Guadalupe Grande, la derrota innecesaria
Fallece a los 55 a?os en Madrid la poeta ¡°sin tendencia¡±, cr¨ªtica y traductora, autora de ¡®El libro de Lilit¡¯
Hay noticias que, en un instante, remueven todo un mundo. Fue el domingo, cuando nos lleg¨®, como un afilado golpe de viento en una tarde muy fr¨ªa, la noticia. Guadalupe Grande ha muerto. Por si no ten¨ªamos bastantes dosis de dolor y perplejidad tras la marcha de F¨¦lix Grande y de Francisca Aguirre entre 2014 y 2019, la de Guadalupe, Lupe para casi todos, nos dejaba en el borde del abismo. Record¨¦, mientras caminaba de vuelta a casa por las calles del barrio, conmocionado por la llamada telef¨®nica, que hab¨ªa transcurrido la friolera de dos d¨¦cadas desde que, en 1999, escrib¨ª el pr¨®logo de la antolog¨ªa colectiva Pasar la p¨¢gina. Poetas y poemas para el fin del milenio. Guadalupe Grande era uno de los nombres incluidos. Yo hab¨ªa le¨ªdo, a lo largo de 1998, su primer libro, a la saz¨®n Premio Rafael Alberti de Poes¨ªa de ese a?o, titulado El libro de Lilit, y de aquella lectura no hab¨ªa salido indiferente. Y la situ¨¦ en el cap¨ªtulo titulado Islas po¨¦ticas que no hacen archipi¨¦lago, es decir, entre aquellos poetas cuya singularidad imped¨ªa incluirles dentro de una corriente m¨¢s o menos reconocible. Era, parafraseando a Valente, una poeta ¡°sin tendencia¡±.
Nacida en Madrid, 1965, creci¨® y madur¨® en el coraz¨®n de la literatura, especialmente de la poes¨ªa. Sus padres, F¨¦lix y Paca, fueron, en el domicilio madrile?o de la calle Alenza, 8, anfitriones de gran parte de los escritores que, a finales de los sesenta y durante la d¨¦cada posterior, llegaban de Am¨¦rica Latina bajo el aura del ¡°boom¡±, o desde la Espa?a perif¨¦rica a buscar la gloria en la ciudad de Madrid. Ella se licenci¨® en Antropolog¨ªa Social y desde muy joven empez¨® a escribir poes¨ªa, a participar en tertulias, a leer con mucho criterio y a fondo, cuanta poes¨ªa ten¨ªa a su disposici¨®n en la biblioteca del interminable pasillo de la calle Alenza.
En las conversaciones mostraba una profunda y vasta cultura, amaba la m¨²sica y la pintura y hab¨ªa heredado una memoria colectiva, que iba de la Espa?a franquista a la abyecci¨®n colectiva que supuso el Holocausto. Joven nacida en los sesenta, se contemplaba, como tantos otros de su generaci¨®n, en el espejo de sus mayores, marcados por la II Rep¨²blica y la posguerra, y miraba el mundo con mirada cr¨ªtica, vindicativa de la igualdad y de una sociedad m¨¢s justa, mientras constru¨ªa, con sus coet¨¢neos, el imaginario de la democracia que naci¨® en 1978. Su obra po¨¦tica se sustenta en cuatro libros, contenidos e intensos: adem¨¢s del premiado con el Alberti, public¨® La llave de niebla (2003), Mapas de cera (2006) y Hotel para erizos (2010), adem¨¢s de traducir La aldea de sal, de Ledo Ivo, con Juan Carlos Mestre, o editar, con F¨¦lix Grande y Antonio Hern¨¢ndez, la poes¨ªa completa de Luis Rosales.
Escribi¨® decenas de art¨ªculos sobre cultura y literatura e hizo cr¨ªtica de poes¨ªa (El Mundo, Cuadernos Hispanoamericanos, Rese?a) y tante¨® el universo de la poes¨ªa visual, adem¨¢s de trabajar profesionalmente en la gesti¨®n cultural y dirigir la actividad po¨¦tica de la Universidad Popular Jos¨¦ Hierro, de San Sebasti¨¢n de los Reyes. Su poes¨ªa es una indagaci¨®n en las carencias de la vida, en los escenarios de la memoria personal y colectiva. Est¨¢ cargada de sutilezas y sensibilidad hasta el punto de que podr¨ªa calificarse como una peculiar l¨ªrica de la experiencia: una experiencia enormemente compleja y poli¨¦drica que se nutre no solo de lo visible, sino de la memoria, del sue?o, de la contemplaci¨®n, de la vivencia cultural y moral. Quiz¨¢ por ello, en sus versos respira una conciencia de claudicaci¨®n, de derrota, de fracaso (¡°Pienso que escribir poes¨ªa quiz¨¢ sea una derrota necesaria¡±, afirmaba en su po¨¦tica).
Con un lenguaje enga?osamente conversacional con sutiles engarces con la m¨ªstica y con lo irracional, sus versos siempre han estado esponjados de melancol¨ªa, de una extra?a tristeza: ¡°Huir es un naufragio, / un mar en el que buscas tu rostro, in¨²tilmente¡±. De C¨¦sar Vallejo a Machado, de Carlos Edmundo de Ory a Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik. Morir a los 55 a?os es una derrota innecesaria. Odiosa y radicalmente injusta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.