La vida secreta de la canci¨®n de amor
Nick Cave recoge todas sus letras en un volumen que se publica este mes. En ¨¦l se incluye este ensayo, que publicamos extractado, sobre la relaci¨®n entre m¨²sica, p¨¦rdida y sentimiento
Chica del oeste
Con su sonrisa torva y su faz de coraz¨®n Viene del oeste donde los p¨¢jaros trinan graves
Su gran coraz¨®n a todos nos hospeda All¨ª se implora, perdona y aconseja
Su despejada frente, los labios besados Su mu?eca enguantada de huesos Que he sostenido en mi mano
Sus afrodis¨ªacos y afeites
El cuerpo divino y su v¨ªa crucis Que recorr¨ª, sus palpitaciones Su beb¨¦ nonato que llora ¡°mami¡±. Entre los despojos de su cuerpo
Sus ojos-p¨¢rpados adorables que sorb¨ª Sus u?as rosas rotas
Su acento ¡°arrastrado¡± seg¨²n dicen Que yo escuch¨¦, que se verti¨®
En mi coraz¨®n y me rebos¨® De amor, y me mat¨®
Pero me reh¨ªzo
Con algo a lo que aspirar
?Se puede pedir m¨¢s?
Una chica del oeste con su gato gordo Que mira sus ojos verdes
Y ma¨²lla, ¡°Te quiere¡±, y ma¨²lla otra vez
Esto que acaban de leer es una canci¨®n llamada West Country Girl. Es una Canci¨®n de Amor.
Arranc¨®, en su m¨¢s tierna inocencia, como un poema, escrito en Australia, donde siempre brilla el sol. Lo escrib¨ª con el coraz¨®n abri¨¦ndose paso entre mis fauces, consignando, a modo de inventario, el inconmensurable repertorio de matices f¨ªsicos que me atrajo de una persona en particular¡ Chica del oeste. Me ayud¨® a esbozar mis propios criterios est¨¦ticos sobre la belleza, mi particular verdad sobre la belleza; pese a cu¨¢n oblicua, cruel y empobrecida pudiera antojarse. Una lista de cosas que amaba, y, en verdad, un desacomplejado ejercicio de adulaci¨®n, urdido para conquistarla. Y, a decir verdad, funcion¨® y no funcion¨®. Pero la magia peculiar de la Canci¨®n de Amor es que perdura hasta donde el objeto de la canci¨®n no alcanza. Se adhiere a ti y te acompa?a en el tiempo. Pero hace m¨¢s que eso, porque, as¨ª como es tarea nuestra avanzar, desechar nuestro pasado, para cambiar y crecer ¡ªen resumen, para perdonarnos a nosotros mismos y al pr¨®jimo¡ª, la Canci¨®n de Amor atesora en sus entra?as una inteligencia misteriosa que le es propia; y le permite reinventar el pasado y ponerlo a los pies del presente.
West Country Girl vino a m¨ª con inocencia y a pleno sol, como un poema sobre una joven. Pero ha conseguido lo que toda canci¨®n de amor que se precie debe hacer para sobrevivir, ha reclamado su derecho a existir con identidad propia. La he visto crecer y mutar con el tiempo. Se presenta ahora como una advertencia con moraleja, una receta con los ingredientes para una p¨®cima de brujas, se lee como la autopsia de un forense, o un mensaje estampado en un letrero de caballete colgante a hombros de un tipo con los ojos desorbitados anunciando: ¡°El ?n del mundo est¨¢ a vuestro alcance¡±. Una voz ronca que en la oscuridad croa: ¡°Cuidado¡, tengan cuidado¡, tengan cuidado¡±.
