Una ¡®Siberia¡¯ helada llega por primera vez al Teatro Real
Una muy deficiente direcci¨®n musical lastra desde el principio la recuperaci¨®n de la ¨®pera verista de Umberto Giordano
Hay compositores ¡ªmuchos¡ª de una ¨²nica ¨®pera, no porque no escribieran m¨¢s, sino porque tan solo una ha logrado pasar el exigente filtro del paso de los a?os, las d¨¦cadas, los siglos y los gustos cambiantes del p¨²blico. Los italianos, maestros del g¨¦nero, encabezan esta lista: Ruggero Leoncavallo, Pietro Mascagni, Alfredo Catalani, Arrigo Boito, Franco Alfano, Riccardo Zandonai y un largu¨ªsimo etc¨¦tera. Umberto Giordano podr¨ªa unirse a este grupo con su Andrea Ch¨¦nier o, abriendo la mano, encabezar un segundo s...
Hay compositores ¡ªmuchos¡ª de una ¨²nica ¨®pera, no porque no escribieran m¨¢s, sino porque tan solo una ha logrado pasar el exigente filtro del paso de los a?os, las d¨¦cadas, los siglos y los gustos cambiantes del p¨²blico. Los italianos, maestros del g¨¦nero, encabezan esta lista: Ruggero Leoncavallo, Pietro Mascagni, Alfredo Catalani, Arrigo Boito, Franco Alfano, Riccardo Zandonai y un largu¨ªsimo etc¨¦tera. Umberto Giordano podr¨ªa unirse a este grupo con su Andrea Ch¨¦nier o, abriendo la mano, encabezar un segundo si concedemos tambi¨¦n una cierta inmortalidad a su Fedora. Nadie pensar¨ªa, sin embargo, en su Siberia, una ¨®pera olvidada, a pesar de ser la preferida de su autor y de que logr¨® la haza?a, nada desde?able en aquellos a?os, de ser representada en la ?pera de Par¨ªs en 1911, ocho a?os despu¨¦s de su estreno en el Teatro alla Scala de Mil¨¢n. Como escribi¨® el compositor a su familia el 8 de mayo: ¡°No me faltaba m¨¢s que esta gloria: una gloria con la que so?aba y que me hace sentirme realmente m¨¢s orgulloso que cualquier otra cosa del mundo. Este honor no ha podido disfrutarlo m¨¢s que Verdi, porque pienso que nos encontramos en el primer teatro del mundo entero¡±. Y el lapso de tiempo entre ambos estrenos no se debi¨® m¨¢s que a la incompetencia del editor, Edoardo Sanzogno, para exportar r¨¢pida y eficazmente las mejores obras de sus autores, ya que Par¨ªs se interes¨® por Siberia muy poco despu¨¦s de su estreno milan¨¦s.
Siberia
Música de Umberto Giordano. Sonya Yoncheva, Murat Karahan, George Petean, Elena Zilio y Fernando Radó, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Domingo Hindoyan. Teatro Real, 22 de abril. Hasta el 9 de mayo.
