨ªa despertado en 23 ocasiones. Tambi¨¦n hab¨ªa tenido cinco periodos en los que hab¨ªa so?ado, pese a lo cual no recordaba ninguno de aquellos sue?os.

Adem¨¢s del sue?o nocturno normal, tambi¨¦n nos permitimos dar alguna que otra breve cabezada en horas de vigilia, en un estado conocido como hipnagogia, una oscura regi¨®n situada a medio camino entre la vigilia y la inconsciencia, a menudo sin darnos cuenta de ello. En un alarmante descubrimiento, cuando un equipo de cient¨ªficos especializados en sue?o estudiaron a una docena de pilotos de l¨ªneas a¨¦reas que hac¨ªan vuelos de largo recorrido, result¨® que casi todos se quedaban dormidos, o casi dormidos, en un momento u otro del vuelo sin ser conscientes de ello.

La relaci¨®n entre el durmiente y el mundo exterior suele ser curiosa. La mayor¨ªa de nosotros hemos experimentado mientras dormimos esa sensaci¨®n abrupta de tropezar y caer conocida como sacudida hipn¨®tica o espasmo miocl¨®nico. Nadie sabe por qu¨¦ nos pasa. Una teor¨ªa postula que su origen se remonta a los tiempos en los que dorm¨ªamos en las copas de los ¨¢rboles y deb¨ªamos tener cuidado de no caer. La sacudida podr¨ªa ser como una especie de simulacro de incendio. Esto puede parecer un tanto exagerado, pero no deja de ser curioso, si se piensa, que sin importar lo profundamente inconscientes, o agitados, que estemos, casi nunca nos caigamos de la cama, ni siquiera cuando dormimos en camas con las que no estamos familiarizados como las de los hoteles y similares. Puede que estemos muertos para el mundo, pero hay alg¨²n centinela en nuestro interior que toma nota de d¨®nde est¨¢ el borde de la cama y no nos permite rodar m¨¢s all¨¢ de este (salvo en circunstancias extremas condicionadas por el alcohol o la fiebre). Parece, pues, que una parte de nosotros sigue prestando atenci¨®n al mundo exterior aun en el caso de quienes duermen m¨¢s profundamente. Diversos estudios realizados en la Universidad de Oxford y comentados por Paul Martin en su libro Counting Sheep descubrieron que las agujas del electroencefalograma de los sujetos de las pruebas se disparaban cada vez que se pronunciaba su propio nombre en voz alta mientras dorm¨ªan, pero no reaccionaban cuando se recitaban otros nombres desconocidos para ellos. Otras pruebas han mostrado asimismo que a la gente se le da bastante bien despertarse a una hora predeterminada sin necesidad de reloj despertador, lo que significa que alguna parte de la mente durmiente debe de estar haciendo un seguimiento del mundo real m¨¢s all¨¢ del cr¨¢neo.

Puede que los sue?os sean tan solo un subproducto de nuestra ?limpieza? cerebral nocturna. Mientras el cerebro elimina residuos y consolida recuerdos, los circuitos neuronales se activan de forma aleatoria produciendo breves im¨¢genes fragmentarias, algo parecido a cuando saltamos de un canal de televisi¨®n a otro buscando algo que ver. Frente a este flujo incongruente de recuerdos, ansiedades, fantas¨ªas, emociones reprimidas y dem¨¢s, posiblemente el cerebro intente construir un relato coherente, o tambi¨¦n es posible, dado que est¨¢ descansando, que no lo intente en absoluto y se limite a dejar fluir todos esos pulsos inconexos. Eso podr¨ªa explicar por qu¨¦ generalmente no recordamos demasiado los sue?os pese a su intensidad: porque, en realidad, no son ni importantes ni significativos.

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Autor: Bill Bryson
Editorial: RBA
Traductor: Francisco J.?Ramos Mena
Formato: 512 p¨¢ginas. 20 euros.

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