Simone de Beauvoir, un s¨ªmbolo feminista
Babelia adelanta un cap¨ªtulo de la biograf¨ªa que ha escrito Kate Kirkpatrick sobre la autora francesa, a la venta a partir de hoy
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"Debemos respeto a los vivos; a los muertos solo les debemos la verdad".
Voltaire
Le Monde no fue el ¨²nico peri¨®dico que anunci¨® la muerte de Beauvoir con t¨¦rminos sexistas, despreciativos y falsos, estableciendo de esta manera el tono de su vida ultraterrena. Los obituarios de la prensa internacional y de las revistas literarias presentaban a Beauvoir como una mujer que sigui¨® a Sartre hasta en la muerte, pues aun en su fallecimiento ocup¨® obedientemente el lugar que le correspond¨ªa: el segundo. Si en los obituarios de Sartre no se hac¨ªa menci¨®n alguna de Beauvoir, los de ella en cambio mencionan siempre a Sartre, en ocasiones por extenso, dejando el espacio correspondiente a las obras de Simone de Beauvoir pr¨¢cticamente en nada.
The Times de Londres apostill¨® que Sartre fue "su gur¨²"; que cuando estudiaba filosof¨ªa en la Soborna hab¨ªa sido "alumna de Brunschvicg, pero [que] en la pr¨¢ctica sus maestros fueron dos compa?eros de estudios con los que tuvo aventuras amorosas: Ren¨¦ Maheu y Sartre". De hecho, Beauvoir hab¨ªa estudiado realmente con Brunschvicg, hizo sus progresos filos¨®ficos sin la ayuda de esos hombres, instruy¨® a Maheu y a Sartre sobre Leibniz antes del examen oral de la agr¨¦gation y analiz¨® cr¨ªticamente casi todo lo que escribi¨® Sartre a lo largo de su vida.
En The New York Times leemos que "Sartre encendi¨® sus ambiciones literarias y la indujo a investigar esa opresi¨®n que tanta ira y tantas acusaciones provocaba en Le seconde sexe". Sartre s¨ª que encendi¨® sus ambiciones literarias y no cabe duda de que Beauvoir ten¨ªa en muy alta estima a su "amigo incomparable del pensamiento". Pero su libro se titulaba Le deuxi¨¨me sexe, y para entonces ella ya llevaba mucho tiempo desarrollando su filosof¨ªa y su an¨¢lisis de la opresi¨®n de las mujeres. The Washington Post no solo cit¨® mal el t¨ªtulo de la obra, sino que adem¨¢s describi¨® a Beauvoir como la "enfermera de Sartre", la "bi¨®grafa de Sartre", la "desconfiada" mujer de Sartre.
Cabr¨ªa esperar m¨¢s justicia de las revistas literarias especializadas, pero no fue as¨ª. Las siete p¨¢ginas que ocupa la entrada "Simone de Beauvoir" en el Dictionary of Literary Biography Yearbook est¨¢n dedicadas tanto a Sartre como a Beauvoir. Se dice que Sartre, verdadero protagonista del art¨ªculo, la hac¨ªa sentirse "intelectualmente dominada" y que le sugiri¨® la idea de El segundo sexo.
En la Revue de deux mondes leemos que en su caso "la jerarqu¨ªa se respeta [hasta en la muerte]: ella es la n¨²mero dos, la que fallece despu¨¦s de Sartre; [...] como es una mujer, no deja de ser nunca una admiradora incondicional del hombre al que ama". Es una fan, un recept¨¢culo vac¨ªo, un ser sin imaginaci¨®n: "Tiene la misma fantas¨ªa que un tintero", dec¨ªa el articulista. Y no eran estos sus ¨²nicos defectos. Mediante su rol en "la familia" Beauvoir limit¨® y perjudic¨® a un gran hombre: "La vida de Sartre habr¨ªa sido distinta sin el infranqueable muro construido en torno a la pareja, sin esa venganza cuidadosamente sostenida".
En 1991, cuando se public¨® la traducci¨®n al ingl¨¦s de sus cartas a Sartre, incluidos los pasajes en que habla de sus relaciones sexuales con Bienenfeld y Sorokine, los cr¨ªticos dijeron que era "una mujer vengativa y manipuladora", no tanto "escandalosa cuanto egoc¨¦ntrica e insustancial". Claude Lanzmann se opuso en su momento a la publicaci¨®n de la correspondencia porque Beauvoir y Sartre hab¨ªan sido en su juventud unos "pretenciosos y competitivos" escritores de cartas, y aunque Beauvoir alguna vez hubiera pensado mal de sus allegados, la simple idea de herirlos le resultaba insoportable: nunca falt¨® a una cita con su madre, con su hermana, con personas ajenas a la familia, si es que hab¨ªa aceptado reunirse con ellas, o con alumnas a las que conoc¨ªa desde hac¨ªa tiempo, porque era sumanente leal a las ideas compartidas en el pasado.