El Teatro Real tiene la mala costumbre de, cuando programa conciertos, recitales u ¨®peras en versi¨®n de concierto, publicar ¨²nicamente un folio o, como en este caso, folio y medio a modo de programa de mano, con la informaci¨®n estrictamente esencial sobre los int¨¦rpretes: ni una palabra, en cambio, sobre las obras. En un recital esto parece m¨¢s admisible, pero con una ¨®pera tan desconocida como Siberia resulta mucho menos justificable, porque es seguro que la inmensa mayor¨ªa del p¨²blico que acudi¨® el viernes por la tarde al Teatro Real la escuchaba por primera vez y lo desconoc¨ªa todo sobre ella. A fuer de ser justos, hay que dejar constancia tambi¨¦n de que es muy probable que el reclamo para acercarse a la Plaza de Oriente no fuera la ¨®pera en s¨ª, sino la presencia como su protagonista femenina de Sonya Yoncheva, la soprano b¨²lgara que ha ascendido a lo m¨¢s alto de su profesi¨®n y que se engalana con todos los atributos de una diva: en Madrid luci¨® un vestido en la primera parte y otro en la segunda, algo habitual en los recitales, pero no tanto en un espect¨¢culo colectivo en el que participaban once cantantes, adem¨¢s de coro y orquesta, por supuesto. Pero, sin Yoncheva, tampoco habr¨ªa habido Siberia, dirigida en Madrid por su marido, Domingo Hindoyan, y no solo cantada, sino tambi¨¦n representada por ella misma hace menos de un a?o en el Maggio Musicale Fiorentino. Al contrario de lo que suele ser la norma, ella ¡ªla que concentr¨® todas las miradas¡ª fue la m¨¢s desapegada de la partitura: la conoce lo bastante bien, y aquellas representaciones quedan a¨²n lo suficientemente cerca, como para renunciar en gran medida al yugo del atril, tan visible y extendido en circunstancias similares.
Si hace pocas semanas pudo constatarse, tambi¨¦n en el Teatro Real, cu¨¢n huero era el colorido oriental de Lakm¨¦, otro tanto puede decirse de la ambientaci¨®n rusa de Siberia, que incorpora melod¨ªas extra¨ªdas de la colecci¨®n de canciones populares de Bal¨¢kirev, como la Canci¨®n de los bateleros del Volga que popularizara Fi¨®dor Chaliapin, o la melod¨ªa que utiliz¨® Chaikovski en su Obertura 1812 y que suena interpretada con un cuarteto de mandolinas (que remedan en realidad balalaikas) sobre el escenario al final del tercer acto. La ¨®pera se abre ya con un coro armonizado a la manera del canto ortodoxo, con profusi¨®n de terceras, quintas y octavas. La inspiraci¨®n de Luigi Illica, el libretista de Giordano, parti¨® muy vagamente de la lectura Recuerdos de la casa de los muertos de Dostoievski y Resurrecci¨®n de Tolst¨®i (esta ¨²ltima fue, a su vez, la base literaria de Risurrezione, de Franco Alfano, hoy completamente olvidada). Pero que nadie espere encontrar aqu¨ª la desolaci¨®n absoluta o los largos mon¨®logos de la ¨®pera de Jan¨¢?ek inspirada en la novela autobiogr¨¢fica de Dostoievski. Aqu¨ª parece seguirse m¨¢s bien la estela del ¨¦xito de Fedora, cuyo primer acto se desarrolla asimismo en una gran mansi¨®n de San Petersburgo, con presencia en ambos casos de la aristocracia local. Tampoco puede ser casual, y menos a¨²n en ¨®peras adscritas al verismo, que estas dos ¨®peras de Giordano concluyan con la muerte de la hero¨ªna en brazos de su amado al tiempo que, a lo lejos, se canta una melod¨ªa ya escuchada anteriormente: recursos dram¨¢ticos sencillos, emociones seguras.
El final de Siberia tiene contra¨ªda una fuerte deuda con el de Manon Lescaut de Puccini, otra muerte muy lejos de casa, y en un entorno ex¨®tico, en la que la que Manon muere tambi¨¦n entre los brazos de Des Grieux. Aunque Illica prefer¨ªa una estructura en cuatro actos, como la de la ¨®pera de Puccini (de la que fue colibretista), Giordano se decant¨® por tres, ¡°porque un cuarto har¨ªa que la ¨®pera resultara pesante y sombr¨ªa, ya que no dispongo de tanta variedad de colores. Despu¨¦s de dos actos de plena Siberia y llenos de situaciones dram¨¢ticas potentes, no se necesita otro. (...) ?No haremos una ¨®pera hist¨®rica? ?Qu¨¦ importa! Pero no resultar¨¢ enf¨¢tica, sino llena de pasi¨®n, de color y de calor. (...) Nada de nihilismo o decembrismo, nada de historia, nada de todo lo dem¨¢s; nada m¨¢s que el sencillo lirismo de las pasiones humanas¡±, escribi¨® Giordano a Illica. Un enfoque justo en las ant¨ªpodas de lo que har¨ªa Leo? Jan¨¢?ek poco m¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s en Desde la casa de los muertos, imbuida de nihilismo, soledad y desesperaci¨®n en el marco de una dramaturgia decididamente moderna y liberada por completo de cualquier lastre decimon¨®nico.
