Z¨®bel en el Prado: otro pintor contempor¨¢neo en la pinacoteca de arte antiguo
La obra del artista abstracto se muestra por primera vez en el museo y reabre el debate sobre las fronteras temporales de sus colecciones y las del Reina Sof¨ªa
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Al entrar en la exposici¨®n Z¨®bel. El futuro del pasado en el Prado hay una imagen del gran artista abstracto (Manila, 1924-Roma, 1984), precursor de las vanguardias en Espa?a, en la que se le ve dibujando, sentado en un banco del museo. La fotograf¨ªa es de Crist¨®bal Hara, su sobrino, y sirve de justificaci¨®n para entender qu¨¦ hace, otra vez, un pintor contempor¨¢neo en esta pinacoteca de arte antiguo.
¡°Todo aquel artista contempor¨¢neo cuya obra haya estado ligada por o inspirada en el Museo del Prado puede pasar a formar parte de la tanda de exposiciones que la pinacoteca organiza cada nueva temporada¡±. Miguel Falomir, director del Prado, no se cansa de repetir este argumentario cada vez que se abre el debate sobre las fronteras temporales que dividen las colecciones del museo que ¨¦l dirige y la del Reina Sof¨ªa. Ya lo esgrimi¨® cuando bajo su mandato se adquiri¨® un cuadro de Mar¨ªa Blanchard, la gran dama del cubismo; o cuando colg¨® un picasso ¡ªque ya forma parte de sus colecciones¡ª al lado de varios cuadros de El Greco. En esta ocasi¨®n, el responsable ha ahondado en su criterio muse¨ªstico: ¡°No hay que escandalizarse. El Prado, entre los mal llamados museos de arte antiguo, tiene una relaci¨®n m¨¢s t¨ªmida con el arte contempor¨¢neo. Solo hay que ver la exposici¨®n dedicada a Freud en la National Gallery de Londres o la de Barcel¨®, en el Louvre de Par¨ªs. Nadie plantea estos debates en esos pa¨ªses¡±.
La discusi¨®n que s¨ª se ha dado en Espa?a de manera reiterada tiene que ver con el sentido de la partici¨®n temporal de las colecciones del Prado y el Reina Sof¨ªa en torno al a?o del nacimiento de Picasso (1881), seg¨²n un real decreto de 1995. Esta fecha marca el final del discurso de un museo y el principio del otro.
Con el paso de los a?os y a base de negociaciones, esta frontera se ha ido diluyendo. Y cuando se trata de exposiciones temporales, las barreras temporales parecen desaparecer. En esta ocasi¨®n, los comisarios y el Prado han querido dejar clara su posici¨®n desde el mismo t¨ªtulo de la exposici¨®n: ¡°El futuro del pasado¡±. Por si quedaban dudas.
¡°?Qu¨¦ hace un artista como Z¨®bel en el Prado?¡±, se pregunta Manuel Font¨¢n del Junco, comisario de la muestra y director de museos y exposiciones de la Fundaci¨®n Juan March, encargada de gestionar el Museo de Arte Abstracto que fund¨® Z¨®bel en Cuenca. ¡°?Por qu¨¦ no hay m¨¢s artistas de esta tradici¨®n en museos de arte antiguo? Muchos han tenido conversaciones con maestros del pasado. En el caso del arte espa?ol, no hay ning¨²n caso tan claro como el de Z¨®bel¡±, explica Font¨¢n. ¡°Mantuvo un di¨¢logo sistem¨¢tico con la tradici¨®n occidental y la asi¨¢tica. Por eso resulta natural presentar su obra en este museo¡±. Aunque, como ha reconocido el comisario y su compa?ero en la tarea de organizar la exposici¨®n, Felipe Pereda, profesor en la c¨¢tedra Fernando Z¨®bel de la Universidad de Harvard, el propio artista jam¨¢s se lo hubiera imaginado. ¡°No creo ni que lo so?ara¡±, coinciden ambos comisarios.