Lanzmann ten¨ªa raz¨®n: las palabras de Beauvoir hicieron da?o. Como la biograf¨ªa escrita por Deirdre Bair hab¨ªa hecho p¨²blica su identidad, Bianca Lamblin escribi¨® su propia biograf¨ªa, Memorias de una joven informal, y acus¨® a Simone de llevar toda la vida mintiendo. Seg¨²n ella, estaba siendo "presa de su antigua hipocres¨ªa".
Pero es muy triste tener que reducir la vida de Beauvoir a sus peores momentos, a esas momias de yoes muertos que ella tanto lamentaba. Puede que hubiera estado atrapada por su propio pasado, pero tambi¨¦n era presa de los prejuicios sociales; su vida es un buen reflejo de la doble moral que encerraba a las mujeres en "la condici¨®n femenina" y, sobre todo, del modo en que eran castigadas cuando se atrev¨ªan a decir la verdad, cuando reivindicaban la facultad de ser el "ojo que ve" y descubr¨ªan los vicios de los hombres.
Sartre fue tambi¨¦n objeto de sus cr¨ªticas, tanto desde el punto de vista personal como desde el filos¨®fico y el pol¨ªtico: Beauvoir pensaba que Jean-Paul ten¨ªa puntos d¨¦biles, y los hizo p¨²blicos para que los viera tambi¨¦n el resto del mundo. Aun as¨ª, decidi¨® ser su amante compa?era.
Beauvoir fue enterrada junto a Sartre en el cementerio de Montparnasse, con su turbante rojo, su albornoz rojo y el anillo de Algren. Fue homenajeada por asociaciones de todo el mundo, desde el Partido Socialista franc¨¦s hasta universidades de Estados Unidos, Australia, Grecia y Espa?a. En el funeral, la multitud core¨® las palabras de ?lisabeth Badinter: "?Mujeres, se lo deb¨¦is todo!".
Puede que exagerasen a causa del dolor, pero Beauvoir fue la primera en admitir que a algunas mujeres sus ideas les parec¨ªan "perturbadoras".10 A los pocos d¨ªas de su muerte se public¨® su ¨²ltimo escrito: el pr¨®logo de la novela Mihloud. Es una historia de amor entre dos hombres en la cual se plantean cuestiones relativas a la sexualidad y el poder. Al igual que tantos otros libros en los que hab¨ªa colaborado como prologuista, este contaba una historia que no conven¨ªa hacer p¨²blica: el Holocausto, la tortura y violaci¨®n de las mujeres argelinas, los esfuerzos del feminismo o la marginaci¨®n de una lesbiana de mucho talento; es decir, aspectos de la humanidad que muchas personas no se atrev¨ªan a afrontar.
Cuando muri¨®, Beauvoir llevaba cuarenta a?os siendo una celebridad: era tan querida como odiada, tan vilipendiada como idolatrada. Desde entonces se han utilizado algunos episodios de sus primeros a?os con Sartre como argumento ad feminam para socavar su integridad moral, as¨ª como los desaf¨ªos filos¨®ficos, pol¨ªticos y personales planteados en sus obras, sobre todo en El segundo sexo. Beauvoir hab¨ªa afirmado que los hombres, si quer¨ªan vivir de acuerdo con los principios de la ¨¦tica, deb¨ªan reconocer que sus actos contribu¨ªan a oprimir al resto de la humanidad y hacer algo para enmendarse. Y tambi¨¦n hab¨ªa desafiado a las mujeres para que dejasen de creer en el mito de que ser mujer es ser para el hombre. Resulta dif¨ªcil salir adelante como persona si desde fuera te juzgan de una manera implacable.
Desde dentro, Beauvoir nunca se consider¨® "un ¨ªdolo". En una entrevista con Alice Schwarzer, declar¨®: "Soy Simone de Beauvoir para otras personas, no para m¨ª misma?.Sab¨ªa que las mujeres deseaban imitar modelos positivos; a menudo le preguntaban por qu¨¦ no hab¨ªa creado personajes m¨¢s animosos, en vez de escribir acerca de mujeres incapaces de estar a la altura de sus ideales feministas. Algunas dijeron ver a Beauvoir en sus personajes femeninos: ?y si estos no estaban a la altura de sus ideales feministas porque la propia Beauvoir tampoco lo estaba?
