Pablo S¨¢inz Villegas: ¡°Me escribo con John Williams por correo postal¡±
El guitarrista riojano es el favorito del compositor de ¡®Star Wars¡¯, est¨¢ considerado el n¨²mero uno en el instrumento y se ha empe?ado en devolver la guitarra a la ¨¦lite del mundo sinf¨®nico
Es el guitarrista elegido por ese grande del cine que es John Williams para interpretar sus composiciones. Quiere elevar la categor¨ªa de su instrumento en el mundo sinf¨®nico aunque ya ha debutado con la mejor orquesta del mundo, la Filarm¨®nica de Berl¨ªn y actuar¨¢ en el concierto previo a la entrega de los Premios Princesa de Asturias el pr¨®ximo d¨ªa 21 de octubre. Riojano y cosmopolita, Pablo S¨¢inz Villegas (Logro?o, 1977) tiene arpegios de mago y cepa de m¨²sico ambicioso, aunque, diga: ¡°Me cost¨® aprender a perdonarme los errores¡±.
Pregunta. ?Qu¨¦ quer¨ªa John Williams de usted a principios de septiembre?
Respuesta. Le conoc¨ª hace 10 a?os. Me contact¨® para la ¨²nica pieza de guitarra que ha compuesto, Rounds. Entonces quiso que la interpretara, la estrenara y la grabara. Ahora, para un disco que est¨¢ haciendo con el chelista Yo-Yo Ma y la Filarm¨®nica de Nueva York, me han invitado tambi¨¦n a participar a d¨²o con ¨¦l. ?Sabes c¨®mo nos comunicamos en la lejan¨ªa?
P. ?C¨®mo?
R. Por carta. Con papel, tinta y sello. Muy elegante, a mano, un caballero a la antigua usanza. Las guardo, claro. Eso, que viene de otra ¨¦poca. ?l mantiene lo aut¨¦ntico.
P. ?Por qu¨¦ a la guitarra cl¨¢sica le cuesta entrar en lo grandes circuitos sinf¨®nicos mundiales?
R. Mi prop¨®sito es cambiarlo. Andr¨¦s Segovia la introduce en el pasado. La saca de Linares y los c¨ªrculos rom¨¢nticos de las soir¨¦s. Se convierte con ¨¦l en un instrumento de moda y a ¨¦l le sigue Narciso Yepes y otros. Ha ido poco a poco desapareciendo. Yo siempre he querido tocar para la gente. Empec¨¦ entre labradores en Rioja con 19 a?os y busqu¨¦ volver a entrar en esos c¨ªrculos, como la Sinf¨®nica de Chicago o la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, en la que el ¨²ltimo que lo hizo en su sede fue Narciso Yepes.
P. ?Para volver ah¨ª es necesario quitar complejo y a?adir ambici¨®n?
R. Ambici¨®n es la palabra. Para el instrumento. Tiene que sustentarse en una solidez t¨¦cnica, musical, emocional y de personalidad. Eso es lo que significa ser un artista. Adem¨¢s debe tener un mensaje y un prop¨®sito.
P. ?No ser¨¢ usted de esos cursis que dicen que la m¨²sica nos hace mejores?
R. Creo que humaniza.
P. Pues d¨ªgaselo a Adolf Hitler, que le encantaba Wagner.
R. Buen punto. Ummmmm¡.
P. Tambi¨¦n a Goebbels y a Stalin.
R. Ya, en fin, ellos creer¨ªan que serv¨ªa para su ideal, aunque todos nosotros los veamos como asesinos. Les conectar¨ªa con algo y la utilizar¨ªan para enardecerse y cumplir su misi¨®n. En fin... La m¨²sica es objetiva en s¨ª, quienes somos subjetivos ante ella somos quienes la recibimos. No s¨¦¡ esto es un jard¨ªn con espinas.
