Cuando Estados Unidos arde por racismo, Kendrick Lamar canta
La m¨²sica del rapero es el mejor destello de la psicolog¨ªa moral de los afroamericanos, de esos pensamientos que nacen de la tensi¨®n racial en toda la naci¨®n
Las im¨¢genes de las calles de Estados Unidos ardiendo han vuelto a proliferar en las pantallas. Am¨¦rica, ese inmenso crisol social que abander¨® el desarrollo cultural del siglo XX, vuelve a chocar contra s¨ª misma. Los disturbios causados por la muerte de George Floyd, estrangulado con su rodilla por el agente Derek Chauvin en Minnesota, han incendiado el pa¨ªs, que afronta la mayor ola de protestas desde el asesinato de Martin Luther King en 1968. Ya en 2014, im¨¢genes muy parecidas se sucedieron ante el asesinato de Michael Brown, un joven afroamericano desarmado al que mat¨® un polic¨ªa en Ferguson (Misuri) y que tras el juicio qued¨® libre. Entonces, solo un a?o despu¨¦s del caso Brown, Kendrick Lamar public¨® To Pimp a Butterfly.
Hay discos que captan la psicolog¨ªa de los tiempos como sofisticados medidores de temperatura. To Pimp to Butterfly es uno de ellos. Si los hay es porque detr¨¢s hay artistas que se elevan por encima del resto, capaces de destripar las entra?as de una sociedad hasta exponer sus v¨ªsceras y sus ¨®rganos vitales con toda la enfermedad que llevan dentro. Lamar, el mejor rapero del siglo XXI, el ¨²nico en su especie en conseguir un premio Pulitzer, lleva desde que debut¨® en 2004 elev¨¢ndose hasta ofrecer la m¨¢s certera panor¨¢mica de la condici¨®n de ser negro en EE UU en estos tiempos. No solo es To Pimp a Butterfly, una obra maestra que define una ¨¦poca, sino tambi¨¦n su antecesor good kid, m.A.A.d city (2012) y su posterior DAMN (2017). Nadie despliega con tanta crudeza, con tantos juegos de palabras y sonidos envolventes, la crueldad de ser negro en una Am¨¦rica donde el racismo sigue institucionalizado, empezando por Trump, un presidente que manipula el discurso en favor de la supremac¨ªa blanca, un pir¨®mano al frente de la Casa Blanca que ya en los noventa, tal y como se puede ver en la miniserie As¨ª nos ven, regalaba discursos de odio como multimillonario de Nueva York contra los negros en el famoso caso de los cinco de Central Park, donde se acus¨® injustamente a cinco menores de Harlem de un ataque brutal a una mujer blanca.
En plena resaca de los disturbios raciales de Ferguson,?To Pimp a Butterfly midi¨® la temperatura nociva de EE UU. Corr¨ªa 2015 y todav¨ªa estaba Barack Obama, pero el problema era estructural. Hoy, apenas cinco a?os despu¨¦s, sigue estando vigente. Kendrick Lamar sigue sonando actual. Su m¨²sica sigue siendo el mejor destello de la psicolog¨ªa moral de los afroamericanos, de esos pensamientos que nacen de la tensi¨®n racial en toda la naci¨®n y que terminan por destaparse abruptamente ante casos de brutalidad policial.
Como lo fuera el blues, el jazz y el soul en d¨¦cadas pasadas, el rap es el altavoz que actualmente m¨¢s se esfuerza por mostrar la complejidad de la condici¨®n afroamericana. Sus sonidos urbanos forman parte de la da?ada piel negra desde su nacimiento en el Bronx. Conviene recordarlo: las calles de South Bronx, empobrecidas y abandonadas como guetos en guerra, ard¨ªan a mediados de los setenta cuando naci¨® esa m¨²sica peligrosa y atronadora en parques y fiestas que se dio en llamar hip hop. Una m¨²sica que volv¨ªa a concienciar a los negros de s¨ª mismos. Y lo hac¨ªa de una forma m¨¢s radical que g¨¦neros antecesores: el hip hop les obligaba a observar desde la barrera. Les explicaba con claridad que no eran ni ser¨ªan.