Simone respondi¨® que los h¨¦roes buenos eran "horribles" y que los libros con esos h¨¦roes le parec¨ªan aburridos. Una novela, dijo, "es una problem¨¢tica". Y, seg¨²n ella, eso era tambi¨¦n su propia vida:
"La historia de mi vida es una especie de problem¨¢tica; yo no quiero ofrecer soluciones a la gente y la gente no tiene derecho a esperar soluciones de m¨ª. Por eso, a veces, me molesta mi "celebridad" ¡ªes decir, la atenci¨®n de la gente¡ª. Hay exigencias que me parecen un tanto est¨²pidas, porque me aprisionan y me insertan en una especie de bloque de hormig¨®n feminista".
Mientras estuvo viva, las mujeres rechazaron sus ideas simplemente por su modus vivendi: porque amaba a demasiados hombres, o amaba al hombre equivocado, o amaba al hombre adecuado pero de forma torpe (a¨²n no sab¨ªan lo de sus relaciones l¨¦sbicas). La acusaron de dar demasiado poco de s¨ª misma o de dar en exceso, de ser demasiado feminista o no lo bastante. Beauvoir reconoci¨® que su forma de tratar a los dem¨¢s no siempre hab¨ªa sido irreprochable. Lamentaba profundamente el sufrimiento que su relaci¨®n con Sartre causaba a les tiers, es decir, a los "terceros" contingentes.
Cuando Schwarzer le pregunt¨® si el hecho de que su relaci¨®n con Sartre fuera el mayor ¨¦xito de su vida significaba que realmente hab¨ªan conseguido mantener una relaci¨®n basada en la igualdad, Beauvoir contest¨® que entre ellos nunca hab¨ªa surgido el problema de la desigualdad porque Sartre no ten¨ªa "ninguna de las caracter¨ªsticas del opresor". Resulta llamativo que la propia Beauvoir dijera entonces que "si hubiera amado a otra persona que no fuera Sartre", no se habr¨ªa dejado subyugar. Algunos han interpretado ese comentario como que Beauvoir escap¨® de la dominaci¨®n gracias a su independencia profesional; las feministas se preguntan si obr¨® de mala fe, si Sartre era "el ¨²nico aspecto sacrosanto de su vida que deb¨ªa proteger hasta de sus propias cr¨ªticas".
Hoy en d¨ªa, no cabe duda de que fue cr¨ªtica con Sartre, aunque para muchos no lo bastante.
A mediados de la d¨¦cada de 1980, un fil¨®sofo estadounidense le dijo a Margaret Simons que estaba molesta con Beauvoir porque en su autobiograf¨ªa hablaba siempre de "nosotros". ?D¨®nde estaba ella? "Hab¨ªa desaparecido por completo". Pero no hab¨ªa desaparecido. Usaba su voz. Hablaba de "nosotros", pero tambi¨¦n dec¨ªa "yo", porque cre¨ªa que "se puede estar unida a un hombre y seguir siendo feminista". De hecho, se pod¨ªa estar unida a varios hombres... y a varias mujeres. Pensaba que lo m¨¢s importante de ella eran sus pensamientos, y que Sartre era su amigo incomparable. Los cr¨ªticos de Beauvoir la consideraban una segundona sin imaginaci¨®n; hasta sus amantes le dec¨ªan que su libros eran aburridos o que estaban sobrecargados de filosof¨ªa; pero Sartre fue, durante gran parte de su vida, su "principal fuente de apoyo", un interlocutor en un encuentro de dos mentes inigualables.
Nunca sabremos c¨®mo fue Beauvoir desde dentro: la vida vivida no se puede reconstruir a partir de la vida narrada. Pero, desde fuera, no debemos olvidar la fuerza con que luch¨® para llegar a ser ella misma. A veces escribi¨® de manera imperceptible sobre su "yo". En La fuerza de las cosas afirma que ten¨ªa su propia filosof¨ªa relativa al ser y a la nada antes de conocer a Sartre, el hombre que se hizo famoso por escribir, justamente, El ser y la nada. Hab¨ªa un "enfrentamiento fundamental "entre el ser y la nada que yo esboc¨¦ en mi diario cuando ten¨ªa veinte a?os, y que he intentado resolver sin ¨¦xito en todos mis libros". Pero tambi¨¦n dijo que, despu¨¦s de La invitada, algo cambi¨®: "Siempre ten¨ªa 'algo que decir".
