Arendt, Putin y la segunda ola de la posverdad
La escritora nos ayud¨® a entender que los movimientos prosperan gracias a la destrucci¨®n de la realidad, pues evocan un mundo falso, pero consistente, ¡°m¨¢s adecuado a las necesidades de la mente humana que la realidad misma¡±
?Qu¨¦ fue de la posverdad? O mejor: ?cu¨¢l es, hoy, el estado de la verdad en Occidente? Admito que quiz¨¢ sea una reflexi¨®n dif¨ªcil en medio del verano, pero es este tambi¨¦n tiempo de calma, y la calma invita a la reflexi¨®n. As¨ª que si, por un casual, se preguntan sobre eso que llamamos la verdad, les propongo que piensen, por ejemplo, en la ofensiva comunicativa del r¨¦gimen de Putin desde que invadi¨® Ucrania, en sus falsedades sistem¨¢ticas, la represi¨®n de la disiden...
?Qu¨¦ fue de la posverdad? O mejor: ?cu¨¢l es, hoy, el estado de la verdad en Occidente? Admito que quiz¨¢ sea una reflexi¨®n dif¨ªcil en medio del verano, pero es este tambi¨¦n tiempo de calma, y la calma invita a la reflexi¨®n. As¨ª que si, por un casual, se preguntan sobre eso que llamamos la verdad, les propongo que piensen, por ejemplo, en la ofensiva comunicativa del r¨¦gimen de Putin desde que invadi¨® Ucrania, en sus falsedades sistem¨¢ticas, la represi¨®n de la disidencia o su escandalosa reescritura de la historia. Supongo que ven por d¨®nde voy. Por supuesto, las mentiras tampoco desaparecieron en EE UU cuando Trump perdi¨® el poder. Una buena parte del Partido Republicano sigue hablando de la ¡°elecci¨®n robada¡± por los dem¨®cratas, y ridiculiza el trabajo de la comisi¨®n de investigaci¨®n del Congreso sobre el asalto al Capitolio de enero de 2021, hablando sin sonrojo de un intento de desviar la atenci¨®n p¨²blica de la verdad. Y ante tales ejemplos, solo se me ocurre regresar a la obra de Hannah Arendt, tal vez la mejor pensadora de cabecera para estos tiempos convulsos.
La autora de Verdad y mentira en la pol¨ªtica, texto que apareci¨® por primera vez en The New Yorker en 1967, describ¨ªa la mentira como una acci¨®n que forma parte de la libertad humana, siendo su variante totalitaria la p¨¦rdida de aquello que nos hace distinguirla de la verdad. Pero ?d¨®nde ubicarnos hoy con estas coordenadas? Porque parece claro que estamos ante una segunda ola de la posverdad, aquel fen¨®meno que apareci¨® en 2016 con las historias del Brexit y los famosos ¡°hechos alternativos¡± de Trump, lo que ya entonces ped¨ªa a gritos una relectura urgente de Arendt. Cuando Trump voceaba en plena campa?a aquello de ¡°podr¨ªa pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y no perder¨ªa votantes¡±, Los or¨ªgenes del totalitarismo, escrito en 1951, nos ofrec¨ªa las claves para entender que el magnate no era un simple candidato pol¨ªtico para los republicanos, sino el l¨ªder de un incipiente movimiento de masas. Cuando la Casa Blanca habl¨® de ¡°hechos alternativos¡± para negar la evidencia emp¨ªrica que mostraba que la toma de posesi¨®n de Obama hab¨ªa sido mucho m¨¢s multitudinaria que la de Trump, Arendt nos ayud¨® a entender que los movimientos prosperan gracias a la destrucci¨®n de la realidad, pues evocan un mundo falso, pero consistente, ¡°m¨¢s adecuado a las necesidades de la mente humana que la realidad misma¡±. La promesa del regreso a un pasado id¨ªlico ofrece seguridad y arraigo, la garant¨ªa irresistible de un deseo posible que nos vuelve capaces de negar la mism¨ªsima realidad.
