El mercenario africano que mat¨® a Publio Cornelio Escipi¨®n
El estudio del retrato de un guerrero a caballo hallado en Linares abre la puerta a que se trate de uno de los hombres que acabaron con la vida del general romano en el siglo III a. C.
Las Guerras P¨²nicas ¨Dhubo tres¨D supusieron un largo y feroz conflicto b¨¦lico (del 264 a 146 a. C.) entre Roma y Cartago por el control del Mediterr¨¢neo occidental. La ciudad ¨ªbera de C¨¢stulo (en las cercan¨ªas de la actual Linares, Ja¨¦n) se convirti¨® en uno de los escenarios de esta lucha sin cuartel entre ambas potencias, siendo Iberia el principal de la primera fase de la Segunda Guerra P¨²nica. De un lado, las tropas del general cartagin¨¦s Asdr¨²bal; del otro, los ej¨¦...
Las Guerras P¨²nicas ¨Dhubo tres¨D supusieron un largo y feroz conflicto b¨¦lico (del 264 a 146 a. C.) entre Roma y Cartago por el control del Mediterr¨¢neo occidental. La ciudad ¨ªbera de C¨¢stulo (en las cercan¨ªas de la actual Linares, Ja¨¦n) se convirti¨® en uno de los escenarios de esta lucha sin cuartel entre ambas potencias, siendo Iberia el principal de la primera fase de la Segunda Guerra P¨²nica. De un lado, las tropas del general cartagin¨¦s Asdr¨²bal; del otro, los ej¨¦rcitos de los hermanos Publio y Cneo Cornelio Escipi¨®n. En 1976, en el llamado Estacar de Robarinas se hall¨®, en lo que parec¨ªa la tumba de un guerrero destruida, una placa de pizarra grabada por ambas caras. En una de ellas, se distingue a un jinete agarrando dos lanzas y montado sobre un caballo ensillado con una piel de leopardo. Ahora, el estudio Un jinete africano en C¨¢stulo, del profesor de Historia Antigua de la UNED Sabino Perea Y¨¦benes, publicado en la Rivista della Scuola Archeologica Italiana di Cartagine, propone la posibilidad de que se trate de la representaci¨®n de un jinete norteafricano que combati¨® en C¨¢stulo, uno de aquellos cuyas jabalinas, se?ala el autor, causaron una herida mortal en el 211 a. C a Publio Cornelio, seg¨²n las fuentes antiguas.
La temible caballer¨ªa africana, compuesta por n¨²midas y mauritanos, form¨® parte de los ej¨¦rcitos cartagineses en esta guerra. Se sabe que nada m¨¢s llegar a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, el gran estratega An¨ªbal reclam¨® a Cartago este tipo de tropas para vencer a los romanos. Le enviaron un contingente de 1.800 hombres, que entraron en acci¨®n en el 215 a. C. y combatieron a Roma junto a ¨ªberos y p¨²nicos. Recuerda Perea que estos jinetes ¡°se met¨ªan en lo m¨¢s duro de la pelea saltando entre dos caballos¡±. Cuatro a?os despu¨¦s, su fiereza oblig¨® a Publio Escipi¨®n a refugiarse en C¨¢stulo y a su hermano Cneo a escapar hacia una torre fortificada de Orso o Urso (actual Osuna, Sevilla), a la que sus enemigos prendieron fuego y provocaron su muerte abrasado.
Cuando An¨ªbal puso rumbo a Italia, dej¨® a su hermano Asdr¨²bal al frente del ej¨¦rcito de Hispania ¡°con muchos barcos y tropas de ¨ªberos y africanos¡±. En total, seg¨²n el historiador romano Tito Livio, ¡°11.850 infantes de ?frica, 300 ligures, 500 baleares; adem¨¢s, como refuerzo a la infanter¨ªa, 450 jinetes libiofenicios, raza medio fenicia medio africana, y hasta 8.000 n¨²midas y moros de las riberas del Oc¨¦ano¡±.