El d¨¦bil andamiaje dramat¨²rgico de Siberia no invita, en cambio, a mayores comentarios, porque son la inspiraci¨®n y el s¨®lido oficio de Giordano los que han hecho posible, a duras penas, su supervivencia. El italiano hace siempre gala de una de sus mejores virtudes, aprendida tambi¨¦n de Puccini, su principal referente: la concisi¨®n. Descanso incluido, esta resurrecci¨®n madrile?a de Siberia se prolong¨® dos horas exactas. Tampoco hay en Siberia arias o d¨²os especialmente memorables o elaborados, hasta el punto de que el aria que canta la protagonista en su primera aparici¨®n en escena en el primer acto, ¡°Nel suo amore rianimata¡±, es la ¨²nica que suele interpretarse ¡ªmuy de tarde en tarde¡ª desgajada de la ¨®pera.
Las versiones de concierto (Lakm¨¦ no fue una excepci¨®n hace un par de meses) se ofrecen siempre sistem¨¢ticamente infraensayadas. Quiz¨¢ habr¨ªa que salvar de la quema al Coro Titular del Teatro Real, que tiene un importante papel en Siberia, desde el principio mismo, y que cumpli¨® con mucho m¨¢s que suficiencia en sus diversas intervenciones, incluido el ¡°coro interno¡± del comienzo del segundo acto que en esta ocasi¨®n ha interpretado, l¨®gicamente, sobre el escenario. Las principales carencias llegaron claramente el viernes de la direcci¨®n musical, ya que Domingo Hindoyan (hay que imaginar que impuesto por Yoncheva como parte de un doble contrato innegociable) no parece la batuta m¨¢s adecuada para enfrentarse a este repertorio. Sin sutilezas de ning¨²n tipo, con contrastes din¨¢micos mal definidos, con una manifiesta incapacidad para mantener la tensi¨®n o, m¨¢s importante a¨²n, graduarla, sin infundir fuerza o br¨ªo a los pasajes que lo piden a gritos, la Orquesta Titular del Teatro Real son¨® muy por debajo de sus prestaciones habituales.
La suya fue una direcci¨®n blanda, desganada, nada dram¨¢tica, r¨ªgida, poco flexible, literalmente de brocha gorda, incluso en aquellos momentos en que podr¨ªa haberse lucido en solitario y el m¨¢s propicio sin duda para ello es el magn¨ªfico Preludio del segundo acto, que a veces se programa incluso como pieza independiente, desgajada del resto de la ¨®pera. Giordano redact¨® incluso una nota, impresa en la partitura, para reclamar al director que, ¡°en este Preludio, pero especialmente en los ¨²ltimos compases, es necesario exagerar todos los pasajes indicados con los reguladores > <, de manera que se produzca una fuerte y penosa impresi¨®n de lamento¡±. Nada de esto pudo percibirse, sino m¨¢s bien un discurso musical plano, anodino y casi siempre embarullado.