La gente no mola
La gente no mola
Hay poco m¨¢s que decir
Se ve donde quiera que mires La gente no mola
Nos casamos bajo los cerezos Bajo las ?ores nos prometimos Y nos llovieron ?ores a mares Por las calles y los parques
El sol se vert¨ªa en las s¨¢banas Despiertos por el p¨¢jaro de la ma?ana Compr¨¢bamos los diarios del domingo Sin leer una palabra
La gente no mola La gente no mola La gente no mola
Las estaciones van y vienen
El invierno desnud¨® las ramas
Y otros ¨¢rboles bordean las calles Sacudiendo sus pu?os al aire
El invierno nos sacudi¨® como un pu?o Y los vientos azotaron las ventanas Ella corri¨® los visillos
Hechos de sus velos nupciales La gente no mola
La gente no mola La gente no mola
A nuestro amor manda doce lirios blancos A nuestro amor manda un ata¨²d de madera
Que nuestro amor las palomas de ojo rosa arrullen:
¡°La gente no mola¡±
A nuestro amor devuelve todas las cartas
A nuestro amor manda una ofrenda de sangre Que nuestro amor lloren los amantes dolidos Lloren la gente no mola
No es que sean malos con ganas
Hasta pueden consolarte, y lo intentan Te atienden si tu salud se resiente
Te entierran si vas y te mueres No es que sean malos adrede
Si pudieran te har¨ªan compa?¨ªa Pero, nena, todo eso son boludeces
La gente no mola La gente no mola La gente no mola La gente no mola La gente no mola
En retrospectiva, podr¨ªa alegarse que, a lo largo de estos ¨²ltimos 20 a?os, se ha mantenido cierta coherencia en mi discurso. En medio de la locura y el caos, parecer¨ªa como si hubiera estado aporreando un solo tambor. Puedo constatar, sin ruborizarme, c¨®mo mi vida art¨ªstica se ha centrado en el af¨¢n por articular la cr¨®nica de una sensaci¨®n de p¨¦rdida casi palpable que, para colmo, parec¨ªa reclamar mi propia vida. La inesperada muerte de mi padre iba a dejar un gran vac¨ªo en mi mundo cuando apenas contaba 19 a?os. Lo ¨²nico que fui capaz de urdir para llenar este agujero, este vac¨ªo, fue ponerme a escribir. Mi padre, profesor de literatura, me adiestr¨® a tal efecto como si con ello pretendiera ya prepararme para su marcha. La escritura fue el salvoconducto para acceder a mi imaginaci¨®n, a la inspiraci¨®n y, en ¨²ltima instancia, a Dios. Descubr¨ª que a trav¨¦s del uso del lenguaje estaba dirigi¨¦ndome a un Dios de carne y hueso. El lenguaje se convirti¨® en el manto que arroj¨¦ sobre el hombre invisible, lo que le con?ri¨® forma y fondo. La transubstanciaci¨®n de Dios a trav¨¦s de la Canci¨®n de Amor sigue siendo mi principal motivaci¨®n como artista. Ca¨ª en la cuenta de que el lenguaje se hab¨ªa convertido en el mejor b¨¢lsamo para aliviar el trauma sufrido con la muerte de mi padre.
La p¨¦rdida de mi padre dej¨® en mi vida un vac¨ªo, un espacio por el que mis palabras comenzaron a ?otar y a compilar y encontrar su prop¨®sito. El gran W. H. Auden dijo: ¡°La por muchos llamada experiencia traum¨¢tica no es un accidente, sino la oportunidad que el ni?o ha estado aguardando pacientemente; de no haber sido ¨¦sta, habr¨ªa encontrado otra para que su vida se convirtiera en un asunto serio¡±. La muerte de mi padre fue, no cabe duda, la experiencia traum¨¢tica de la que Auden nos habla, la que dej¨® el vac¨ªo que solo Dios pod¨ªa llenar. Cu¨¢n hermosa es la noci¨®n de que nosotros mismos alumbramos nuestras propias cat¨¢strofes personales y que nuestras propias fuerzas creativas son, a su vez, de instrumental importancia para que as¨ª sea. Nuestros impulsos creativos permanecen en los ?ancos de nuestras vidas, prestos para tendernos una emboscada, dispuestos a asaltarnos y plantar pica en escena perforando nuestra conciencia ¡ªabriendo brechas a trav¨¦s de las cuales puede surgir la inspiraci¨®n¡ª. Cada uno de nosotros tiene la necesidad de crear, y la asimilaci¨®n del dolor es, en s¨ª misma, un acto creativo.
Aunque la Canci¨®n de Amor se mani?esta de muchas y muy variopintas formas ¡ªcanciones de exaltaci¨®n y alabanza, de rabia y desesperaci¨®n, er¨®ticas, de abandono y p¨¦rdida¡ª, en todas ellas se invoca al Creador, pues es en la embrujadora premisa del anhelo donde la verdadera Canci¨®n de Amor habita. Es un aullido en el vac¨ªo que clama al cielo amor y consuelo, y pervive en los labios del ni?o que llora a su madre. Es la canci¨®n del amante que se desespera por su ser querido, el delirio del lun¨¢tico suplicante invocando a su dios. Es el desgarrador lamento del que, encadenado a la tierra, anhela alzar el vuelo, el vuelo hacia la inspiraci¨®n, la imaginaci¨®n y la divinidad.