La pieza del jinete fue hallada partida en cuatro pedazos en una necr¨®polis dedicada exclusivamente a tumbas de guerreros, un lugar donde tambi¨¦n se encontraron numerosas espadas y pu?ales. Todas las armas hab¨ªan sido dobladas ritualmente o rotas para evitar un segundo uso. La pizarra ¨Dun cuadrado de 18 cent¨ªmetros de lado¨D estaba, adem¨¢s, en un ¡°estado p¨¦simo, muy fr¨¢gil¡±. Los arque¨®logos que la hallaron en 1976 pensaron que se trataba de la obra de un artista local que hab¨ªa copiado el dibujo de un vaso griego. Sin embargo, en 1983, el historiador Antonio Blanco Freijero analiz¨® la pieza y la interpret¨®, esta vez, como un ¡°jinete ib¨¦rico¡±, pero no norteafricano. No volvi¨® a ser estudiada en los siguientes cuarenta a?os ¡°a pesar de su indudable inter¨¦s¡±, dice Perea.
Sin embargo, el nuevo estudio se?ala que no se trata ni de un ¡°pr¨ªncipe turdetano ni de un arist¨®crata local aficionado a la caza como suger¨ªa Blanco Freijeiro, sino de un guerrero africano, uno de los muchos que actuaron en las guerras libradas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica en las primeras fases de la Segunda Guerra P¨²nica¡±. La imagen, al estar ¡°enmarcada¡± entre dos l¨ªneas verticales y una horizontal, puede ser considerada el ¡°retrato individual¡± de un guerrero que ¡°est¨¢ posando, ya que el caballo est¨¢ parado, con la pata derecha levantada con elegancia. Lo mismo ocurre con el jinete, que muestra una actitud tranquila. No est¨¢ en combate, ni desfilando, sino dej¨¢ndose retratar¡±.
El jinete mira al frente, al espectador, una perspectiva poco frecuente, sostiene Perea Y¨¦benes. Se trata, adem¨¢s, de un dibujo improvisado, pues algunos de los trazos presentan rectificaciones. Aun as¨ª, en su sencillez, ¡°refleja bastante habilidad t¨¦cnica, con gran preocupaci¨®n por mostrar los detalles¡±. El caballero viste, seg¨²n se observa en la pizarra, de forma ligera, con un manto amplio, ondeante, y una t¨²nica corta o cl¨¢mide. Las piernas y los brazos est¨¢n desnudos y los pies descalzos. La cabeza muestra una melena anudada por detr¨¢s. Las manos sostienen dos lanzas, armas caracter¨ªsticas de los africanos, mauritanos o n¨²midas.
Al caballo le falta casi completa la cabeza y solo se conservan el hocico y parte de las riendas. Est¨¢ bien dibujado ¡°con proporciones casi perfectas¡±. Su silla es una piel de leopardo, como demuestran unas manchas y las visibles garras de las extremidades. La montura no calza estribos, ya que eran desconocidos en ¨¦poca romana. Lo que s¨ª portaba era una testera sobre la cabeza para colocar un penacho decorativo.
Las lanzas que agarra el jinete del retrato resultaban muy apropiadas en su pa¨ªs de origen, dice el estudio, ya que eran zonas mayoritariamente llanas, ¡°donde este tipo de guerreros se mov¨ªa con tres lanzas y piedras en bolsas de cuero¡±. No empleaban espadas, cascos o cualquier otro tipo de armamento, ¡°ya que su objetivo era sobresalir con la agilidad del movimiento en la persecuci¨®n y luego en la retirada. Las puntas de sus jabalinas pod¨ªan estar impregnadas con sustancias venenosas¡±. Por eso, los jinetes africanos nunca se constituyeron en fuerza de choque, porque su t¨¢ctica consist¨ªa en lanzarse hacia el enemigo hasta llegar a unos pocos metros de ¨¦l, arrojar las jabalinas y, a continuaci¨®n, retirarse. Su objetivo era provocar escaramuzas y mostrarse incansables persiguiendo a los enemigos en desbandada.
Por tanto, dice el investigador, ¡°el jinete de C¨¢stulo es indudablemente africano¡±. Perea data la placa a finales de siglo III a. C. y cree que el guerrero reflejado en ella ¡°es posible que fuese uno de los que asedi¨® el fort¨ªn de C¨¢stulo, en manos romanas en el verano del a?o 212 a. C¡±. ¡°Durante el asedio¡±, contin¨²a el autor, siguiendo el relato de Tito Livio, ¡°cuando los romanos estaban a punto de vencer, lleg¨® la caballer¨ªa n¨²mida de Masinissa, logrando inclinar la balanza a favor de los cartagineses, dando muerte a Escipi¨®n, que muri¨® cerca de C¨¢stulo, en una de las refriegas, al clavarse en su muslo una lanza [enemiga] que le caus¨® una herida mortal. ?Una lanza arrojada por un jinete n¨²mida como el del retrato? Es posible¡±.