El concierto homenaje a Roc¨ªo Jurado sube a la tonadillera a los altares del feminismo
Rigoberta Bandini y Tanxugueiras, entre las que participaron en un recital ben¨¦fico y entusiasta con ocasi¨®n del 8-M
All¨¢ por junio de 2006, cuando casi toda Espa?a lloraba su muerte prematura, fueron centenares las voces que glosaron la grandiosidad art¨ªstica de Roc¨ªo Jurado, pero muy pocas las que creyeron ver un icono feminista en su figura. En realidad, casi la ¨²nica predispuesta a aplicarse tal atributo era ella misma, y as¨ª lo hizo tantas veces como se lo preguntaban por los plat¨®s de medio planeta. Tres lustros m¨¢s tarde, la chipionera fue glosada y glorificada este 8 de marzo por 17 mujeres que la descubrieron de chiquillas y que ahora aciertan a ver en ella un referente de entereza, coherencia y pundonor, incluso desde ¨®rbitas estil¨ªsticas bien alejadas. Va a ser verdad que algo han evolucionado nuestras mentalidades en estos ¨²ltimos 15 a?os, aunque no siempre lo parezca.
M¨¢s de 4.500 personas acudieron el martes en el WiZink Center madrile?o a Mujeres cantan a Roc¨ªo Jurado, una iniciativa capitaneada personalmente por la hija de ¡°la m¨¢s grande¡±, Roc¨ªo Carrasco, para recaudar fondos con destino a la Fundaci¨®n Ana Bella, que suma ya dos d¨¦cadas cobijando a mujeres maltratadas y supervivientes. Ese ¡°patrimonio inmaterial de la humanidad¡± que es el feminismo, como sostuvo Carmen Alborch, canoniz¨® a la tonadillera como estandarte intergeneracional y redonde¨® un repaso mucho m¨¢s s¨®lido y riguroso en lo art¨ªstico de lo que podr¨ªamos barruntar. Heterog¨¦neo, sin duda, pero mimado por una banda bajo la direcci¨®n de V¨ªctor El¨ªas, al que de chaval¨ªn conoc¨ªamos como el Guille de Los Serrano, pero que ahora ejerce de pianista y arreglista muy serio e imaginativo. Adem¨¢s de ser el actual novio de Ana Guerra y el ex de Chanel, ya que quieren saberlo todo.
Bien es cierto que Mujeres¡ a veces ten¨ªa m¨¢s trazas de gala televisiva que de homenaje musical colectivo. Carrasco confi¨® en Mercedes Mil¨¢ como maestra de ceremonias y la veterana periodista, siempre temperamental, decidi¨® alternar el ingenio con la impertinencia. Tan pronto se ce?¨ªa al guion como lo enmendaba, contradec¨ªa lo que ella misma terminaba de leer o, en uno de los momentos m¨¢s surrealistas de la velada, se sacaba del bolsillo un satisfyer ¡°porque vivimos tiempos de pechos fuera¡±. Pero ninguna de las 17 protagonistas musicales se tom¨® su participaci¨®n a la ligera, menos a¨²n las ya no eurovisivas Rigoberta Bandini y Tanxugueiras. Y si deca¨ªa el inter¨¦s coplero, siempre pod¨ªa pas¨¢rsele el micr¨®fono a la novelista er¨®tica Noem¨ª Casquet, que en un momento dado resumi¨® su sentir con las siguientes palabras: ¡°Dejemos de fingir orgasmos solo por preservar egos, co?o¡±.
Dentro de ese concepto casi televisivo, desde el escenario se conectaba de vez en cuando con la hilarante Yolanda Ramos, apostada en camerinos para confraternizar con unas y otras y corroborar que media Espa?a sigue sin visos de aprender a pronunciar la palabra ¡°tanxugueira¡±. Las cantareiras gallegas salpimentaron la t¨®rrida Si amanece con sus alal¨¢s y aturuxos, una probatura seguramente m¨¢s simp¨¢tica y extravagante que del todo eficaz. Pero el duende de estas tres mozas resulta ya abrumador. ¡°Hicimos lo que pudimos. Que nos perdone Roc¨ªo, porque ella es inimitable¡±, se excusaron con humildad mientras todo el pabell¨®n, alborozado, las jaleaba.
