Puccini, el ¨²ltimo esplendor de la ¨®pera
Una biograf¨ªa de Julian Budden, reci¨¦n editada en espa?ol, rastrea la vida y la obra del compositor de Lucca, que cerr¨® con ¡®Turandot¡¯ tres siglos de tradici¨®n l¨ªrica italiana, opacada por el cine a partir de 1926
Turandot es la ¨®pera de Nessun dorma, la romanza que Luciano Pavarotti convirti¨® en una especie de ¨¦xito pop, en 1990, durante el Mundial de F¨²tbol de Italia y el primer concierto de Los Tres Tenores. Pero tambi¨¦n representa, para Julian Budden, el final de m¨¢s de tres siglos de ¨®pera italiana. Lo leemos en Puccini. Su vida y sus obras, la biograf¨ªa del compositor de Lucca, de 2002, que acaba de publicar Akal en traducci¨®n de Juan Lucas.
Este especialista en ¨®pera, fallecido hace 14 a?os, se refiere al esplendor de un g¨¦nero que hab¨ªa sido constantemente reavivado por operistas que trataban de actualizar el g¨¦nero sin renunciar al pasado. Cita a Alessandro Scarlatti, a Gioachino Rossini y a Pietro Mascagni como podr¨ªa haber citado a Giuseppe Verdi, de quien fue uno de los m¨¢s conspicuos especialistas. De sus ¨®peras public¨®, en Oxford University Press, una monumental monograf¨ªa en tres vol¨²menes (1973-81) seguida de una biograf¨ªa, en la prestigiosa serie The Master Musicians, que Turner edit¨® en espa?ol, en 2017.
Budden alude tambi¨¦n a las expectativas del p¨²blico que hab¨ªan mantenido vivo el g¨¦nero desde Claudio Monteverdi en adelante. Pero todo cambi¨® tras la Primera Guerra Mundial. Y no hubo recambio tras la muerte de Puccini, en noviembre de 1924. La joven generaci¨®n se decantaba entre la reiteraci¨®n de Ermanno Wolf-Ferrari y la individualidad que manifestaban Alfredo Casella, Gian Francesco Malipiero e Ildebrando Pizzetti. Pero el especialista brit¨¢nico no menciona la importancia que tuvo el auge del cine mudo en todo este proceso.
En El oto?o de la ¨®pera italiana (2007), Alan Mallach explica c¨®mo la gran pantalla sustituy¨® a la ¨®pera en el coraz¨®n de la burgues¨ªa italiana de principios del siglo XX. No solo varios teatros se convirtieron en cines, sino que las actrices comenzaron a acaparar la atenci¨®n popular de las divas. Fue el caso de Lyda Borelli, cuya forma de actuar gener¨® nuevas palabras en italiano (borellismo, borellissimo y borelleggiare).
Algunos viejos operistas se adaptaron al nuevo medio. El antiguo compa?ero de estudios de Puccini y autor de Cavalleria Rusticana, Pietro Mascagni, escribi¨®, en 1915, la m¨²sica de Rapsodia satanica, de Nino Oxilia, con Borelli como protagonista. Est¨¢ claro que fue el desarrollo del largometraje lo que atrajo a la ¨¦lite cultural y financiera de Italia, a partir de 1911. Hasta Gabriele D¡¯Annunzio abandon¨® sus pretensiones de colaborar con Puccini en favor del cine. Y redact¨® los intert¨ªtulos de Cabiria, de Giovanni Pastrone, en 1914, con m¨²sica de Pizzetti, que escribi¨® su Sinfonia del fuoco para la impresionante escena del sacrificio al dios Moloch.
El mismo a?o de la pel¨ªcula, Pizzetti hab¨ªa publicado un duro ataque contra Puccini. Formaba parte de una cruzada contra el compositor de Lucca que afect¨® a su valoraci¨®n cr¨ªtica y acad¨¦mica, pero no a su ¨¦xito ni a su popularidad. La joven generaci¨®n italiana parec¨ªa decidida a enterrar la tradici¨®n oper¨ªstica en favor de la m¨²sica instrumental. Y los estudiosos posteriores difundieron sus ideas contra el compositor. El music¨®logo Joseph Kerman lider¨® el bando cr¨ªtico con una famosa invectiva contra su ¨®pera Tosca incluida en su libro ?pera as Drama (1956): ¡°Esa operita acartonada que pretende escandalizar¡±. Pero Puccini sigui¨® siendo un valor seguro para cualquier teatro de ¨®pera. Y La boh¨¨me, Tosca, Madama Butterfly y Turandot se siguieron representando en los teatros de todo el mundo.