A lo largo de las salas, las obras de Z¨®bel llegadas de Manila, su ciudad de nacimiento, a trav¨¦s del Museo Ayala; Harvard, donde estudi¨®; colecciones privadas; y el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, entre otros lugares; conversan m¨¢s con sus propios cuadernos de dibujos, bocetos y anotaciones que con las obras de Goya, Vel¨¢zquez o Rembrandt que durante tantos a?os estudi¨® con la mirada a trav¨¦s del dibujo. ¡°Se me acaban los cuadros del Prado con una silla delante¡±, sol¨ªa decir el pintor.
El museo no ha cambiado de ubicaci¨®n los cuadros delante de los que tantas veces se sent¨® el artista. El visitante los encontrar¨¢ en su lugar habitual, en la colecci¨®n permanente. Si se quiere entender c¨®mo Z¨®bel interpret¨® Las hilanderas de Vel¨¢zquez o la serie de piezas sobre el 2 de mayo de Goya, tendr¨¢ que fijarse primero en los cuadernos dispuestos en vitrinas a los pies de las obras del artista hispano-filipino. Despu¨¦s podr¨¢ ir en busca de los originales repartidos por el museo.
Solo hay tres obras propias que ayudan a entender c¨®mo Z¨®bel depur¨® la tradici¨®n pict¨®rica occidental hasta evaporarla en su abstracci¨®n. Se trata de la Alegor¨ªa de la castidad de Lorenzo Lotto, obra llegada desde la National Gallery de Londres; una naturaleza muerta de Juan van der Hamen (Cesta y caja con dulces); y la Santa Faz de Zurbar¨¢n, cedida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao. En estos tres casos, se puede observar directamente eso que las instituciones art¨ªsticas denominan ¡°di¨¢logo entre creadores¡±. Z¨®bel, que no dej¨® de viajar desde que sali¨® de una Manila destruida por la guerra, hasta recalar en Espa?a en los a?os cincuenta, entabl¨® estas charlas con sus maestros, siempre a trav¨¦s del papel, las plumillas, los colores.
La renovaci¨®n pl¨¢stica de Z¨®bel
Cuando lleg¨® a Madrid en los a?os cincuenta conoci¨® a un grupo de inquietos j¨®venes artistas como Gerardo Rueda, Feito y Antonio Lorenzo, con los que experiment¨® en un movimiento de renovaci¨®n pl¨¢stica. Nunca entendi¨® esa renovaci¨®n como una manera de destrucci¨®n del pasado, como s¨ª hicieron, por ejemplo, los futuristas. ¡°Z¨®bel fue lo suficientemente inteligente para entender que la novedad radical era una mitolog¨ªa¡±, asegura Font¨¢n.
En 1958, Z¨®bel se instal¨® definitivamente en Espa?a, entablando m¨¢s lazos con otros artistas como Antonio Saura, Eusebio Sempere, Mart¨ªn Chirino, Gustavo Torner y comenz¨® entonces su colecci¨®n personal, que acabar¨ªa constituyendo la base para el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, creado en 1963, aunque la instituci¨®n no abriera sus puertas al p¨²blico hasta 1966.
¡°Los museos cobran m¨¢s sentido cuando no se limitan a comparar lo que se parece, sino a comparar en una colecci¨®n de fragmentos temporales e incluso espaciales de la historia del arte piezas que a priori no se parecen, pero que s¨ª tienen relaci¨®n¡±, argumenta Font¨¢n. ¡°Existen muchos ejemplos que han cambiado la historia, incluso la mirada de los artistas¡±, contin¨²a el comisario, que rechaza que estas instituciones culturales tengan que tener lo que denomina ¡°una esencia casi mineral¡±.
El pasado enero, cuando Falomir present¨® la programaci¨®n del Prado y, por tanto, las exposiciones dedicadas a Picasso y Z¨®bel, el director del Reina Sof¨ªa, Manuel Borja-Villel, declar¨® a este diario que ¡°la decisi¨®n es absolutamente respetable¡±. ¡°Otra cosa ser¨ªa, y eso s¨ª podr¨ªa llegar a ser preocupante, que el Prado con ello pierda la esencia, aquello que le ha caracterizado, con un contenido ¨²nico que no tiene parang¨®n, y que al fomentar esta nueva deriva se pueda llegar a convertir en otra cosa, con la p¨¦rdida que ello supondr¨ªa¡±.
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