En cuanto a Rigoberta, su papel de jefaza es tan incuestionable que se le reserv¨® el cierre de la noche y el honor de interpretar dos canciones en vez de una, excusa perfecta para que la despendolada fiesta final tuviera lugar al ritmo de Ay, mam¨¢. Pero la canci¨®n sobre Delacroix y las tetas no fue el aut¨¦ntico momentazo de la noche, sino su soberbia lectura de Lo siento mi amor. Ninguna broma. La Bandini lo borda aplic¨¢ndole a la estrofa unas hechuras indies, casi experimentales, y reservando para el ¡°Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo¡± una apoteosis no ya como una ola, sino como un tornado arrollador. Y con un rango vocal muy superior al que deja entrever y puede sugerir la candidez de su vestuario de colegiala.
Entre las grandes juradistas de la noche, Pastora Soler se mimetiz¨® con la gaditana con un Se nos rompi¨® el amor desgarrador. No menos que Ruth Lorenzo y su Que muera el amor, durante el que desmigaja con rabia una rosa roja entre los dedos, aprovechando que el finiquito de los romances siempre es combustible propicio para exacerbar la teatralidad. Por su parte, Lorena G¨®mez, ganadora en una de esas ediciones de OT (2006) que ya solo segu¨ªan los inasequibles al desaliento, pudo regodearse con uno de esos versos sical¨ªpticos que tanto nos divert¨ªa escuchar en labios de la Jurado: ¡°Contigo vibro cuando despiertan tus besos mis dos palomas dormidas¡±.
No anduvo tan fina Anabel Due?as, con m¨¢s desafuero que trasfondo para D¨¦jala correr. Ni Edurne, tan poderosa como roma, que reg¨® Mi amante amigo de pura planicie emocional. Le suced¨ªa todo lo contrario a Mayte Mart¨ªn, la ¨²nica verdaderamente capaz de hacernos creer que Mar¨ªa del Roc¨ªo Mohedano Jurado a¨²n pisa el suelo de este maltrecho planeta gracias a su solemne e impecable A que no te vas.
Mar¨ªa Toledo fue la m¨¢s rumbera de la velada, casi la ¨²nica, gracias a Solita en mi balc¨®n. Se mostr¨® pizpireta con su aparatosa diadema de rosas y excitante, como acostumbra, a la hora de inyectarle hondura a las teclas del piano. Tambi¨¦n ejerci¨® brevemente como pianista Ana Guerra para una Se?ora ralentizada y muy personal. Ese cap¨ªtulo de heterodoxas lo engrosan Sof¨ªa Ellar, que aportaba a Por qu¨¦ me habr¨¢s besado un toque m¨¢s sollozante, propenso al susurro y caracter¨ªstico de la canci¨®n de autor. O Robin Torres, que aborda Todo se derrumb¨® dentro de m¨ª con apariencia inocente, casi ani?ada, pero se alborota a golpe de swing en uno de los giros de guion musicalmente m¨¢s notables e inesperados de la noche. Tambi¨¦n acert¨® Sole Gim¨¦nez en Como una ola, mecida por el suave balanceo del jazz latino pero tirando de un temperamento que a veces le ven¨ªamos echando en falta.
Y en lo m¨¢s alto de la clasificaci¨®n de iconoclastas, anoten a Lola Vendetta, que corta cabezas en c¨®mic a maltratadores y botarates mientras exacerbaba Ese hombre; y Beatriz Luengo, que da la vuelta a la tortilla a una Bien pag¨¢ que en sus labios se convierte en Bien pagao, por dinamitar las convenciones de g¨¦nero y a?adirle al c¨®ctel, ya puestos, unas gotas de rapeo y de coro g¨®spel. Al final, dos constataciones urgentes, demoledoras y moderadamente inesperadas. La primera: hasta el oyente en teor¨ªa m¨¢s alejado de los territorios de la Jurado se conoce no menos de una docena de canciones de esa mujer. Y la segunda: despojados ya a estas alturas de rancios prejuicios, va a ser verdad que a la tonadillera le sentaba divinamente el color morado. Ella misma lo avisaba: era ¡°devota de la Virgen y feminista¡±. Am¨¦n.
Babelia
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