Jos¨¦ Ignacio Carnero: ¡°La vieja masculinidad no desaparece leyendo un par de art¨ªculos del tema¡±
El escritor bilba¨ªno publica nueva novela, ¡®Hombres que caminan solos¡¯, en la que a¨²na autobiograf¨ªa y ficci¨®n
Hasta hace un par de a?os, Jos¨¦ Ignacio Carnero (Bilbao, 34 a?os) era un abogado que, de vez en cuando, escrib¨ªa. Escrib¨ªa sobre todo cuando viajaba porque, dice, la desubicaci¨®n le incitaba a contar. ¡°Lo sigue haciendo¡±, admite. De ah¨ª que su segunda novela, ese h¨ªbrido entre autoficci¨®n flexible y embellecedora mentira ¨C o simple ficci¨®n ¨C que constituye Hombres que caminan solos (Literatura Random House), d¨¦ comienzo con un viaje a Marruecos. El viaje ocurri¨®, al igual que el casi catastr¨®fico accidente que se relata. Y tambi¨¦n es cierto que fue hasta all¨ª en busca de algo que contar...
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Hasta hace un par de a?os, Jos¨¦ Ignacio Carnero (Bilbao, 34 a?os) era un abogado que, de vez en cuando, escrib¨ªa. Escrib¨ªa sobre todo cuando viajaba porque, dice, la desubicaci¨®n le incitaba a contar. ¡°Lo sigue haciendo¡±, admite. De ah¨ª que su segunda novela, ese h¨ªbrido entre autoficci¨®n flexible y embellecedora mentira ¨C o simple ficci¨®n ¨C que constituye Hombres que caminan solos (Literatura Random House), d¨¦ comienzo con un viaje a Marruecos. El viaje ocurri¨®, al igual que el casi catastr¨®fico accidente que se relata. Y tambi¨¦n es cierto que fue hasta all¨ª en busca de algo que contar, porque ya ten¨ªa lo m¨¢s importante, dice, ¡°una voz¡±. La voz narrativa que hab¨ªa construido en la eleg¨ªaca y confesional Ama (Caballo de Troya), su primera novela, o casi non fiction novel.
¡°Aqu¨ª, realidad y ficci¨®n est¨¢n equilibradas. Podr¨ªa decirse que hay un 50% de cada¡±, asegura. En Hombres que caminan solos vuelve Jose, el narrador de Ama y se presenta como el tipo que escribi¨® un libro sobre la muerte de su madre, un escritor abogado en horas bajas que reflexiona sobre lo silencioso y, por tanto, aparentemente inexistente de la depresi¨®n masculina ¨C como la que padece ¨¦l mismo ¨C; sobre la idea del fracaso ¨C en realidad, es el miedo al fracaso lo que mueve el mundo, se dice ¨C, y sobre la necesidad de ser encontrado en una sociedad global hipertecnificada y deshumanizada que ha convertido en negocio hasta la posibilidad de una historia de amor. S¨ª, Jose se conecta a Tinder y viaja por el mundo descartando chicas que nunca conocer¨¢.
Aqu¨ª, realidad y ficci¨®n est¨¢n equilibradas. Podr¨ªa decirse que hay un 50% de cada
O s¨ª. Porque ?y si se comprara un billete para Buenos Aires para quedar con Paula, la chica de San Telmo que parece estar buscando lo mismo que ¨¦l? Podr¨ªa decirse que aqu¨ª da comienzo Hombres que caminan solos, pero tambi¨¦n podr¨ªa decirse que da comienzo todo el tiempo, porque, como en la vida, cada decisi¨®n abre una infinidad de nuevos caminos posibles. ¡°Si la parte de ficci¨®n se incrementa en Buenos Aires es porque realmente viaj¨¦ all¨ª, y una vez fuera de lugar, la imaginaci¨®n se me despert¨®¡±, dice. Es un d¨ªa de invierno en Barcelona, la ciudad en la que vive desde hace tiempo. Lleva encima un ejemplar de Las nubes, de Juan Jos¨¦ Saer. ¡°He le¨ªdo mucha literatura latinoamericana. Vargas Llosa, Alejo Carpentier, El llano en llamas, ah¨ª empez¨® todo¡±, dice.
