Cuando los vikingos invadieron el Guadalquivir
¡®Esto no estaba en mi libro de historia de los vikingos¡¯ recuerda las costumbres y la historia de este pueblo escandinavo y su rastro de violencia en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica
En plenas marismas del Guadalquivir, en lo que ahora se conoce como Isla Menor, los vikingos levantaron en el a?o 844 una base militar desde la que atacar Sevilla, una ciudad pr¨¢cticamente vac¨ªa porque sus habitantes hab¨ªan huido aterrados al descubrir las amenazantes naves de los n¨®rdicos remontando el r¨ªo. Los madjus ¡ªcomo llamaban los ¨¢rabes a los invasores venidos de Escandinavia¡ª tomaron finalmente la urbe andaluza y mataron o convirtieron en esclavos a sus habitantes, en especial a las mujeres, cuya venta era uno de los motores m¨¢s significativos de su econom¨ªa. Los ¨¢rabes necesitaron 42 d¨ªas para expulsarlos de la ciudad, no sin antes verse obligados a reclutar numerosos refuerzos venidos de C¨®rdoba y del noreste peninsular.
Lo cuenta Irene Garc¨ªa Losqui?o (Elche, 36 a?os) en Eso no estaba en mi libro de historia de los vikingos (Almuzara 2020), una obra donde esta doctora en Estudios Escandinavos de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) re¨²ne las andanzas de este pueblo sanguinario por Espa?a, Europa, Norteam¨¦rica y Asia. Desde las cogorzas que cog¨ªan en los campos de uvas salvajes de Canad¨¢ hasta las salas de m¨¢rmol que pisaban en los palacios de Constantinopla protegiendo al emperador.
Los primeros barcos vikingos conocidos en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica fueron avistados en Galicia, regi¨®n que estuvieron visitando entre los siglos IX y XII como saqueadores, como comerciantes o como soldados de fortuna. Se cree que en el a?o 966 la comarca de A Mari?a (Lugo) recibi¨® una nueva e inesperada visita de los escandinavos. As¨ª que los habitantes, sabiendo cu¨¢l iba a ser su inexorable destino, en vez de prepararse para la batalla, decidieron llamar al obispo Gonzalo, de San Mart¨ªn de Mondo?edo, para que les aconsejase. Este ¡ªque tambi¨¦n conoc¨ªa lo in¨²til de enfrentarse a una fuerza militar muy superior¡ª, en vez de ofrecer a los vecinos ¡°espadas, fortificaciones y ataques para repeler a las huestes vikingas¡±, se llev¨® a todos a un monte a rezar. Las cr¨®nicas de la ¨¦poca dicen que por cada rezo un barco escandinavo se iba a pique y as¨ª se pudo rechazar el ataque. ¡°En el siglo XVII el rey Felipe III orden¨® construir una ermita en el lugar para conmemorar el milagro y cada a?o, hasta hoy, los residentes en Foz realizan una romer¨ªa¡±.
La llegada de los n¨®rdicos a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica es narrada en numerosas cr¨®nicas y anales tanto latinos como ¨¢rabes, ya que extendieron sus razzias por las costas de Lisboa y C¨¢diz, as¨ª como en el interior de Andaluc¨ªa: de Carmona a Coria del R¨ªo. Fueron tantas sus invasiones y victorias, que terminaron influyendo en la pol¨ªtica peninsular. En Galicia, por ejemplo, crearon ¡°grandes tensiones pol¨ªticas e insurrecciones de los poderes aristocr¨¢ticos¡± contra el rey Bermudo III, que se mostraba incapaz de defender a su pueblo.
Relata la historiadora ilicitana que un grupo de vascos, conocedores de la inestabilidad de la regi¨®n, construy¨® una fortificaci¨®n en lo alto de una pe?a gallega. ¡°Desde esta base se dedicaban a robar y quemar iglesias y tierras, asesinar a los campesinos y, en general, a sembrar la destrucci¨®n en el ¨¢rea donde se hab¨ªan asentado¡±. Nadie pod¨ªa pararlos. Los habitantes estaban tan desesperados que decidieron buscar a alguien que pudiese vencer a los for¨¢neos. As¨ª que qui¨¦n mejor que los vikingos, que cumplieron a la perfecci¨®n el contrato firmado quemando la fortaleza vasca y acabando con los enemigos.
Muchas de estas guerras se reflejan en la literatura islandesa, como es el caso de la Saga Oekneyinga, donde se relatan las aventuras del conde (jarls) R?gnvald Kali Kolsson, que atrac¨® en Galicia ¡ªal estar tan al norte hac¨ªa que la regi¨®n fuera una f¨¢cil presa para los escandinavos¡ª e intent¨® comerciar con sus habitantes. Pero todo acab¨® ¡ªcomo casi siempre a pesar de las buenas intenciones de los escandinavos¡ª con una nueva matanza y el derrocamiento de un tirano local llamado Godofredo.
Porque si algo estaba fuera de toda duda era tanto el coraje como la violencia que desplegaban. El cronista musulm¨¢n Ibn Idari escribi¨® que los ej¨¦rcitos del emir tuvieron que esforzarse mucho para derrotarlos en una de sus incursiones por el Guadalquivir. ¡°Gran n¨²mero de vikingos fueron pasados por la espada; otros fueron ahorcados en Sevilla y a otros los colgaron de las palmeras. Una treintena de sus barcos fueron quemados. Los que consiguieron escapar embarcaron hacia Niebla y Lisboa y jam¨¢s se supo de ellos. El emir comunic¨® el feliz desenlace a todas sus provincias, les mand¨® la cabeza del l¨ªder vikingo y de 200 de sus mejores guerreros¡±.
Las incursiones, si bien dejaron principalmente un rastro de destrucci¨®n, tambi¨¦n inspiraron algunas obras de arte. Por ejemplo, en el Skylitzes Matritenses que se conserva en la Biblioteca Nacional de Espa?a, un manuscrito procedente de Sicilia que reproduce una cr¨®nica bizantina del siglo XII ilustrada con 574 miniaturas, se relata, entre otros episodios, c¨®mo una mujer bizantina atraviesa con una lanza a un guerrero escandinavo despu¨¦s de que este la violara. La joven, no obstante, fue perdonada por los compa?eros del violador, ya que la reacci¨®n de la mujer fue considerada ¡°adecuada y loable¡±. Incluso fue compensada con la fortuna con el fallecido.
Un pueblo extra?o el de los vikingos, cuya memoria se extiende por todo el mundo (pel¨ªculas, series, c¨®mics, literatura, m¨²sica¡). Por ejemplo, en Estados Unidos y Canad¨¢, parte de la Am¨¦rica que descubrieron 500 a?os antes que Col¨®n, aunque la abandonaron pronto porque resultaba mucho m¨¢s f¨¢cil arrasar Europa que desarrollar lejanos y peligrosos asentamientos en la costa canadiense. Y es que aunque parezca una imagen extra?a, indios con flechas y vikingos con hachas de filo redondeado y cascos (sin cuernos) se vieron las caras en alg¨²n momento. Perdieron los vikingos. Queda constancia.
Eso no estaba en mi libro de historia de los vikingos
Irene Garc¨ªa Losqui?o
Editorial Almuzara, 2020. 18,95 euros. 328 p¨¢ginas
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