?Maldito Roca Rey!
Con la plaza dividida y apasionada, el torero, embarullado y atropellado, se jug¨® la vida con una sinceridad apabullante
?Menuda se arm¨® ayer en la plaza de Las Ventas con la el¨¦ctrica actuaci¨®n de ese cicl¨®n vestido de luces llamado Roca Rey! Una parte del tendido 7 criticaba con dureza lo que consideraba una actitud tremendista y populista del torero mientras este se encaraba con los discrepantes y el resto de la plaza respond¨ªa con gritos de ¡°torero, torero¡±.
La verdad es que Roca sali¨® dispuesto a dejarse all¨ª la vida tras su paso ins¨ªpido por la feria de San Isidro, y se mostr¨® tal cual es: entregado, atrevido, pundonoroso y heroico ante dos toros que no le ofrecieron facilidades. Y el torero, a diferencia de la inmensa mayor¨ªa de sus compa?eros, se jug¨® el tipo sin cuento; sin toreo hondo y profundo, es cierto, pero con una sinceridad apabullante.
?Hay que premiar a un torero heroico? ?Ha habido a lo largo de la historia figuras reconocid¨ªsimas solo por su valor y entrega? ?Es digno de elogio quien enardece a una plaza con una entrega fuera de lo com¨²n? S¨ª, claro que s¨ª.
Todo ello suced¨ªa en el contexto de la nueva tauromaquia, en la que los espectadores transgreden las m¨¢s elementales normas taurinas, aplauden a los picadores que no pican, abroncan al palco presidencial por enviar un reglamentario aviso o piden trofeos en proporci¨®n al precio que han pagado por la entrada.
Pero en el ruedo hab¨ªa un torero, guste m¨¢s o menos, embarullado, desordenado, fuera de sitio, quiz¨¢, y con la raz¨®n atropellada, pero dispuesto a morir a costa de un triunfo. Y esa actitud extraterrestre no puede ni debe pasar desapercibida.
Por fortuna, en la diversidad de criterios reside la grandeza de la fiesta. La pasi¨®n y la divisi¨®n de opiniones debieran ser obligatorias, pero no para engrandecer la nueva tauromaquia, sino para mayor gloria de los aut¨¦nticos h¨¦roes. Y un apunte m¨¢s: ayer, la plaza de Las Ventas colg¨® el cartel de ¡®no hay billetes¡¯. Si solo hubieran acudido los aficionados, no se hubiera ocupado ni un cuarto de plaza.
No es este un asunto balad¨ª. Ese p¨²blico triunfalista y orejero es el que hoy mantiene con vida la fiesta. No se olvide: es la tauromaquia la que est¨¢ en plena evoluci¨®n, pero viva, y ese detalle es, sin duda, el m¨¢s importante.
Ayer, por unos momentos, la fiesta de los toros volvi¨® al pasado, a una de esas tardes pol¨¦micas y apasionadas con las que disfrutaban nuestros abuelos y que tanto se echan de menos en estos tiempos. Y todo porque un maldito torero, a la saz¨®n Roca Rey, se empe?¨® en ir contra las normas establecidas y colocar al borde de la locura a miles de personas.
Hay que ser exigente siempre, pero no intransigente.
Babelia
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