Beirut, mil y una ciudades
La capital de L¨ªbano, arrasada la semana pasada por una colosal explosi¨®n en el puerto, ¡°es digna de forjarse su propio futuro, grano a grano, momento a momento¡±, asegura el poeta y ensayista sirio Adonis, que dedica este texto in¨¦dito en castellano a la ciudad en que vivi¨® durante muchos a?os
1
C¨®mo recuerdo aquel momento sublime de mi primer encuentro contigo, Beirut, y c¨®mo la Plaza de al-Burj, comenz¨® a descubrirme la historia del Mediterr¨¢neo, partiendo de ella. A veces, sue?o con ese momento como si estuviera pensando, otras veces pienso en ¨¦l como si estuviera so?ando. Quiz¨¢ sea el sue?o el gran espacio que une las orillas y los horizontes.
En ese momento en el que Beirut se desgarra, le pregunto a su ciudadano ?crees verdaderamente que Beirut gira en torno al sol? ?Qu¨¦ hacemos entonces con todas esas lunas que dicen ser mujeres esperando a sus amantes muertos? ?C¨®mo y cu¨¢ndo se extinguir¨¢ esa esfera de fuego entre Beirut y el mundo?
2
?Beirut? No, no es un aljibe donde se acumulan respuestas. Sino un vientre en el que nacen preguntas. Esa es su inc¨®gnita inquietante, ¨²nica, fascinante y atormentadora entre sus hermanas ¨¢rabes. Quia. La violencia, en todas sus formas, no puede protegerla ni defenderla. El sectarismo, especialmente en su forma dogm¨¢tica, fan¨¢tica e herm¨¦tica, es incapaz ante ella.
Beirut es un horizonte.
Nada puede cerrar el horizonte.
3
Ayer naci¨® un ni?o lejos de Beirut, pero se mec¨ªa en sus brazos. Le pusieron un nombre que comienza con la letra ¡°A¡±. Me lo imagino, a?os despu¨¦s, caminando por una calle, sentado en un caf¨¦, entrando en una biblioteca, visitando un museo o hilvanando las playas de Beirut con sus ojos.
Me lo imagino tanteando con el coraz¨®n la misteriosa distancia entre estrellas. Me lo imagino persiguiendo una paloma que huye de ¨¦l saltando. Ella se queda cerca de ¨¦l, pero ¨¦l la persigue como si jugara.
De repente estalla en llanto, y con sus l¨¢grimas
esboza un ala.
4
?Alguien quiere ser ola, rama de cedro o cuello de gacela?
?Alguien quiere ser hermano de la cueva de Afqa?, ?ser otro r¨ªo dentro del r¨ªo de Adonis?
?Oh, como si ya nadie buscase el n¨¦ctar en la boca del amor!
Como si nadie ya preguntase ?cu¨¢ndo romper¨¢ la memoria sus cadenas?
Y ?de d¨®nde aparecen aquellas arterias por las que fluye sangre en el cielo de Beirut?
El coraz¨®n ya no es el mismo, y la cabeza ha dejado de ser cabeza.
?Por qu¨¦ se ha convertido el coraz¨®n en cuchillo y, la cabeza, en mu?eca?
?Puede ser amor lo que se apoya en el bast¨®n del ocaso? ?Qui¨¦n ser¨¢ el que llora entre las columnas y bajo los arcos?
5
Las ciudades rumian sus ruinas, y Beirut contempla, espera y dialoga.
Beirut sabe que solo surgir¨¢ un di¨¢logo verdadero entre los que comprenden todo lo esencial, temporal e hist¨®ricamente, humana y culturalmente. Partes cuya identidad no es un reflejo, sino por lo contrario, un destello e iluminaci¨®n. As¨ª Beirut sabe que todo di¨¢logo verdadero se construye a base de futuro compartido y las formas de propiciarlo. Dicho futuro com¨²n implica dejar atr¨¢s pasados y presentes.
Beirut es digna de forjarse su propio futuro, grano a grano, momento a momento.
6
Te conozco, Beirut,
en tu cabeza habita el asombro del mar que imprime en su cuerpo las huellas del sol, imprime sus pasos de ida y vuelta, al amanecer y al atardecer. Habita en ti la desgracia de la luz que eman¨® por primera vez del planeta de tu alfabeto. Reside en ti la oscura historia, las trampas del espacio y del tiempo.
Aun as¨ª, tu cabeza se eleva en las alturas mientras el oleaje de la historia sacude tus pechos.
Beirut, s¨¦ que tus pechos son noche y d¨ªa del mar.
Te conozco, Beirut, y en tu alba conf¨ªo.
7
A menudo amanece mujer en Beirut.
En Beirut conozco una vida vestida con harapos que ninguna aguja podr¨¢ remendar.
En Beirut me muevo entre las curvas de la desesperaci¨®n y me recojo en el fondo de la imaginaci¨®n.
En Beirut, mientras el alba esboza sus luces en lugares y caminos desconocidos, la luz me extiende los brazos, y el viento me suplica escribirle su primera r¨¢faga.
A menudo amanece mujer en Beirut.
8
A escondidas, en Beirut conoc¨ª la queja de los dioses de los ¨¢rboles y las flores insaciables. Mientras yo beb¨ªa, el agua corr¨ªa de mis labios a los de los ¨¢rboles y las flores.
Le asegur¨¦ al ni?o cuyo nombre comienza con la letra ¡°A¡± que ¨¦l ver¨ªa en Beirut otro sol que no har¨¢ m¨¢s que inventar nuevos juegos con ¨¦l en las playas y en el regazo de las olas.
9
Beirut, desde que por ti le dediqu¨¦ a Nueva York aquel epitafio que el mundo escribir¨ªa, me pregunto: ?por qu¨¦ aumenta mi amor por ti, si tus confines luchan dentro de la geograf¨ªa de mis entra?as?
Oh, Beirut, ?tan hondo es tu susurro que cada d¨ªa desciende sobre m¨ª su estrella a punto de extinguirse!
10
Beirut, la poes¨ªa solo puede bailarte amando. Incluso cuando est¨¢s enojada con ella, o ella contigo.
Juntas, sois un solo frente en una guerra perpetua contra horizontes que vomitan trapos de pl¨¢stico, contra musgos que est¨¢n a punto de convertirse en manzanas, contra el pan que sabe a alquitr¨¢n, contra cocodrilos que vagabundean por los callejones vendiendo tartas festivas.
Beirut, la poes¨ªa solo puede bailarte amando.
11
Beirut, ac¨®geme,
rec¨®geme bajo tu techo.
Estoy cansado de todas las ciudades.
Beirut es mi cuerpo:
un cuerpo sangriento con heridas abiertas a¨²n por recibir.
12
La Plaza de al-Burj llama a las puertas de la memoria.
S¨ª, la alegr¨ªa a¨²n tiene ra¨ªces y fuentes.
¡°La voz del futuro resuena en mi garganta¡±, dice la Plaza de al-Burj.
A?ade: Ahora espero en el lecho de la llama para que no se oxide el sue?o.
Adonis, poeta sirio
Traducci¨®n de Jaafar al Aluni.
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