Hoy, el mundo ficticio inventado por Putin aparece bajo la forma del ¡°no hay una guerra¡± sino (como insisten sus voceros) una ¡°operaci¨®n especial¡±, subterfugio que permite insinuar que rusos y ucranios son una misma cosa, un solo pueblo, mostrando de paso la luciferina capacidad del l¨ªder para, en palabras de Arendt, ¡°aislar a las masas del mundo real¡±. De ah¨ª esa propaganda superlativa basada en la nostalgia sovi¨¦tica y la arrogancia del viejo imperio, en la gloria de un pasado que le permite compararse con Pedro el Grande y afirmar, casi doliente, que ¡°no ten¨ªamos m¨¢s remedio¡± que actuar en Ucrania. Su propaganda busca producir una ¨²nica verdad sobre la que no quepa formular opini¨®n alguna, una nueva objetividad ¡°tan real e intocable como las reglas de la aritm¨¦tica¡±. Si, para Arendt, la esfera p¨²blica es ese espacio plural, a todos visible, donde puede desarrollarse la libertad, la propaganda autocr¨¢tica lo atenaza en un encuadre represivo que trata de imponer una ¨²nica verdad. En democracia, discutimos y hablamos sobre lo que ocurre en el mundo; en un r¨¦gimen totalitario, las mentiras propagand¨ªsticas se ¡°tejen en torno a una ficci¨®n central¡±. Piensen, por ejemplo, en la machacona apelaci¨®n a una supuesta ¡°hermandad¡± con Ucrania mientras se bombardean sus escuelas y hospitales y se ejecuta a civiles como estrategia de control. Lo importante es actuar y reaccionar seg¨²n las normas de ese mundo ficticio, romantizando la guerra o difundiendo las narrativas que la legitiman.
Los periodistas Isabeau van Halm y Michael Goodier explicaban en The New Statesman c¨®mo el r¨¦gimen de Putin usa im¨¢genes de soldados rusos ayudando a ni?os ucranianos, creando la narrativa de ese ¡°hermano menor¡± al que se ayuda. Por su parte, el escritor Peter Pomerantsev contaba en The New York Times que m¨¢s de tres cuartas partes de los rusos creen que necesitan ¡°una mano dura¡± para gobernar el pa¨ªs, alguien que proteja y discipline al pueblo, y c¨®mo es ese, precisamente, el relato que suele usar el Kremlin para describir a Putin. La ecuaci¨®n es clara: la verdad tir¨¢nica se impone mediante la propaganda, que acaba con la esfera p¨²blica, cuya desaparici¨®n priva a las personas de un referente de realidad. La lectura de Arendt nos ayuda, as¨ª, a identificar con precisi¨®n los tintes totalitarios que ti?en cada vez con m¨¢s fuerza el r¨¦gimen de Putin, su voluntariosa desconexi¨®n entre discurso y realidad. Recuerden la celebraci¨®n multitudinaria del 8? aniversario de la anexi¨®n de Crimea, cuando el presidente ruso habl¨® de la necesidad de ¡°liberar a la poblaci¨®n del genocidio¡±, insistiendo en describir la masacre como una misi¨®n ¡°libertadora¡±. Su ret¨®rica remite a la explicaci¨®n de Arendt sobre el seguidismo de la masa: la adhesi¨®n inquebrantable al l¨ªder, la misma que evoca la m¨¢xima de Trump (¡°Podr¨ªa disparar a alguien y no perder¨ªa votantes¡±), se conjura desde la propuesta de un mundo coherente frente a la incierta y ca¨®tica realidad. Putin ofrece una narrativa ideol¨®gicamente consistente en la que encajan todas las piezas del puzle. La repetici¨®n de ideas clave, los esl¨®ganes salidos de la boca de un l¨ªder fuerte brindan esa sensaci¨®n de arraigo a las masas, creando esa realidad alternativa donde de nada sirve la verificaci¨®n de los hechos porque se ofrece algo mucho m¨¢s poderoso que la realidad: la certidumbre de un mundo que d¨¦ sentido a las vidas desarraigadas.
Tal vez Arendt no sea ¨²til para hacer un fact-checking o dilucidar el mundo a base de tuits, pero su obra nos ayuda a descifrar las reacciones emocionales que nos provoca la propaganda, y a identificar los valores que promueve. Nos habla, adem¨¢s, del referente democr¨¢tico como contrapunto interpretativo de los r¨¦gimenes autoritarios, de la necesidad de preservar un espacio p¨²blico donde sea posible y deseable confrontar nuestras opiniones, y cuestionar la inevitable pretensi¨®n de toda autoridad (aqu¨ª, all¨ª, ayer, ahora y siempre) de monopolizar el relato de la verdad.