Charles Dickens: Charlot, McCartney y la Navidad
Un siglo y medio despu¨¦s de su muerte, la huella del escritor ingl¨¦s se palpa no solo en la literatura, sino en nuestra forma de sentir el mundo
Al igual que Charlot o McCartney en Beatles, Charles Dickens fue una estrella global. Desde su eclosi¨®n con apenas 25 a?os, gust¨® a todos. Como los otros dos, fue imparable y con el don de la oportunidad. Los tres estuvieron en el momento preciso ante el clic: Dickens, el de la fotograf¨ªa; Chaplin, el del cine, y McCartney y los suyos, ante la televisi¨®n y los tocadiscos compactos. Eran reconocibles, asediados, buscados, exigidos y adorados. Fuerzas autodidactas, en apariencia inagotables, que ven¨ªan de donde no deber¨ªan haber salido ¡ª la pobreza, la orfandad, el otro lado de la ley¡ª para llegar a donde ¡ªsin saberlo nadie¡ª les estaban esperando. Hoy no es posible imaginar el mundo sin ellos. Entusiasmo, creaci¨®n, absoluta desfachatez ante la contenci¨®n ya sea ante la denuncia, el buen gusto, la cursiler¨ªa, lo genial, la no imposible conexi¨®n entre popular y excelente.
Sin Dickens no es posible el emigrante que no quiere irse de donde tratan de echar (al pobre que quiere comer dentro del mismo restaurante que los dem¨¢s). Es Charlot vagabundo y la florista ciega, los finales de bolsillos vac¨ªos y grandes esperanzas. Pero tambi¨¦n es Dickens quien denuncia en Tiempos modernos o El gran dictador. Dickens es My Love y Obladi Oblada, pero tambi¨¦n Golden Slumbers (un t¨ªtulo muy dickensiano) o Here, There and Everywhere. Pero en especial es Dickens esa canci¨®n al piano, esos dedos que dan unas notas facilonas pero irresistibles, ese gancho mel¨®dico al que nunca llega un virtuoso y s¨ª un autodidacta (solo intu¨ª que sonar¨ªa mejor). Es Martha, my Dear, ese final de pel¨ªcula que nos mata de placer culpable. Hugh Grant subiendo a tocar Softly junto a un ni?o maltratado y vejado.
Es impensable Chaplin sin Dickens como no hay Frank Capra (Wonderful Life no es sino retorcer con perversidad el brazo de Cuento de Navidad) o David Lean o George Cukor o maravillas como Ladr¨®n de bicicletas. Pero tambi¨¦n el montaje paralelo o los primeros planos en Griffith son Dickens como se?al¨® Eisenstein o los personajes bizarros de David Lynch. El cine ¡ªy las teleseries¡ª le sent¨® bien a Dickens, a sus novelas derivadas de los romances medievales, narraciones de acontecimientos y personajes fuera de lo com¨²n. Y en ¨¦l, el personaje que no cambia, el Gary Cooper que las circunstancias del devenir novelesco hacen m¨¢s sombr¨ªo pero nunca destruyen, en un viaje hasta la redenci¨®n, casi siempre dentro de un sistema en el que cree. Es l¨®gico que crea en que los buenos vencen y que la justicia existe si es humana (ya Kafka, dickensiano de pro, crear¨ªa laberintos sin salida) porque ¨¦l es el ejemplo mismo de ese buen final que llena de esperanzas a toda una sociedad (la dignidad de los pobres tanto como la bondad de los ricos).
Chaplin, McCartney o ¨¦l mismo ¡ªtrabajando desde ni?o para mantener a su familia, dado que su padre estaba en la c¨¢rcel por deudas¡ª llegaron a ser millonarios amados y populares. A tal nivel que hasta cambiaron las reglas del propio juego (la defensa de los derechos de autor debe mucho al novelista). Cualquier cinismo hubiera sido impostado. De ah¨ª su sentimentalismo directo, grotesco (solo desde ah¨ª puede describirse un estallido de alegr¨ªa como bien se?al¨® Chesterton), cursi a ratos pero tambi¨¦n emotivo, sincero como la mala poes¨ªa (Oscar Wilde), pero aseguraba el tiro ante la cr¨ªtica social, la denuncia, la voluntad de se?alar causas y efectos del capitalismo urbano en un Londres escenario y alma de todo Dickens. Charlot era Londres en el Nuevo Mundo, lo estrafalario de una indumentaria digna pero miserable ¡ªotra dickensiada sus personajes exc¨¦ntricos, fuera de comp¨¢s¡ª.
Charles Dickens ¡ªcomo sus otros dos compa?eros en su tiempo en estas l¨ªneas¡ª tuvo el acierto de saber que la ficci¨®n es una fuerza poderosa para cambiar las cosas. Oliver Twist fue responsable directo de adecentar los arrabales londinenses y Cuento de Navidad se?ala qu¨¦ sucede cuando quien tiene el dinero no ayuda a su comunidad. El maltrato en orfelinatos, los ni?os delincuentes, los laber¨ªnticos pasillos de una justicia lenta, sorda y ciega a la vez, la pobreza heredada. Prostitutas, borrachos, arruinados, viejos y dementes. ?Dickens les otorga dignidad per se y les se?ala como juguetes rotos de un sistema cuando este funciona sin Dios ni equilibrio ¨¦tico, como una novela cruel y vengativa, sin moralidad, sin justicia po¨¦tica. Cuento de Navidad no es sino el maravilloso fracaso de un panfleto sobre la situaci¨®n de extrema pobreza infantil y sus condiciones laborales inhumanas, que decidi¨® convertir en ficci¨®n. Su genialidad a?adi¨® romance g¨®tico, historias de fantasmas, melancol¨ªa ¡ªlo que pudo ser y no fue, las decisiones que no tomamos¡ª, fant¨¢stico y¡ Navidad. ?Dickens quiz¨¢s no invent¨® la Navidad, pero s¨ª la manera de celebrarla: familiar, festiva, integradora, derrochadora y grotesca. Las Navidades victorianas, fr¨ªas y contenidas fueron arrasadas por un ni?o con las manos manchadas de bet¨²n que quer¨ªa vivir dentro de las casas, las familias y los libros.
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