P. ?Usted qu¨¦ mensaje quiere dar?
R. Algo que ayude a la gente a construir lo mejor de s¨ª mismos.
P. ?La guitarra es un instrumento popular que puede llegar a convertirse en populista?
R. Puede ser ambas cosas. Yo quiero precisamente crear un puente entre lo popular y lo culto. Tiene el potencial para llegar a eso. Tambi¨¦n es muy org¨¢nica. Puede parecer un cuerpo, muy pegado a nosotros y ancestral. Est¨¢ tanto en la calle como en la corte. Y viaja. Enseguida la montaron en un barco para ir a Am¨¦rica.
P. ?Y la m¨²sica cal¨® all¨ª tanto como la lengua?
R. Pues s¨ª, y de esa manera se fueron creando puntos de encuentro. Tanto que se convirti¨® en la base de todos los repertorios latinos e hisp¨¢nicos. Pertenece a Am¨¦rica tanto como a Espa?a.
P. Cuando escucha el Concierto de Aranjuez en un ascensor o como m¨²sica ambiental, ?se cabrea?
R. Yo no lo he escuchado en ning¨²n ascensor. Pero lo prefiero a que me pongan reguet¨®n. Cuando te lo ponen al tel¨¦fono en modo espera tambi¨¦n lo prefiero, aunque suene a lata.
P. ?Ha tocado alguna vez en la calle?
R. S¨ª, lo he hecho. En mis a?os de estudiante, en el Retiro. Tambi¨¦n lo hice en Logro?o una vez, como iniciativa de un peri¨®dico local. Te aporta idea de la sensibilidad y la vulnerabilidad de ser m¨²sico. Cuando escucho a m¨²sicos callejeros, doy. Y si me gustan, doy mucho.
P. ?Cu¨¢nto?
R. Pues, 50 euros.
P. ?Toma!
R. S¨ª a un obo¨ªsta venezolano en la Plaza de Oriente. Antes de darle, le dije que era m¨²sico y cambi¨® su actitud. Empez¨® a florecer como lo que hab¨ªa sido: obo¨ªsta de la orquesta Sim¨®n Bol¨ªvar en Caracas. A un chelista de Europa del Este que toca Bach en la calle Alcal¨¢, tambi¨¦n le doy.
P. Y esas u?as¡ ?Se ara?a mucho?
R. ?No! Son vers¨¢tiles. Tambi¨¦n sirven para dar caricias. Como la guitarra, ofrecen muchos colores.
P. Un repertorio t¨¢ctil el suyo.
R. Por no hablar de que mi mano izquierda mide un cent¨ªmetro m¨¢s que la derecha.
P. Asim¨¦trico, pues. ?Parad¨®jico tambi¨¦n?
R. Un poco. Dual. La coraz¨®n y la mente manejan herramientas diferentes. Ah¨ª est¨¢ el conflicto. La mente es lo concreto: palabra, n¨²meros. El coraz¨®n, lo que no puedes medir: la poes¨ªa, la m¨²sica. Un tira y afloja, una tensi¨®n. Y as¨ª vivimos entre la raz¨®n y el miedo o el coraz¨®n y sus temores.
P. Dice miedo y temor. ?Y el odio o la maldad?
R. El odio es un miedo, tambi¨¦n. Miedo a reconciliar. El miedo es lo que prima. No quieres vivir a veces el amor por miedo.
P. ?Le ha pasado?
R. ?Hombre! ?Claro que me ha pasado! Si no ser¨ªa Buda.
P. ?D¨®nde quiere llegar?
R. Soy ambicioso. Con mi arte. Me entrego incluso en el error, somos humanos. Me ha costado admitir el error. Te empujan a la perfecci¨®n. Te fustigas. Uno de mis mayores logros ha sido saber perdonarme. Me ha costado much¨ªsimo. Cuando uno aprende a no juzgarse, el error adquiere el valor de lo humano. Trasciende y se convierte en parte de la excelencia, de lo sublime, lo sutil. No busco la perfecci¨®n, pero s¨ª llegar sutilmente a lo sublime.
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