Kendrick Lamar canta de la existencia de ser negro desde dentro de la barrera. Con talento compositivo, recoge todo un reguero de observaciones que vienen desde la eclosi¨®n del hip hop hasta d¨ªa de hoy, conectando la realidad con su fantas¨ªa narrativa. As¨ª, como toda gran obra,?To Pimp a Butterfly va de lo particular a lo general. La perspectiva individual de su creador se convierte en un reflejo enciclop¨¦dico de la raza negra estadounidense en el siglo XXI. La historia del propio rapero volviendo a su casa, despu¨¦s de obtener el ¨¦xito y autoproclamarse como el ¡°rey de Nueva York¡± en el mundo del hip hop, termina por pasar como un relato de la condici¨®n negra. Es el negro con su b¨²squeda de identidad, su fe maltrecha, su rabia consolidada ante la injusticia social y sus contradicciones con su propia comunidad (¡°?Entonces por qu¨¦ llor¨¦ cuando Trayvon Martin estaba en la calle / cuando las guerras de bandas me hicieron matar a un negro m¨¢s negro que yo?¡±, canta en The Blacker the Berry en referencia al chaval que mataron a tiros en Miami en 2012).
?Por qu¨¦ escuchar a Kendrick Lamar ahora? Porque su m¨²sica refleja que, si el sistema est¨¢ roto, hay impulsos para querer hacer algo realmente dr¨¢stico que demuestre que el sistema no es aceptable. Algo dr¨¢stico como un sonido rompedor, confluyendo en To Pimp a Butterfly el rap, el free jazz y el spoken word. Es decir, confluyendo el hip hop de la Costa Oeste, ese G-funk tan ambiental de Los ?ngeles -su ciudad de nacimiento- a?adi¨¦ndole colaboraciones de padrinos como Snoop Dog o Dr. Dre, la improvisaci¨®n del jazz contempor¨¢neo con m¨²sicos que participan como Kamasi Washigton, Robert Glasper y Thundercat y la fuerza de los recitados sobre estos fondos al m¨¢s puro estilo de The Last Poets y Gil Scott-Heron. Todo, sin dejar de citar la aparici¨®n de George Clinton, maestro del funk, en el primer corte y la producci¨®n compartida de Flying Lotus, sobrino nieto de John Coltrane y Alice Coltrane y talento del jazz-electr¨®nico. En otras palabras: Lamar confluye una historia poli¨¦drica del orgullo negro en una obra que goza de una absorbente fluidez sonora, como el monumental What¡¯s Going On de Marvin Gaye. Y si posee esta virtud y tambi¨¦n es monumental es porque se mueve en el terreno de lo psicol¨®gico, del pensamiento interno, de la potencia humana que hay detr¨¢s.
Una potencia que coge la jerga de la calle y la despliega como un rompecabezas. Sin orden determinado y con una ambiciosa cr¨ªtica sociopol¨ªtica. Doreen St. F¨¦lix, periodista cultural afroamericana del New Yorker, defini¨® a Lamar como ¡°un griot moderno¡±. El griot es un contador de relatos en ?frica, alguien que viene de la tradici¨®n oral y cuenta las historias como lo har¨ªa un poeta o un m¨²sico ambulante. Fascina por c¨®mo lo cuenta, por su particular modo de captar la atenci¨®n. El rapero de Los ?ngeles es el griot de las calles repletas de negros y a punto de explotar en decenas de ciudades norteamericanas, usando muchas palabras con varios significados, d¨¢ndoles m¨¢s carga simb¨®lica, para siempre hacerlas girar con locura o clavarse como pu?ales de corte profundo en la idea de Am¨¦rica. En la idea de EE UU vista desde la barrera de los afroamericanos. Una idea que se canta con rabia en To Pimp a Butterfly (un t¨ªtulo que admite m¨¢s de un significado y juega con la idea de ¡°chulear¡± a la mariposa, siendo la mariposa el negro que acepta el sistema y se olvida de las condiciones duras que pasa la oruga en la ciudad). Rabia porque como dec¨ªa James Baldwin: ¡°Ser un negro en este pa¨ªs y ser relativamente consciente de ello es estar en una rabia casi todo el tiempo.¡±
El caso de George Floyd m¨¢s que una causa parece la gota que ha colmado el vaso. La causa subyacente ante las revueltas es la supremac¨ªa blanca, la discriminaci¨®n, esa cuesti¨®n que EE UU no ha conseguido resolver desde su fundaci¨®n. Cuesti¨®n que con Donald Trump de presidente no hace m¨¢s que adentrarse en un callej¨®n sin salida, erosionando cada vez m¨¢s a una de las democracias m¨¢s solventes del mundo, en un posible cambio de paradigma en el siglo XXI.
De nuevo, EE UU arde por racismo. Es hora de poner a Kendrick Lamar con el volumen al 10.
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