Fontaines D. C. escenifican el regreso del punk y el pu?etazo en la mesa
El rock enfadica de los irlandeses retrata bien a una generaci¨®n enrabietada, pero nadie lo recordar¨¢ si no agrega algo de sustancia mel¨®dica a la mala leche
A los chicos de Fontaines D.C. les gusta pinchar Dirt In the Ground, de Tom Waits, justo antes de tomar posesi¨®n del escenario. La canci¨®n escogida cumple ahora 30 a?os y dista de figurar entre las m¨¢s celebradas de su autor, pero el quinteto de dublineses, un hatajo de mocosos que podr¨ªan ser hijos del autor de Closing Time, se siente irremediablemente atra¨ªdo por el escepticismo purulento de un manifiesto as¨ª: Suciedad en el suelo. Solo que ellos lo traducen a un lenguaje joven, desle...
A los chicos de Fontaines D.C. les gusta pinchar Dirt In the Ground, de Tom Waits, justo antes de tomar posesi¨®n del escenario. La canci¨®n escogida cumple ahora 30 a?os y dista de figurar entre las m¨¢s celebradas de su autor, pero el quinteto de dublineses, un hatajo de mocosos que podr¨ªan ser hijos del autor de Closing Time, se siente irremediablemente atra¨ªdo por el escepticismo purulento de un manifiesto as¨ª: Suciedad en el suelo. Solo que ellos lo traducen a un lenguaje joven, deslenguado y ¨¢spero, justo lo que cabe esperar de unos chavales que, a los veintipocos, perciben c¨®mo la realidad y las expectativas siguen caminos contrapuestos. Ellos son los leg¨ªtimos exponentes de la mala uva como salvoconducto de toda una generaci¨®n.
En virtud de los carn¨¦s de identidad, los Fontaines ser¨ªan unos perfectos ni?atos, pero el destino ha querido situarlos como testigos de una ¨¦poca convulsa. Y est¨¢n hasta las narices. Los irlandeses (lo de D. C. sirve como matr¨ªcula de Dublin City, y a mucha honra) huyen de cualquier condescendencia, afilan las guitarras y el colmillo, apuestan por el bramido frente a cualquier atisbo de melod¨ªa. Grian Chatten, su hombre fuerte, se escora a menudo hacia el recitado, y cuando no lo hace, como en la reci¨¦n estrenada Jackie Down the Line, parece inmerso en una oraci¨®n ap¨®crifa con s¨®lo dos o tres notas en su rango mel¨®dico.
Olvid¨¦monos de tarareos. Los muchachos no quieren que su repertorio acaricie, sino que rasque. Les gusta m¨¢s la erupci¨®n cut¨¢nea que su loci¨®n reparadora: en ciertos momentos y circunstancias, mejor hurgar con el dedo en la herida. Aunque supure.
La propuesta es ¨¢spera y destemplada, pero tan atractiva como para convocar este domingo a casi 2.000 almas en La Riviera de Madrid, arranque de una gira europea que 24 horas m¨¢s tarde hab¨ªa de hacer escala en la Razzmatazz barcelonesa. Los dublineses no llegaron con intenci¨®n de ampliar su c¨ªrculo de amistades, fieles a la tradici¨®n tenebrosa, lac¨®nica y hasta indolente del pospunk. Pero se mostraron muy dispuestos a encarnar la importancia de los pu?etazos en la mesa. Si te conformas con la vida tal y como la tenemos organizada a estas alturas, vienen a decir a sus coet¨¢neos, eres un perfecto panoli.
Por todo ello se comporta Chatten durante toda la noche como un vocinglero. No es como para sentirse s¨²bitamente seducido por la propuesta, pero s¨ª aleccionado: ni siquiera You Said, una de las piezas m¨¢s minuciosas y mejor armadas, deja de ser una versi¨®n ruda y rasposa de Oasis. Como contraste queda el derroche de bilis en dos minutos de Big, primera canci¨®n del ¨¢lbum de debut (Dogrel, 2019), que en directo suena como un aguijonazo, chuleta y desafiante. Para algo est¨¢ la incesante labor de la pareja de guitarristas, Carlos O¡¯Curnell y Conor Curley, que escoltan al jefe de filas entre una tormenta de aullidos y distorsiones. Si quer¨ªan que en la f¨®rmula se advirtieran las muchas horas de enclaustramiento en el garaje, los de Dublin se grad¨²an con nota en ese test de mala baba.
Y as¨ª, como en un hurac¨¢n (que coincide con el t¨ªtulo de quiz¨¢ la m¨¢s furibunda de las 15 piezas del men¨²), transcurre una velada nada simp¨¢tica, por mucho que una lluvia de globos gigantes anime el cotarro en el gallinero durante la interpretaci¨®n de Too Real. Fontaines D. C. representan a quienes se sienten desplazados y silenciados, a las v¨ªctimas del colapso y el desasosiego. Y, en consecuencia, tienen que pillarnos con la vena hinchada para empatizar con un discurso que tiene mucho de exabrupto y casi nada de miramientos.
No parece que ese panorama de soflamas monocordes del quinteto vaya a variar sustancialmente con Skinty Fia, un tercer trabajo del que ya conocemos algunos avances y que desembarcar¨¢ con toda su metralla a finales de abril. El estallido de ira de este domingo se prolong¨® durante apenas 70 minutos y solo incluy¨® las palabras ¡°Buenas noches¡± y ¡°Adi¨®s¡± como puentes de comunicaci¨®n del iracundo Grian con la parroquia. As¨ª son ellos: j¨®venes, pero sobradamente malencarados. Aunque terminen cansando de tanto ense?arnos siempre la misma mueca.