¡®Malmkrog¡¯, experiencia vibrante o inolvidable suplicio

El cine riguroso, denso y monumental del rumano Cristi Puiu tiene una nueva cima en cuesti¨®n de dificultad y de obsesivo requerimiento para el espectador. A¨²n mayor que los 173 minutos de Sieranevada (2016), donde en el reducido escenario de un piso de clase media se tocaban a velocidad de v¨¦rtigo todos los temas posibles sobre la sociedad rumana (y mundial) contempor¨¢nea. Y que los 181 minutos de Aurora, un asesino muy com¨²n (2010), sever¨ªsimo retrato de la angustia de un hombre que deambula por un Bucarest entre la ira y el tedio, sin matiz psicologista alguno ni asidero argume...

El cine riguroso, denso y monumental del rumano Cristi Puiu tiene una nueva cima en cuesti¨®n de dificultad y de obsesivo requerimiento para el espectador. A¨²n mayor que los 173 minutos de Sieranevada (2016), donde en el reducido escenario de un piso de clase media se tocaban a velocidad de v¨¦rtigo todos los temas posibles sobre la sociedad rumana (y mundial) contempor¨¢nea. Y que los 181 minutos de Aurora, un asesino muy com¨²n (2010), sever¨ªsimo retrato de la angustia de un hombre que deambula por un Bucarest entre la ira y el tedio, sin matiz psicologista alguno ni asidero argumental o emocional al que agarrarse. Puiu no tiene piedad y no conoce palabras como prudencia, entretenimiento o mesura. Su cine es una piedra que hay que sostener con singular denuedo. El que lo logre, obtendr¨¢ sus frutos. Pocos lo har¨¢n.

Malmkrog, basada en Los tres di¨¢logos y el relato del Anticristo, ensayo del fil¨®sofo de finales del siglo XIX Vlad¨ªmir Soloviov, dura tres horas y veinte minutos en los que su pu?ado de personajes apenas para de hablar sobre los temas m¨¢s profundos con un exacto ritmo monocorde presidido por la calma, pese a la disparidad de criterios. Un terrateniente, un pol¨ªtico, una condesa y un general del ej¨¦rcito y su esposa, charlan con afectaci¨®n m¨¢xima en una mansi¨®n solitaria de Transilvania, junto a sus criados, acerca de temas nada balad¨ªs: el bien y el mal, as¨ª, casi con may¨²sculas, como esencia, y de ah¨ª, pormenorizando, de geopol¨ªtica internacional, de la existencia de Dios, del ego¨ªsmo y el altruismo, de amos y criados, de poder y sumisi¨®n, de ascetismo y de la deformaci¨®n del cristianismo aut¨¦ntico.

Eternas disquisiciones rodadas por Puiu en planos alargad¨ªsimos en el tiempo, de minutos y minutos, no pocas veces con el personaje que habla filmado de espaldas (o fuera de campo), mientras los que escuchan, ensimismados pasmarotes alineados con solidez est¨¦tica a partir de la frontalidad en diferentes profundidades dentro del encuadre, ejercen de trasuntos de los espectadores en sus butacas, que bien pueden estar revolvi¨¦ndose ante la complej¨ªsima apuesta que est¨¢n viviendo o adentrarse en su tono y en su estilo como un habitante m¨¢s de la casa.

Pel¨ªcula enclaustrada, como Sieranevada, en los m¨¢rgenes de una morada y de las l¨ªneas argumentativas de sus ocupantes, aunque con una puesta en escena radicalmente distinta, pues all¨ª reinaba el br¨ªo y aqu¨ª la pausa, Malmkrog es una obra, como todas las de Puiu ¡ªincluida la mejor de ellas: La muerte del se?or Lazarescu¡ª, acerca de la moral de las civilizaciones, aunque, apuntando a¨²n m¨¢s en su base, sobre la filosof¨ªa de la religi¨®n. As¨ª dicho, suena profundo y gigantesco y en realidad lo es. Tambi¨¦n de una exigencia m¨¢xima, porque no hay resquicios, salvo una sutil¨ªsima sorpresa narrativa. Por si alguien quiere compararla: nada que ver con la trascendental sencillez de Ant¨®n Ch¨¦jov; tampoco con t¨ªtulos de autores como Ingmar Bergman y Andr¨¦i Tarkovski, que pueden parecer semejantes en sus construcciones interior y exterior. Triunfadora en el festival de Sevilla, Malmkrog, m¨¢s que una invitaci¨®n al deleite, es una carta de presentaci¨®n hacia el desconcierto. Un reto que cada cual advertir¨¢ como una experiencia vibrante o como un inolvidable suplicio.