La Canci¨®n de Amor ser¨ªa, por tanto, la materializaci¨®n de nuestros vanos esfuerzos por convertirnos en seres divinos, para elevarnos por encima de lo terrenal y de lo banal. Creo que la Canci¨®n de Amor es, por de?nici¨®n ¡ªy por antonomasia¡ª, la canci¨®n de la tristeza, el sonido verdadero de la pena. Todos experimentamos en lo m¨¢s hondo de nuestro ser lo que los portugueses felizmente dieron en denominar saudade, t¨¦rmino que se traduce como una suerte de anhelo inexplicable, la innombrable y enigm¨¢tica ansia que anida en el alma, y es este sentimiento el que vive en los reinos de la imaginaci¨®n y la inspiraci¨®n; y es, a su vez, el caldo de cultivo del que emerge la canci¨®n de la tristeza, la Canci¨®n de Amor. Saudade es el deseo de ser transportado de la oscuridad a la luz, de ser acariciado por lo que no es de este mundo. La Canci¨®n de Amor es la luz divina, desde lo m¨¢s profundo de nuestras entra?as, estallando a trav¨¦s de nuestras heridas.
En su brillante conferencia titulada Juego y teor¨ªa del duende, Federico Garc¨ªa Lorca se apresta a esbozar una plausible explicaci¨®n sobre la extra?a e inexplicable tristeza que anida en el coraz¨®n de ciertas obras de arte. ¡°Todo lo que tiene sonidos oscuros tiene duende¡±. Para, acto seguido, a?adir: ¡°Ese misterioso poder que todos sienten pero el ?l¨®sofo no puede explicar¡±. En la m¨²sica rock contempor¨¢nea, inframundo en el que me gano el sustento, la m¨²sica parece menos inclinada a cobijar en su alma, inquieta y temerosa, la tristeza de la que nos habla Lorca. Emoci¨®n, a menudo; ira, no pocas veces, pero la verdadera tristeza escasea. Bob Dylan siempre la padeci¨®. Leonard Cohen se centra, espec¨ª?camente, en su tratamiento. Persigue a Van Morrison como un perro rabioso y, aunque lo intenta, no puede sustraerse a su sombra. Tom Waits y Neil Young pueden, en ocasiones, invocarla. Mis amigos The Dirty lo cargan a granel pero, a modo de epita?o, podr¨ªa aventurarse que el duende se antoja demasiado fr¨¢gil para sobrevivir a la modernidad compulsiva de la industria discogr¨¢?ca. En la tecnocracia hist¨¦rica de la m¨²sica moderna, se obliga a la pena a hacinarse en la ¨²ltima ?la del aula, donde toma asiento, me¨¢ndose de miedo en los pantalones. La tristeza o duende necesita espacio para respirar. La melancol¨ªa detesta el apremio y ?ota en silencio. Siento pena por la tristeza, mientras saltamos por todas partes, neg¨¢ndole su voz y tratando de verbalizarla e impulsarla hacia otros con?nes. No es de extra?ar que la tristeza no sonr¨ªa a menudo. Tampoco es de extra?ar que la tristeza siga tan triste. Todas las Canciones de Amor tienen que tener duende porque la Canci¨®n de Amor nunca es, sencilla y llanamente, felicidad. Primero debe hacer suyo el potencial para expresar el dolor. Esas canciones que hablan de amor, sin tener entre sus versos un lamento o una sola l¨¢grima, no son Canciones de Amor en absoluto, sino m¨¢s bien Canciones de Odio disfrazadas de Canciones de Amor, y no merecen, siquiera, nuestra m¨¢s m¨ªnima atenci¨®n. Estas canciones nos despojan de nuestra humanidad y de nuestro derecho, por Dios concedido, a estar ¡ªy a sentirnos¡ª tristes, y las ondas est¨¢n infestadas de ellas. La Canci¨®n de Amor debe resonar con los susurros de la tristeza y los ecos del dolor. El escritor que se niega a explorar las regiones m¨¢s oscuras del coraz¨®n jam¨¢s podr¨¢ escribir convincentemente sobre el poder del encantamiento, la magia y la alegr¨ªa del amor, pues al igual que no puede con?arse en el bien a menos que haya respirado el mismo aire que el mal ¡ª?la met¨¢fora del Unig¨¦nito cruci?cado entre dos criminales viene aqu¨ª a mi mente¡ª, en la estructura de la Canci¨®n de Amor, en su melod¨ªa, en la letra, debe uno sentir que ha saboreado la capacidad de sufrimiento.
Este texto es un extracto de una conferencia recogida en el volumen que re¨²ne la obra l¨ªtrica de Nick Cave.
La exposici¨®n Stranger Than Kindness. The Nick Cave Exhibition puede verse en The Black Diamond, la Biblioteca Real de Copenhague, hasta el 13 de febrero de 2021.
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