Justo en el extremo contrario, Yoncheva nos regal¨® los mejores momentos de la tarde. Posee la voz perfecta para el papel, que se encuentra, adem¨¢s, en su momento ¨®ptimo de madurez. Con aplomo, con seguridad, con un derroche de recursos t¨¦cnicos, cada vez que cantaba la soprano b¨²lgara el nivel interpretativo ascend¨ªa varios enteros. Aun sin una gran implicaci¨®n emocional (la ya octogenaria Elena Zilio, en el papel de la criada Nikona, fue quien m¨¢s y mejor se meti¨® en su personaje), todo cuanto hizo estaba extraordinariamente bien cantado. Un ejemplo significativo fue el d¨²o con Vassili del segundo acto, en el que, casi al final, en la frase ¡°Ah! Vassili, son qui per l¡¯amore, pel dolor¡±, pas¨® con una facilidad y perfecci¨®n pasmosas de un Si bemol agudo, poderoso, a un Do y un Re bemol graves, casi dos octavas por debajo, igualmente redondos, con cuerpo y plenos de color.
A su lado, sin embargo, palidecieron los dos personajes masculinos: el malvado Gl¨¦by de George Petean y el sufrido Vassili de Murat Karahan. El bajo rumano, que particip¨® tambi¨¦n en las representaciones del Maggio Musicale Fiorentino, estuvo demasiado pendiente de la partitura y en ning¨²n momento transmiti¨® la vileza de su personaje, casi un aprendiz de Scarpia. Aunque con buena voz y una correcta l¨ªnea vocal, no dej¨® una gran huella, en l¨ªnea con la gelidez reinante durante toda la tarde. Peor fue la prestaci¨®n del tenor turco, de voz nasal y agudos un tanto estrangulados y no siempre bien proyectados, poco cre¨ªble como el joven oficial de infanter¨ªa. En el d¨²o del segundo acto se qued¨® extra?amente mudo, quiz¨¢ por despiste, o porque Yoncheva impone mucho, en ¡°Trionfale amor¡±. Antes, su La agudo en solitario al final del primer acto, sobre la palabra ¡°addio¡°, apenas result¨® audible, al contrario de lo que sucedi¨® con los Does agudos de Yoncheva en el segundo acto, cuando canta ¡°Gloria! Qui con te!¡±, que se escucharon n¨ªtidamente sobre orquesta, coro y el agudo del propio Karahan. La comuni¨®n con la soprano (de quien la separaba siempre ¡ªsimb¨®licamente¡ª Domingo Hindoyan, de origen armenio, ya que nunca cantaron del mismo lado del podio, como habr¨ªa sido dramat¨²rgicamente aconsejable) fue nula y todo tiene consecuencias, que desembocaron en una respuesta fr¨ªa, siberiana, por parte del p¨²blico, que reserv¨® al final los ¨²nicos aplausos c¨¢lidos, como estaba ya escrito en el guion, para la diva b¨²lgara.
De los papeles peque?os hay que destacar a la ya citada e incombustible Elena Zilio, un dechado de profesionalidad y con la mejor dicci¨®n italiana del reparto. Alejandro del Cerro fue un esforzado pr¨ªncipe Alexis, Fernando Rad¨® dio consistencia y entidad a los tres peque?os papeles que interpret¨® (este es para ¨¦l un territorio mucho m¨¢s natural que el de Le nozze di Figaro, que sigue cantando estos d¨ªas en el Real), mientras que Mercedes Gancedo cumpli¨® sobradamente en su peque?o papel de muchacha en el segundo acto. La tarde no dio para mucho m¨¢s y, a pesar de que el sol y el calor ya se han instalado irremediablemente en Madrid, Siberia no logr¨® nunca elevar la temperatura emocional en el interior de la sala. Una grand¨ªsima cantante ¡ªSonya Yoncheva lo es, sin discusi¨®n posible¡ª no basta para levantar ella sola una ¨®pera, menos a¨²n cuando se trata de un t¨ªtulo ignoto que resucita de repente de entre los muertos. Ojal¨¢ que el pr¨®ximo lunes, cuando volver¨¢ a interpretarse en el Teatro Real, todos logren contagiarse un poco m¨¢s del calor circundante.