Castella, por la Puerta Grande
El diestro franc¨¦s cort¨® las dos orejas a un encastado, noble y codicioso toro de Jandilla que hubiera merecido la vuelta al ruedo
?Merec¨ªa o no Castella las dos orejas del cuarto toro de la tarde?
Si se tiene en cuenta la conmoci¨®n que su faena de muleta produjo en los tendidos, s¨ª.
Si se valora como es debido la ¨²nica tanda de naturales que dibuj¨®, cuatro o cinco muletazos templad¨ªsimos, hermosos y largos hasta la eternidad, de modo que se convirtieron en sobrenaturales, tambi¨¦n.
Pero su labor supo a poco.
?Y el toro? ¡®Rociero¡¯, de 515 kilos, meti¨® la cara en el primer puyazo y cumpli¨® en el segundo; persigui¨® en banderillas, y lleg¨® a la muleta con una calidad extraordinaria, encastado, nobil¨ªsimo, codicioso, repetidor, con la cara humillada en la cada embestida¡ Un toro de clase suprema que hubiera merecido los honores de la vuelta al ruedo.
Quiz¨¢, en otro momento, Castella hubiera paseado una oreja con fuerza, pues no hubo toreo con el capote -bien es verdad que una tarde m¨¢s el viento fue un enemigo implacable-, y las varias tandas que traz¨® con la mano derecha fueron no m¨¢s all¨¢ de correctas, y, como dec¨ªa un vecino de localidad, olvidables.
Lo extra?o es que despu¨¦s de esos naturales excelsos no insistiera Castella con la mano zurda antes de cobrar una buena estocada de efectos fulminantes.
Pero, ?qu¨¦ hubiera sucedido si el presidente, Eutimio Carracedo, no muestra los dos pa?uelos? Pues que, posiblemente, se hubiera producido un problema de orden p¨²blico, porque fue tal el entusiasmo y la euforia desatada que parec¨ªa impensable no acceder a los deseos del p¨²blico. Dos orejas, pues, con luces y algunas sombras, especialmente la generosidad extrema de unos tendidos que se vuelven locos cuando un toro se desplaza y un torero mueve con soltura el enga?o.
Pero bien est¨¢ lo de Castella, que ha vuelto a los ruedos en plena forma, y ha abierto por sexta vez la Puerta Grande de Madrid, lo que es un gran m¨¦rito, al margen de otras consideraciones.
Ese cuarto toro, al que injustamente solo acompa?¨® al desolladero una t¨ªmida ovaci¨®n, fue el m¨¢s sobresaliente de una corrida inv¨¢lida, descastada y de muy desigual juego en los caballos; el que abri¨® plaza, por ejemplo, lleg¨® al ¨²ltimo tercio derrengado, y Castella insisti¨® tanto que se puso muy pesado ante la indiferencia general.
Si acaso, se salva el segundo, blando pero encastado, al que Manzanares, que tiene el sitio perdido, mulete¨® despegado, acelerado y con evidentes ganas de quit¨¢rselo pronto de encima. Mat¨® de un feo bajonazo, y, a pesar de ello, parte del p¨²blico lo ovacion¨®. En lugar de taparse en el callej¨®n tras una actuaci¨®n tan mediocre, Manzanares tom¨® el capote y la montera y sali¨® al tercio a saludar. No es lo correcto, y una figura, como a ¨¦l se le considera, no debe subirse al tren barato de un aplauso sin fundamento.
Tampoco dijo nada con el quinto, muy soso, que iba y ven¨ªa sin gracia, y al que recibi¨®, s¨ª, con cuatro ver¨®nicas templadas que hicieron albergar alguna esperanza que nunca se materializ¨®.
Tampoco tuvo un lote propicio Pablo Aguado. El primero era un moribundo, cuya lidia transcurri¨® entre las airadas protestas de gran parte de la plaza, y el sexto, del hierro de Vegahermosa, descastado y blando, no ofreci¨® opci¨®n alguna.
Jandilla/Castella, Manzanares, Aguado
Toros de Jandilla, correctos de presentación, inválidos, desiguales en varas, nobles y descastados, a excepción del segundo, codicioso y sin fuerzas. El cuarto, cumplidor en el caballo, encastado, noble y codicioso en la muleta.
Castella: bajonazo (silencio); _aviso_ estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
José María Manzanares: bajonazo (ovación); pinchazo y estocada (silencio).
Pablo Aguado: media estocada (silencio); cuatro pinchazos _aviso_ y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 19 de mayo. Noveno festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ´no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
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