El hombre que calla: nueva entrega de las cr¨®nicas de Emmanuel Carr¨¨re desde el juicio por los atentados de Par¨ªs
Osama Krayem, implicado indirectamente en los ataques en Par¨ªs, desisti¨® en el ¨²ltimo minuto de activar la bomba que transportaba en la mochila en los atentados de Bruselas. Es poco probable que nos explique por qu¨¦
1. Guardar silencio
Hacia el final de la audiencia, un abogado de la parte civil se ha levantado y se ha dirigido teatralmente al acusado: ¡°Se?or Krayem, ?podr¨ªa decirnos si se niega a hablar por motivos personales o porque no reconoce a esta jurisdicci¨®n?¡±. La pregunta es sorprendente si se tiene en cuenta que Osama Krayem, la semana anterior, pidi¨® a su abogado que leyera una carta en la que explica muy claramente: ¡°Nadie est¨¢ aqu¨ª para intentar comprender y no creo que expresarme acerca de lo que se me reprocha cambie en absoluto la decisi¨®n del tribunal. He tomado la decisi¨®n...
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Cap¨ªtulo 18
1. Guardar silencio
Hacia el final de la audiencia, un abogado de la parte civil se ha levantado y se ha dirigido teatralmente al acusado: ¡°Se?or Krayem, ?podr¨ªa decirnos si se niega a hablar por motivos personales o porque no reconoce a esta jurisdicci¨®n?¡±. La pregunta es sorprendente si se tiene en cuenta que Osama Krayem, la semana anterior, pidi¨® a su abogado que leyera una carta en la que explica muy claramente: ¡°Nadie est¨¢ aqu¨ª para intentar comprender y no creo que expresarme acerca de lo que se me reprocha cambie en absoluto la decisi¨®n del tribunal. He tomado la decisi¨®n de guardar silencio hasta el fin de los debates¡±. As¨ª pues, su interrogatorio ha consistido en una serie de preguntas formuladas, en el orden habitual, por el presidente y sus jueces adjuntos, el fiscal, los abogados de las partes civiles y, por ¨²ltimo, la defensa. Eran preguntas largas y minuciosas, basadas en cotas del sumario, al final de las cuales miraban al acusado, por mera formalidad y por si acaso hab¨ªa cambiado de opini¨®n. Pero no, permanec¨ªa impasible y mudo, miraba al vac¨ªo sin pesta?ear. Cabe preguntarse cu¨¢l de estas dos estrategias de ruptura es la m¨¢s eficaz: negarse a comparecer o comparecer y negarse a hablar. A mi entender, la segunda: en una presencia f¨ªsica silenciosa hay algo profundamente desestabilizador. Te agitas delante de una pared.
De rasgos finos, pelo negro, largo y lacio, partido por una raya en medio, y de barba abundante por debajo de la mascarilla, Osama Krayem es un tipo de 30 a?os, de nacionalidad sueca, criado en Malmoe por una familia siria, libanesa o palestina ¡ªno est¨¢ claro, pero en ¨¦l nada lo es¡ª, y que al salir de una adolescencia dedicada al f¨²tbol, empez¨® a practicar su religi¨®n asiduamente. No por ello acepta la palabra ¡°radicalizaci¨®n¡±: ¡°En la religi¨®n¡±, dec¨ªa, en los d¨ªas en que hablaba, ¡°lo tomas todo o lo dejas todo. Si el Cor¨¢n dice que algo es justo, pues es justo, aunque el resto de la humanidad diga lo contrario¡±.
En agosto de 2014 viaja a Siria para ¡°una labor humanitaria¡±, como demuestra su presencia entre 15 barbudos en traje de faena que asisten a la ejecuci¨®n de un piloto de caza jordano quemado vivo en una jaula, el m¨¢s atroz de los v¨ªdeos atroces del ISIS. En la primavera de 2015, se relaciona con Abou Mohammed al Adnani, jefe de las operaciones exteriores del califato, de quien aprende, seg¨²n una carta a su hermana, ¡°cosas asombrosas¡±, y se propone ¡°realizar el mejor acto que m¨¢s satisfaga a Al¨¢¡±. En otras palabras, una operaci¨®n suicida, en virtud de la cual abandona Siria a mediados de septiembre de 2015. Provisto de un falso pasaporte sirio, entra en Europa por Grecia en compa?¨ªa de Sofiane Ayari y Ahmad Alkhald. Los tres se encuentran en Viena, donde Salah Abdeslam va a recogerlos el 3 de octubre para transportarles a B¨¦lgica. A decir verdad, Krayem solo est¨¢ indirectamente implicado en los atentados parisinos. ?l se reservaba el del metro de Bruselas, el 22 de marzo de 2016, pero, al igual que Salah Abdeslam, desisti¨® en el ¨²ltimo minuto de activar la bomba que transportaba en la mochila, y es poco probable que nos explique por qu¨¦.
