¡°Tengo nueve a?os y he vivido tres guerras¡±
El documental ¡®Dreams Behind The Wall¡¯, de la espa?ola Elena Herreros, narra la vida de los ni?os de Gaza y Bel¨¦n, acostumbrados a despertarse con el sonido de las bombas
El mar era la libertad porque era amplio y sin fin. As¨ª lo percib¨ªa la periodista Elena Herreros Rivas (Madrid, 31 a?os) hasta que lleg¨® a Gaza. Lo primero que dijo fue que ella escapar¨ªa a nado. Su amigo y traductor Kayed Hammad le respondi¨® con franqueza: si un palestino coge la barca a la deriva, recibe bombardeos de los israel¨ªes. El mar tambi¨¦n tiene fronteras. ¡°Es una fuente de alimentaci¨®n. Lo que consegu¨ªan lo vend¨ªan y lo mandaban a...
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El mar era la libertad porque era amplio y sin fin. As¨ª lo percib¨ªa la periodista Elena Herreros Rivas (Madrid, 31 a?os) hasta que lleg¨® a Gaza. Lo primero que dijo fue que ella escapar¨ªa a nado. Su amigo y traductor Kayed Hammad le respondi¨® con franqueza: si un palestino coge la barca a la deriva, recibe bombardeos de los israel¨ªes. El mar tambi¨¦n tiene fronteras. ¡°Es una fuente de alimentaci¨®n. Lo que consegu¨ªan lo vend¨ªan y lo mandaban a Cisjordania. Ahora no sirve ni como v¨ªa de escape ni como recurso; no sirve para nada. Ni siquiera pueden ba?arse porque est¨¢ contaminado¡±, se?ala en una conversaci¨®n telef¨®nica.
En esa sensaci¨®n de naufragio l¨²gubre viven los habitantes de Gaza y Bel¨¦n (Cisjordania) que Herreros decidi¨® retratar durante casi dos meses en el documental Dreams Behind The Wall, disponible en Filmin. De todas las posibles lecturas ella se decant¨® por la visi¨®n de los ni?os, que se plantean su futuro (?Para qu¨¦ estudiar cuando hay una guerra que destroza todo?), que lanzan rocas contra el cerco que separa a israel¨ªes y palestinos (por rebeld¨ªa y por las humillaciones que sufren sus padres) y que, cuando llega un invitado a casa, ense?an su b¨²nker con una naturalidad escalofriante.
Es el caso de Tuka, una de las ni?as que cuenta su testimonio con una verborrea y una claridad impropia de su edad. ¡°Tengo nueve a?os y he vivido tres guerras¡±, sentencia impasible. La periodista mezcla el discurso de la menor con unas im¨¢genes infantiles para que el espectador se percate de que, aunque las frases indican madurez, sigue siendo una ni?a. ¡°No aparec¨ªa ni en el guion. Ten¨ªamos en producci¨®n a dos familias con ni?os de edades parecidas y Tuka fue una perla¡±, recuerda. Estaban de visita en una zona derruida, donde antes hab¨ªa un canal donde se limpiaban aguas, y se les acercaron unos ni?os. ¡°Ella me tocaba la pierna y me hablaba muy r¨¢pido. No la entend¨ªa bien, pero quer¨ªa contar algo, sobre todo a alguien de fuera. Llam¨¦ a Kayed para que me tradujera. Ella cont¨® todo lo que le sal¨ªa de dentro; solo le hice tres preguntas¡±.
En su relato, Tuka da mucha importancia a que perdi¨® una zapatilla. ¡°?En un bombardeo! Cuando est¨¢s all¨ª sales corriendo, temes por tu vida, pero a ella le qued¨® marcado. Ah¨ª se trasluce su inocencia infantil¡±. Los padres tiemblan cuando sus hijos les piden salir a la calle a jugar. En las aceras se libra la guerra. De hecho, en una de las escenas cotidianas, uno le pide a sus hijos que se queden en casa con el ordenador. Al contrario de lo que ocurre en el resto del mundo. Esos son los detalles que la directora quiere resaltar, la costumbre al miedo con la que viven: ¡°Lo que no se ve no existe. Se cuentan las guerras, pero estamos inmunizados y no nos paramos a mirar la posguerra, que es incluso peor. Yo fui en 2014, han pasado seis a?os y la situaci¨®n est¨¢ igual¡±.
Herreros solo nota una novedad: que las carreteras est¨¢n m¨¢s limpias. ¡°No se han reconstruido casas. De hecho, en un informe de las Naciones Unidas de 2015 se dec¨ªa que Gaza se volver¨ªa inhabitable en 2020 porque es una c¨¢rcel al aire libre¡±. Herreros decidi¨® enfocarse en Bel¨¦n (Cisjordania) por la ambivalencia del turismo religioso cristiano y la precariedad: ¡°Una de las excursiones es ver la Natividad, que est¨¢ a 300 o 400 metros del campo de refugiados. A las seis de la tarde, cada d¨ªa, los chavales empiezan a tirar piedras al muro en se?al de protesta. Tienen entre 6 y 9 a?os y generan esa rabia desde peque?os¡±. Despu¨¦s se abre el port¨®n, llegan los militares, esparcen gas lacrim¨®geno y todos vuelven a sus casas.
La periodista reconoce que en Cisjordania no est¨¢n tan encerrados como en Gaza ¨D¡±es el territorio m¨¢s densamente poblado del mundo¡±¨D porque pueden salir a trabajar a Jerusal¨¦n. El problema es que tienen que pasar por un puesto de control. ¡°Si normalmente tardar¨ªas 10 minutos, con este requisito puedes tardar hasta dos horas. Salen de casa a las cinco para llegar al trabajo a las ocho¡±.
La inquietud por narrar estas historias le lleg¨® desde muy joven. ¡°Mi madre es periodista y trabaj¨® un tiempo en Jerusal¨¦n. Cubri¨® el conflicto palestino, volvi¨® a Espa?a, empez¨® a trabajar en ACNUR y luego en UNRWA, la oficina para los palestinos refugiados. ¡°En el mundo hay millones de refugiados, pero un tercio de ellos son palestinos. Todo esto siempre ha estado presente en mi vida, no es un tema ajeno a m¨ª¡±, defiende. Eso se sum¨® a unos contratos period¨ªsticos precarios. Harta de su situaci¨®n laboral decidi¨® hacer un documental ¡°en un sitio ni f¨¢cil ni barato¡±. Tom¨® parte de la herencia de su padre e hizo un crowdfunding. ¡°Sentada en una silla no estaba contenta¡±, asegura.
En Dreams Behind The Wall los ni?os muestran su realidad. Una de ellas mira a la c¨¢mara y recita: ¡°La infancia es una flor que se mueve en el coraz¨®n de la primavera, reluciente por el aliento del roc¨ªo en el alma apacible¡±. Ellos evidencian un presente m¨¢s turbado.