La National Gallery de Washington ¡®pierde¡¯ uno de sus cuatro ¡®vermeers¡¯
El museo estadounidense concluye que ¡®Muchacha con flauta¡¯ no es obra del genio holand¨¦s, y aventura que el artista, en contra de lo que se cre¨ªa, trabaj¨® al frente de un taller
Johannes Vermeer (1632¨C1675), el gran pintor de la soledad, est¨¢ desde este viernes un poco menos solo. Los conservadores, restauradores y cient¨ªficos de la National Gallery de Washington han llegado a la conclusi¨®n de que uno de los cuatro cuadros que el museo pose¨ªa del artista es obra de un imitador de su entorno. En consecuencia, lo han desatribuido. Adem¨¢s, han lanzado una revolucionaria hip¨®tesis: pese a su leyenda de forajido del siglo...
Johannes Vermeer (1632¨C1675), el gran pintor de la soledad, est¨¢ desde este viernes un poco menos solo. Los conservadores, restauradores y cient¨ªficos de la National Gallery de Washington han llegado a la conclusi¨®n de que uno de los cuatro cuadros que el museo pose¨ªa del artista es obra de un imitador de su entorno. En consecuencia, lo han desatribuido. Adem¨¢s, han lanzado una revolucionaria hip¨®tesis: pese a su leyenda de forajido del siglo de Oro holand¨¦s, cuentan con indicios suficientes para afirmar que tuvo su propio taller.
A esa doble certeza han llegado tras un estudio a fondo de la obra, una de las dos que cre¨® sobre tabla, y haciendo gala de una notable honestidad cient¨ªfica: no todos los d¨ªas un museo renuncia a un im¨¢n para visitantes de esas caracter¨ªsticas, como, por ejemplo, hizo hace en 2008 el Prado con El coloso, de Goya (aunque luego lo devolviera al redil de la autor¨ªa 13 despu¨¦s). Vermeer es un pintor cuya fama, gracias, en gran parte, a su obra-maestra-icono La joven de la perla (1665, propiedad de la Mauritshuis, en La Haya), solo es equiparable al misterio que rodea su producci¨®n y su vida. Su cat¨¢logo contaba con solo 35 entradas; tras la sensacional revelaci¨®n de las ¨²ltimas horas, la cuenta se queda en 34 pinturas.
La pandemia, que oblig¨® a un prolongado cierre del museo, permiti¨® a la National Gallery acometer un an¨¢lisis en profundidad del cuadro, que recomendaban las sospechas de un coro de especialistas que pon¨ªan en duda desde hace tres d¨¦cadas que Girl with a Flute (1669), su t¨ªtulo en ingl¨¦s, fuera un vermeer (de ah¨ª que ya antes de este an¨¢lisis su cartela tomara la precauci¨®n de dejarlo en ¡°atribuido a¡±).
Tambi¨¦n sospechaban de Girl With the Red Hat (Muchacha con sombrero rojo, 1668), pero esa pieza, la otra que cre¨® sobre tabla, aprob¨® el examen. Ambos son la clase de cuadros que una instituci¨®n que se debe a sus visitantes (aunque estos no paguen entrada, como es el caso) no descuelga para estudiarlos con detenimiento si el museo est¨¢ abierto. En las paredes de la National Gallery tambi¨¦n est¨¢n La tasadora de perlas (1665) y Dama en amarillo escribiendo (1665), ambas, fuera de toda duda.
Las conclusiones de la investigaci¨®n, en la que han empleado t¨¦cnicas como an¨¢lisis microsc¨®pico de pigmentos, radiograf¨ªas y espectrograf¨ªas infrarrojas, se presentaron este viernes en una conferencia de prensa en el museo, y se pondr¨¢n en conocimiento del p¨²blico desde este s¨¢bado y hasta el 8 de enero en una peque?a exposici¨®n, titulada Los secretos de Vermeer, junto con dos falsificaciones del siglo XX que tambi¨¦n pertenecen a la colecci¨®n del museo: The Lacemaker y The Smiling Girl, ambas datadas en torno a 1925.
En las salas de la nueva muestra, joya art¨ªstica del Instituto Smithsonian, tambi¨¦n se sostiene la otra hip¨®tesis: Vermeer, al que se ten¨ªa por un artista ensimismado, dedicado a retratar con delicadeza y sofisticaci¨®n la cotidianidad de la clase media del XVII holand¨¦s, mantuvo un taller en el que ofrec¨ªa trabajo a otros pintores y, probablemente, tambi¨¦n magisterio.
¡°La idea de que ten¨ªa un estudio no es algo de lo que haya hablado mucha gente. Porque siempre se le ha considerado un genio solitario¡±, ha dicho Marjorie E. Wieseman, curadora y jefa del departamento de pinturas del norte de Europa de la National Gallery. Tiene su l¨®gica: ?qu¨¦ artista necesitar¨ªa taller para alumbrar una producci¨®n tan exigua?
Pocas cosas tranquilizan m¨¢s a un historiador del arte aparte, tal vez, de un premio gordo de la loter¨ªa, que contar con una evidencia documental. No las hay, en este caso, para probar la hip¨®tesis del taller (ni registros de alumnos del gremio de pintores de Delft, donde trabaj¨® el genio, ni anotaciones en un libro de visitas). Ha sido a partir de comparar sus dos muchachas tocadas con un sombrero que han decidido que ambas tablas se pintaron usando las mismas t¨¦cnicas por dos autores distintos, y que esa doble condici¨®n solo pod¨ªa darse en el entorno de un taller.
El museo corri¨® este viernes a cambiar en su web el texto que acompa?aba a la pintura defenestrada. ¡°En otro tiempo atribuida con cautela a Johannes Vermeer, Chica con flauta fue probablemente obra de un miembro de su estudio. Aunque su apariencia se relaciona estrechamente con otras del artista, espacialmente Muchacha con sombrero rojo, su calidad queda lejos los est¨¢ndares de Vermeer¡±, se puede leer en la nueva descripci¨®n, que se?ala que quien sea que la pintara emple¨® ¡°ciertos pigmentos inusuales y la aplicaci¨®n distintiva de reflejos¡±, pero ¡°sin la habilidad o la experiencia [del maestro] para reproducirlos.
Es verdad que ambas tablas, los retratos de dos j¨®venes que miran al espectador, tocadas por un sombrero que ensombrece sus rostros, parecen concebidas a simple vista con un mismo programa. Pero tambi¨¦n es cierto que un abismo las separa. Ahora es m¨¢s f¨¢cil decirlo, pero ese abismo es el abismo del genio.