Una nueva mitolog¨ªa popular
En 'El mal de Corcira', Lorenzo Silva lleva al personaje de Bevilacqua a los a?os de la lucha contra ETA. La novela es un ejercicio de comprensi¨®n sin equidistancias
Si uno pretende desentra?ar los mecanismos de una novela de Lorenzo Silva (Madrid, 1966), no puede eludir su dimensi¨®n popular. No solo porque, como aclara la faja publicitaria de El mal de Corcira, Silva tenga ¡°m¨¢s de dos millones de lectores¡±, sino por la relectura en clave ¨¦pica de una mitolog¨ªa popular (y nacional) que se propone el novelista. En la serie de novelas protagonizada por la pareja de inspectores Bevilacqua y Chamorro, la resignificaci¨®n m¨ªtica de la Guardia Civil no solo es un acto de justicia hist¨®rica (acabar con su papel de ¡°mala¡± de la literatura espa?ola), sino que ambiciona, y logra, la creaci¨®n de un imaginario nacional que concilia patriotismo y lucha de clases.
La simpat¨ªa de Lorenzo Silva con algunas caracter¨ªsticas de la Guardia Civil, a la que tambi¨¦n ha dedicado un ensayo hist¨®rico, Sereno en el peligro, es evidente: proletarizada, servicial, sacrificada y desconocida. Adem¨¢s: las opiniones morales (e incluso el temple) del subteniente Bevilacqua cargan con el peso ideol¨®gico de la novela y juegan a confundirse con los juicios del propio autor mediante una cuidada ambig¨¹edad. Por ejemplo, en las numerosas apolog¨ªas del sacrificio del individuo (incluso de ¡°un verso suelto¡± como Bevilacqua) en una identidad colectiva, en una cierta idea conservadora, plural y democr¨¢tica de Espa?a.
Si destaco la ¨¦pica nacional es porque Silva no pierde en ning¨²n momento una visi¨®n idealizada de la Guardia Civil. En general, los servidores p¨²blicos de El mal de Corcira, jueces, polic¨ªas, abogados y m¨¦dicos son ¡°curtidos¡±, ¡°diligentes¡±, ¡°despiertos¡±, ¡°bregados¡±, ¡°resueltos¡±. Son buenos padres y buenos hijos, excelentes amigos y mejores compa?eros. Pero Silva consigue vencer lo tedioso, a priori, de una novela sin ¡°malos¡± ni dobleces psicol¨®gicas gracias a su don para el relieve cotidiano. Los personajes son h¨¦roes, pero tambi¨¦n gente com¨²n y que trabaja para lo com¨²n a ras de suelo: ¡°Nunca dura la paz en la casa del subalterno¡±, escribe, con sorna. Una l¨®gica que no difiere de la ¨¦pica del w¨¦stern, pero con el matiz de que los guardias civiles (los ¡°superh¨¦roes¡± peor pagados que uno pueda imaginar) trabajan en equipo.
En El mal de Corcira, Bevilacqua investiga el asesinato de un hombre de mediana edad en una playa de Formentera. Pero lo que parece un crimen pasional hunde sus ra¨ªces en Gipuzkoa y justifica su centralidad en todo el ciclo de novelas del ¡°detective¡±: bucear en sus a?os de aprendizaje, a finales de los a?os ochenta, en la Guardia Civil; su comienzo en la lucha antiterrorista contra ETA.
Silva es un escritor que todo lo explica: abundan las frases hechas y aquellas en las que el sentido seguir¨ªa intacto con la mitad de elementos: ¡°Tenemos su tel¨¦fono m¨®vil y su port¨¢til, uno bloqueado con contrase?a y el otro no, pero espero que los t¨¦cnicos se las arreglen para destriparlos los dos¡±. No se detiene hasta que ha aclarado cualquier ambig¨¹edad o sobrentendido. Pero El mal de Corcira busca contentar a la vez a un lector despistado, que lee de manera intermitente, y a otro sagaz. Y lo logra gracias a un sutil manejo de la iron¨ªa y a un enorme, y nada ostentoso, talento estructural. Silva no es escritor de giros imprevistos: toma un camino y lleva hasta el final, con suavidad, al lector, que gozar¨¢ de 500 p¨¢ginas en las que se entrelazan tres tramas y numerosas digresiones paisaj¨ªsticas, culturales y ¨¦ticas, sin percibir lo accidentado del recorrido, el artificio de la narraci¨®n.
Otro ejemplo de esta sinton¨ªa de niveles de lectura: Silva es un autor culto que juega con el doble (y hasta triple) filo de la cita docta. Las p¨¢ginas dedicadas a Tuc¨ªdides, Deleuze y Walter Benjamin (con generosas menciones al trabajo de los traductores) satisfacen a un lector que concibe la lectura como una combinaci¨®n de evasi¨®n y distinci¨®n cultural, al que busca instrucci¨®n erudita y, finalmente, a aquel m¨¢s ir¨®nico que ya cree saber.
Esta iron¨ªa de fondo tambi¨¦n permite justificar los puntuales estereotipos nacionales (un sicario, c¨®mo no, es de origen colombiano) y de g¨¦nero (¡°tiene toda la pinta de ser un crimen entre homosexuales [¡] la t¨ªpica venganza de un chapero¡±). No hay que olvidar que el narrador de El mal de Corcira es un guardia civil que conversa con otros guardias civiles. Pero incluso las disquisiciones morales de Bevilacqua/Silva en torno a la defensa del orden ¡°sin entrar en pol¨ªtica¡± alcanzan un notable humorismo. Como en tantas novelas populares, cada ocasi¨®n es buena para juzgar la actualidad, con mandobles a ¡°esos presuntos revolucionarios¡± con ¡°chalet¡± y ¡°ch¨®fer¡±, y a quienes hacen de la bandera un arma de pureza ideol¨®gica y divisi¨®n. La ¨¦tica de Bevilacqua, que justifica la Corcira del t¨ªtulo y emparenta las guerras del Peloponeso con la lucha antiterrorista en el Pa¨ªs Vasco, es una voluntad de colocarse en el lugar del otro, tambi¨¦n del ¡°enemigo¡±, sin perder la complejidad de cada punto de vista. Una peculiar paz burguesa, bienintencionada, pero consciente de la superioridad jer¨¢rquica desde la que uno puede permitirse la compasi¨®n. Porque El mal de Corcira es un ejercicio de propaganda. Pero tambi¨¦n una maravillosa novela popular capaz de entretejer lo ¨¦pico con un realismo menor, atinado y entra?able. Por eso, en cualquier momento uno espera que Bevilacqua se demore en el quiosco del ?aeropuerto y compre la ¨²ltima novela de Lorenzo Silva; y en nada afectar¨ªa a la verosimilitud.
El mal de Corcira
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.