2. Un buen hombre
Como su hermano y su hermana no respondieron a las convocatorias, la defensa de Osama Krayem solo encontr¨® un testigo que declarase a su favor: un profesor belga jubilado, visitante de c¨¢rceles voluntario, que durante cuatro a?os le dio clases de franc¨¦s. Ciento setenta y cinco lecciones de una hora y media ¡ªes decir, 260 horas cara a cara, ha calculado ¨¦l¡ª que le confieren cierta autoridad para hablar de su alumno. ?Qu¨¦ dice este hombre que viste una parka gris y es un poco gris ¨¦l mismo, pero apacible y preciso? Que empezaron estudiando el ¨¢lbum de Tint¨ªn, La oreja rota (en el que aparece el general Alc¨¢zar) y siguieron con El principito.
Que Krayem le pareci¨® reflexivo, ecu¨¢nime, ansioso de que le consideren un chico fiable, honesto, respetuoso de la palabra dada. Un alumno de buena voluntad con quien se estableci¨® a lo largo de los a?os un lazo de aprecio y de confianza. Por citar a un celador de la c¨¢rcel: ¡°Con independencia de las cosas horribles que ha cometido, el se?or Krayem es una persona con mucha humanidad¡±. La expresi¨®n ha suscitado una oleada de reprobaci¨®n. La humanidad de quien ha formado parte de la brigada m¨¢s cruel del Estado Isl¨¢mico y participado en atentados mort¨ªferos ?no es la misma que la del comandante de Auschwitz que era asimismo un padre cari?oso y un marido sol¨ªcito? ¡°Quiz¨¢¡±, ha dicho el profesor con una suavidad inquebrantable. ¡°No minimizo la gravedad de sus actos, les hablo ¨²nicamente del hombre al que he frecuentado durante cuatro a?os. Quiz¨¢ no sea un tipo chic, pero es un hombre decente y humano. Si queremos vivir en democracia, tiene que haber personas que hablen a favor de los acusados en los juicios¡±. Tiene que haberlas, s¨ª. Pero otro abogado ha le¨ªdo este pasaje de una carta de Krayem a su hermano: ¡°Los infieles son nuestros enemigos. ?dialos con todas tus fuerzas, pero no lo denotes¡±. Los rasgos de decencia y de humanidad que resaltaba este profesor imbuido de una probidad c¨¢ndida y enfundado en un Gore-tex gris, ?no eran pura y simple takiya?
3. Takiya
A finales del mes de agosto de 2016, pas¨¦ una estancia en la islita griega de Leros. Para intenso descontento de sus habitantes, se hab¨ªa convertido en un hotspot que acog¨ªa y clasificaba a los inmigrantes, principalmente sirios, que hu¨ªan del r¨¦gimen sanguinario de Bachar el Asad. Gracias a un taller de escritura, conoc¨ª bastante bien a cinco de estos inmigrantes, muy j¨®venes, y anot¨¦ lo mejor que pude los relatos estremecedores que hac¨ªan de su odisea. Caminatas agotadoras, hambre y sed, pasadores codiciosos y a veces traicioneros, traves¨ªa de Esmirna a Leros a bordo de una zodiac sobrecargada, desinflada a medias, con el consiguiente peligro de morir ahogados. De estos chicos me impresion¨® su valent¨ªa, su madurez. Hice un retrato de uno de ellos en mi libro Yoga.
Yo no conoc¨ªa entonces la palabra takiya, que empleamos todos los que seguimos el juicio como si la conoci¨¦ramos de toda la vida. La takiya es el fingimiento que practica el creyente cuando no tiene la libertad de vivir su religi¨®n a la luz del d¨ªa. As¨ª lo hac¨ªan los musulmanes y los jud¨ªos marranos en la Espa?a cat¨®lica del siglo XV. Los yihadistas de hoy, que se mueven como submarinos en una sociedad a la que aspiran a destruir, han convertido este fingimiento en una segunda piel: para enga?ar a los infieles hay que mezclarse con ellos, aparentar que son musulmanes amables, deseosos de rezar sin molestar a nadie, respetando el pacto republicano. La takiya es un poderoso motor de paranoia que trastorna las noches de jueces y polic¨ªas antiterroristas: tener un aspecto inofensivo, o sinceramente arrepentido ?no constituye la prueba de que eres monstruosamente peligroso?
No pude evitar pensarlo cuando escuchaba a otro testigo, un inmigrante actualmente afincado en Francia que se code¨® con Osama Krayem y sus dos compa?eros de ruta, Ayari y Alkhald, durante su viaje a Europa. Con los nombres de Ahmed, Na?m y Mounir, ellos tambi¨¦n llegaron a Leros en una zodiac, pasaron all¨ª unos d¨ªas a la espera de que los inscribieran y continuaron viaje hasta Viena. Nada les distingu¨ªa de los chicos que conoc¨ª all¨ª exactamente un a?o antes. Tal vez fueran tan encantadores y sus relatos igual de convincentes. Ellos tambi¨¦n llegaban de Siria y se declaraban expulsados por Bachar el Asad cuando en realidad los teleguiaba el ISIS para sembrar fuego y terror en el coraz¨®n de Europa. Si hubiesen participado en mi taller de escritura, ?yo habr¨ªa desconfiado de ellos? ?No habr¨ªa escrito, a prop¨®sito de Osama Krayem, p¨¢ginas llenas de confianza y compasi¨®n?