?Ah, el estilo!
Doy con una cuartilla en la que alguien, har¨¢ unos a?os, me reprochaba haber divulgado el af¨¢n de Kurt Vonnegut por asegurar que apenas llegaban a diez las tramas de las novelas
Para descansar del ordenador, me vuelco sobre unos viejos papeles con el fin de ordenarlos, archivarlos y, qui¨¦n sabe, si momificarlos. Y doy con una cuartilla suelta en la que alguien, har¨¢ unos a?os, me reprochaba haber divulgado el af¨¢n de Kurt Vonnegut por asegurar que apenas ya llegaban a 10 las tramas de las novelas. Al igual que el d¨ªa que la recib¨ª, me han entrado ganas de estrujar la cuartilla. Y es que al antip¨¢tico reproche segu¨ªa la menci¨®n a un tal Georges Polti que en 1916 public¨® un...
Para descansar del ordenador, me vuelco sobre unos viejos papeles con el fin de ordenarlos, archivarlos y, qui¨¦n sabe, si momificarlos. Y doy con una cuartilla suelta en la que alguien, har¨¢ unos a?os, me reprochaba haber divulgado el af¨¢n de Kurt Vonnegut por asegurar que apenas ya llegaban a 10 las tramas de las novelas. Al igual que el d¨ªa que la recib¨ª, me han entrado ganas de estrujar la cuartilla. Y es que al antip¨¢tico reproche segu¨ªa la menci¨®n a un tal Georges Polti que en 1916 public¨® una lista titulada 36 situaciones dram¨¢ticas. Lo peor de todo: que la cuartilla inclu¨ªa la lista entera de tramas en apogeo a principios del siglo pasado. Esta vez, por su calamitoso contenido, he estado a punto de lanzar la vieja misiva por la ventana. Me ha frenado ver que en realidad pod¨ªa disfrutar de mi propia situaci¨®n dram¨¢tica. Despu¨¦s de todo, no dejaba de estar en un peque?o teatro privado, lo que ten¨ªa sus ventajas: pod¨ªa experimentar, variar incluso cualquiera de mis opiniones sobre cualquier tema.
Para la arcaica lista de Polti no hab¨ªa duda de que el tiempo hab¨ªa pasado por ella de un modo arrollador. No tanto para la de Vonnegut, que emit¨ªa humor y tomaba distancias con el dramatismo para que comprendi¨¦ramos que a las tramas no ten¨ªamos que darles tanta importancia. De hecho, bastaba incorporar una cualquiera de ellas a nuestro libro para disponer de m¨¢s tiempo para la forja de lo que en verdad habr¨ªa de importarnos: el estilo.
?Ah, el estilo! Si las tramas van menguando, he pensado, los estilos cada d¨ªa parecen expandirse m¨¢s partiendo de un punto secreto de lo infinito. Pero esto ¨²ltimo era indemostrable, as¨ª que he preferido dedicarme a recordar algunas de las tramas tan ¨¢gilmente expuestas por Vonnegut. Han venido cinco a mi memoria: alguien se mete en un l¨ªo y luego se sale de ¨¦l; alguien es v¨ªctima de una injusticia y acaba veng¨¢ndose; el caso conmovedor de Cenicienta; alguien empieza a ir cuesta abajo y as¨ª contin¨²a; dos se enamoran y mucha otra gente se entromete.
Al lado de la en¨¦rgica lista de Vonnegut, hasta me ha parecido ver c¨®mo la de Polti estaba ella sola encogi¨¦ndose, arrug¨¢ndose por momentos, sin la ayuda de nadie. Como en mi teatro privado pod¨ªa variar cualquier opini¨®n sobre cualquier tema, me he preguntado si no podr¨ªa ser que, con el fin de los tiempos, o, mejor, con el fin del nuestro, quedara ¡°un ¨²nico argumento de la obra¡±, una solitaria trama en forma de pregunta. ?Cu¨¢l? La literatura no se ha cansado de construir imaginarios del acontecimiento final. Y, en esta ma?ana de lluvia, la pregunta en forma de ¨²ltima y solitaria trama pienso que la formular¨ªa as¨ª: ?c¨®mo hicimos para que la certeza de la muerte nos empujara a dar relevancia a nuestras peque?as vidas y convertirlas en lapsos de magnificencia?
Andaba a cuestas con la pregunta emboscada en la ¨²ltima trama cuando ha empezado a aproximarse un vendaval capaz de arrasarlo todo. Y a¨²n me ha quedado tiempo para observar que la cat¨¢strofe llegaba sin guardar las formas, sin el menor cuidado por el estilo; sin estilo alguno, vamos.