Budden alude al injusto descr¨¦dito acad¨¦mico del compositor desde la primera frase del libro: ¡°Han tenido que pasar m¨¢s de cien a?os para que Puccini fuese admitido en la colecci¨®n Master Musicians Series¡±. Y celebra su admisi¨®n en ese selecto club con una excelente monograf¨ªa. En sus casi 500 p¨¢ginas entreteje la informaci¨®n biogr¨¢fica con una narraci¨®n musical fluida y amena de cada una de sus ¨®peras. Diez cap¨ªtulos a los que suma tres m¨¢s para tratar de sus or¨ªgenes en Lucca, de sus estudios en Mil¨¢n y para esbozar un breve perfil humano y art¨ªstico como broche final. Un enfoque desapasionado, pero tambi¨¦n extremadamente minucioso. No solo leemos acerca de cada versi¨®n de sus ¨®peras (admirable el comentario de Madama Butterfly y La rondine), sino tambi¨¦n acerca de sus proyectos frustrados (Nuestra Se?ora de Par¨ªs y Lorna Doone, entre otros) y adem¨¢s se comenta cada obra menor de su cat¨¢logo (como la marcha Scossa elettrica dedicada a Volta o su brev¨ªsimo Requiem per Guiseppe Verdi).
El libro supera las viejas biograf¨ªas publicadas en espa?ol, de Mosco Carner (Javier Vergara, 1987) y Ernest Krause (Alianza, 1991). Y aporta, adem¨¢s, una precisa evaluaci¨®n de la modernidad de sus ¨®peras. Puccini no solo estaba al tanto de cada novedad musical desde Debussy hasta Stravinski, y desde Richard Strauss a Arnold Sch?nberg, sino que Budden admite que, en La boh¨¨me se adelant¨® a Petrushka y a Charles Ives. Tambi¨¦n apoya la apreciaci¨®n de Anton Webern, en 1919, sobre La fanciulla del West: ¡°Una partitura con un sonido original de principio a fin, espl¨¦ndida, cada comp¨¢s una sorpresa¡±. Y subraya su constante autorrenovaci¨®n que alcanza la c¨²spide en Il trittico, un novedoso t¨ªtulo que justifica su consideraci¨®n como ¡°sucesor de Verdi¡±.
Pero hay omisiones relacionadas con la fecha de publicaci¨®n del libro. Budden no ha podido leer el brillante estudio cultural de Alexandra Wilson, titulado El problema Puccini (2009). Tampoco vivi¨® para consultar el cuarto acto de la versi¨®n original de Edgar, ocultado hasta 2008 por la nieta del compositor. La verdadera historia del suicidio de Doria Manfredi y de su prima Giulia (que sirvi¨® de inspiraci¨®n para el personaje de Minnie) se revel¨® en 2007. Y no indica nada acerca del nuevo final de Turandot, de Luciano Berio, m¨¢s psicol¨®gico y menos bomb¨¢stico que los dos preparados por Franco Alfano. Pero esa ¨®pera fue un laberinto sin salida para Puccini, tal como reconoci¨® a su amiga Sybil Seligman: ¡°Turandot me da miedo y creo que no la terminar¨¦¡±. Y su muerte la ha convertido en un interrogante para la posteridad.
El poco amor por Madrid del sucesor de Verdi
Budden muestra c¨®mo los temas espa?oles revolotearon por la carrera de Puccini durante toda su vida. Baraj¨® adaptar para el teatro de ¨®pera tanto 'La mujer y el pelele', de Pierre Lou?s, como 'El genio alegre', de los hermanos Quintero. Pero su episodio m¨¢s espa?ol fue el estreno de la nueva versi¨®n en tres actos de 'Edgar', en el Teatro Real de Madrid, el 19 de marzo de 1892. Se bisaron cuatro n¨²meros y la reina viuda Mar¨ªa Cristina invit¨® a Puccini al palco real. Pero al compositor no le gust¨® Madrid ni tampoco los madrile?os.
Babelia
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