No siente pudor mientras escribe porque est¨¢ pensando en lo que escribe. ¡°Escribir bien con pudor es imposible¡±, dice. Tambi¨¦n dice que la depresi¨®n ¡°no tiene nada de rom¨¢ntica, es algo completamente est¨¦ril, un agujero que no vale para nada¡±. En la novela ¡°es el tel¨®n de fondo¡±, y uno de los flancos desde los que atacar la idea de la ¡°vieja masculinidad¡± que en el fondo ¡°es la masculinidad que sigue existiendo, porque no desaparece leyendo un par de art¨ªculos sobre el tema. El esfuerzo se hace, pero la mochila seguimos carg¨¢ndola, porque as¨ª es como te han educado¡±, dice. Por ejemplo, ¡°como hombre te sientes fuerte no pidiendo ayuda, cuando el fuerte es el que admite que la necesita¡±, a?ade.
Rememoro los ¨²ltimos d¨ªas de mi madre, enferma, en su cama y me veo a m¨ª mismo. No puedo negarlo
Cuestiona el sentido de todo lo aprendido, de convenciones inexplicables como la de no hablar nunca de dinero, y de la ansiedad, el monstruo de este siglo, alimentado por la precariedad y la imprevisibilidad. ¡°En mi profesi¨®n, la ansiedad es ¨²til, porque anticipa el problema. El abogado se dedica a eso, a anticipar los posibles problemas de su cliente. Pero en la vida alejada de los juzgados, no tiene nada de ¨²til, pero es inevitable ante la p¨¦rdida de referentes de hoy en d¨ªa. Yo no hubiera sentido ansiedad con una vida tan s¨®lida por m¨¢s que complicada como la de mis padres o mis abuelos. Ellos sab¨ªan lo que ten¨ªan que hacer, yo no lo s¨¦¡±, considera el escritor que, sin embargo, no es expl¨ªcito en nada cuando narra porque ¡°no me mueven las ideas sino las im¨¢genes¡±.
Victimizar al hombre
¡°Tu forma de ver el mundo est¨¢ debajo de la piel, y en lo que cuentas, tambi¨¦n¡±, dice. Tambi¨¦n dice que no tiene la intenci¨®n, cuando escribe, de poner sobre la mesa ciertos temas. Simplemente se los encuentra, les da algunas vueltas, y luego sigue adelante. As¨ª, por ejemplo, en lo que ata?e a la masculinidad, no es que intente, dice, victimizar al hombre, ni pensar en exceso sobre en lo que consiste ser un hombre. Tampoco en lo que pensar¨¢n las generaciones que le precedan de la suya. ¡°Aunque estoy seguro de que para ellas seremos un desastre. Si la cosa sigue igual, no entender¨¢n c¨®mo no pod¨ªamos soportar el estr¨¦s al que ellos estar¨¢n acostumbrados, y si hay un cambio de ciclo y todo mejora, creer¨¢n que fuimos unos torpes que no hicieron nada por cambiar¡±, apunta.
De su madre a¨²n tiene, dice, una caja de Orfidal sin caducar. En alg¨²n punto de Hombres que caminan solos madre e hijo se miran al mismo espejo desesperado de la depresi¨®n. ¡°Rememoro los ¨²ltimos d¨ªas de mi madre, enferma, en su cama y me veo a m¨ª mismo. No puedo negarlo. Ella, para calmar su ansiedad, hac¨ªa estallar as burbujas de papel de embalar; yo pego golpes a un saco de boxeo. Tantos a?os de progreso, tanta prosperidad, para acabar en el mismo sitio¡±, escribe. Y al hacerlo, remite a la cita de Francis Scott Fitzgerald con la que abre la novela que solo tiene de novela la mitad: ¡°Toda vida es un proceso de demolici¨®n, pero los golpes que llevan a cabo la parte dram¨¢tica de la tarea no hacen patentes sus efectos de inmediato¡±.