En Final de cuentas (1972) hay un pasaje en el que Beauvoir dice expl¨ªcitamente que prefer¨ªa compartir la vida con alguien que fuese "muy importante para ella: generalmente Sartre, y en ocasiones Sylvie". Dice a las claras que no establec¨ªa distinci¨®n alguna entre "yo" y "nosotros" porque, dejando aparte algunos breves per¨ªodos, siempre tuvo a alguien con ella. Posteriormente describi¨® la soledad como "una especie de muerte", y se retrat¨® a s¨ª misma como alguien que volv¨ªa a la vida cuando sent¨ªa "el calor del contacto humano".
A Beauvoir le encantaba la filosof¨ªa, pero quer¨ªa que esta expresara la "realidad palpable", quer¨ªa "rasgar la red h¨¢bilmente tejida de nuestro yo convencional". En muchos casos eligi¨® la literatura como medio ideal para lograrlo porque sus personajes tomaban forma al estar en contacto unos con otros. Nietzsche pensaba que "es imposible instruir en el amor", pero Beauvoir cre¨ªa que era posible mostrarlo. En sus novelas pon¨ªa ejemplos concretos de hombres y mujeres que adolec¨ªan de falta de reciprocidad. Y en El segundo sexo hizo afirmaciones expl¨ªcitamente filos¨®ficas: que el amor, para ser moral, debe ser rec¨ªproco, esto es, que tanto el amado como la amada deben ser reconocidos como seres conscientes y libres; que deben involucrarse en los proyectos vitales del otro y, cuando su amor es sexual, ser vistos como sujetos sexuales, no como objetos.
Cuando Rousseau analiza en t¨¦rminos pol¨ªticos la historia de la "civilizaci¨®n" en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, lo que pretende es identificar las desigualdades existentes entre los seres humanos. Cuando en La genealog¨ªa de la moral Nietzsche mira al pasado para arrojar luz sobre la moralidad del presente, afirma que con la "muerte de Dios" se hace necesaria una "reconsideraci¨®n de los valores". Beauvoir pensaba que era necesaria una reconsideraci¨®n filos¨®fica de la mujer, y que las mujeres no podr¨ªan alcanzar la libertad si no hab¨ªa una revaluaci¨®n de lo que la "civilizaci¨®n" llamaba amor.
Cuando un fil¨®sofo como Plat¨®n utiliza una narraci¨®n literaria para exponer sus ideas, se dice que eso es filosof¨ªa. Cuando habla del amor, se dice que es filosof¨ªa, incluso si lo hace en un contexto en el que la pederastia es una norma cultural y analiza algo tan absurdo como el cuento de que todos los seres humanos fueron en otro tiempo cuadr¨²pedos, que hemos sido separados de nuestra otra mitad, y que ahora anhelamos reunirnos con la parte que nos falta.
La vida de Simone de Beauvoir se convirti¨® en s¨ªmbolo del ¨¦xito para unas mujeres que ya no se contentaban con "so?ar a trav¨¦s de los sue?os de los hombres". Beauvoir fue "la voz feminista del siglo XX", fue una fil¨®sofa cuyo pensamiento modific¨® claramente las normas legales y la vida de muchas mujeres. Sin embargo, en 2008, en el centenario de su nacimiento, Le Nouvel Observateur decidi¨® homenajearla publicando una foto suya desnuda, cuando ella misma hab¨ªa intentado ilegalizar las im¨¢genes expl¨ªcitas de mujeres.
Desde dentro, Beauvoir se ve¨ªa como un devenir incesante. Cre¨ªa que ning¨²n aspecto de su vida mostraba a la verdadera Simone de Beauvoir porque "no hay un solo instante de la vida que concilie todos los momentos que la componen". Toda acci¨®n alberga la posibilidad de fracasar, y algunos fracasos solo se hacen manifiestos cuando ya no tienen remedio. El tiempo pasa, los sue?os cambian, y el yo est¨¢ siempre fuera de nuestro alcance. Los momentos singulares en el devenir de Beauvoir fueron extraordinariamente diversos. Pero, si hay una cosa que aprender de la vida de Simone de Beauvoir, es esta: nadie llega a ser uno mismo estando solo.
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Autora: Kate kirkpatrick.
Traducci¨®n: Fernando Borrajo.
Editorial: Paid¨®s, 2020.
Formato: tapa blanda (448 p¨¢ginas) y ebook.
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