Guionistas y dibujantes denuncian pagos ¨ªnfimos y malos tratos bajo el lema ¡°Los c¨®mics me quebraron¡±
Decenas de artistas, incluidos nombres como Neil Gaiman o Kurt Busiek, comparten en la red las tarifas que cobran, las dif¨ªciles condiciones de trabajo o los problemas de salud padecidos
En sus vi?etas, siempre aparece alguna manera de salvar el mundo. La llegada de un h¨¦roe en el ¨²ltimo segundo. El plan de un villano que fracasa. Cualquier giro inesperado de guion. En la historia de sus vidas, sin embargo, nunca cambia nada. Y se han cansado de esperar que alguien acudiera a su rescate. As¨ª que decenas de escritores y dibujantes de tebeos, incluidas firmas como Neil Gaiman o Kurt Busiek, han empezado a denunciar p¨²blicamente el maltrato econ¨®mico y los prob...
En sus vi?etas, siempre aparece alguna manera de salvar el mundo. La llegada de un h¨¦roe en el ¨²ltimo segundo. El plan de un villano que fracasa. Cualquier giro inesperado de guion. En la historia de sus vidas, sin embargo, nunca cambia nada. Y se han cansado de esperar que alguien acudiera a su rescate. As¨ª que decenas de escritores y dibujantes de tebeos, incluidas firmas como Neil Gaiman o Kurt Busiek, han empezado a denunciar p¨²blicamente el maltrato econ¨®mico y los problemas, incluso de salud, que dicen sufrir debido a las condiciones que les imponen muchas editoriales, empezando por colosos como Marvel o DC. En com¨²n tienen el hartazgo, las ganas de cambiar las cosas y la etiqueta que acompa?a sus cientos de mensajes en redes sociales: #ComicsBrokeMe. Es decir, ¡°los c¨®mics me quebraron¡±. En todos los sentidos.
El reciente fallecimiento del artista Ian McGinty, de 38 a?os, cuyas causas no han sido difundidas, parece haber encendido la mecha. Algunos han insinuado que la presi¨®n laboral pudo contribuir a llevarle al l¨ªmite, o desde luego no le ayud¨®. Pero lo cierto es que su muerte abri¨® la caja de Pandora: pagos infinitesimales, contratos abusivos, depresi¨®n, indigencia, largos ingresos hospitalarios, infinitas batallas legales. Nombres m¨¢s o menos prestigiosos se han puesto a desvelar los demonios que les atormentan desde hace a?os, con cifras incluidas. Y, desde EE UU y sus sellos m¨¢s c¨¦lebres, la pelea ha llegado hasta otros pa¨ªses, Espa?a incluida.
David Lasky, por ejemplo, ha contado que, para los tres a?os y medio que Frank M. Young y ¨¦l estuvieron trabajando en La familia Carter: no olvides esta canci¨®n, obtuvieron un adelanto de 19.000 d¨®lares, a repartir entre los dos. Ganaron un Eisner, los Oscar del c¨®mic. Pero nunca llegaron a publicar una secuela. ?Por qu¨¦? ¡°Tras terminar el libro, est¨¢bamos en bancarrota. Yo tuve que volver a trabajar en una panader¨ªa. Mi coautor se convirti¨® en un sintecho durante un tiempo¡±, escribi¨® en Twitter. Hace tiempo que los artistas lamentan ser la ¨²ltima rueda de un coche que avanza a velocidades nunca vistas gracias a sus ideas y talento. Tanto como para poner en duda la repetida certeza de que la novela gr¨¢fica atraviesa una nueva edad de oro.
El lector disfruta de m¨¢s lanzamientos que nunca, con calidad media y variedad en constante aumento. El autor, sin embargo, ve c¨®mo la tirada media se reduce. Y c¨®mo esa constante oleada de novedades echa enseguida de las estanter¨ªas la obra que tanto trabajo le ha costado sacar. Unos pocos libros ¡ªy c¨®mics¡ª arrasan. Pero la gran mayor¨ªa se mueve en la l¨ªnea de flote, a menudo por debajo. Y sus creadores suelen obtener en torno a un 10% del precio de esas escasas ventas, frente al 60% que llega a quedarse en la distribuci¨®n. ¡°Cuando empec¨¦, en 1987, DC Comics me pagaba 40 d¨®lares por p¨¢gina, para un tebeo de 24. Hoy, cada una tiene un valor de entre 120 y 160 d¨®lares¡±, escribi¨® Gaiman, creador de The Sandman y uno de los autores m¨¢s respetados del sector, en Twitter. Y agreg¨®: ¡°C¨®mo alguien sobrevive con las actuales tarifas por p¨¢gina me deja helado¡±.
¡°Mal¡±, parece ser la respuesta m¨¢s habitual a la pregunta de Gaiman. ¡°Lo primero que debatimos fue si la propia etiqueta estaba bien escogida. El problema no es el c¨®mic, sino las empresas detr¨¢s¡±, reflexiona H¨¦ctor, secretario de organizaci¨®n del sindicato del sector art¨ªstico espa?ol Segap, que omite su apellido para protegerse. Y profundiza: ¡°No nos podemos quedar con un ¨²nico actor de la cadena. Cuando hay editoriales que dicen que tienen poco margen tampoco es que mientan. Pero sabemos que grupos como Planeta pueden apretar m¨¢s que un sello peque?o. ?Y es l¨®gico que la distribuci¨®n se lleve mucho m¨¢s que el autor?¡±. De ah¨ª que Segap defienda un aumento del porcentaje sobre la venta para el creador, as¨ª como la uni¨®n sindical de los artistas y su lucha laboral, en lugar de organizaciones donde est¨¦n mezclados con los empresarios. M¨¢s a largo plazo, piden un trato horizontal para todos los protagonistas del sector y un salario m¨ªnimo interprofesional para aut¨®nomos, la categor¨ªa profesional de casi todos los dibujantes y guionistas. ¡°Si no, te pueden pagar dos euros la hora y que sea legal¡±, apunta H¨¦ctor. Mientras, reclaman al menos unas tarifas m¨ªnimas fijadas por ley.
Su visi¨®n es compartida por Cartoonist Collective, una organizaci¨®n de EE UU volcada en mejorar la vida de los creadores. ¡°El hecho de que trabajar en los tebeos se considere mayoritariamente para aut¨®nomos est¨¢ planeado adrede: limita el acceso a los beneficios de la Seguridad Social e inhibe a los artistas para juntarse¡±, afirmaron en un comunicado. De ah¨ª que, estos d¨ªas, los autores se hayan unido bajo el lema #ComicsBrokeMe. Y, con esa etiqueta, Segap apunta hacia editoriales como Planeta, Norma o Panini, sus tarifas (se cita un pago de ocho euros por p¨¢gina) o el reparto ¡°injusto¡± de las subvenciones p¨²blicas que reciben. H¨¦ctor aclara que sus n¨²meros proceden de las denuncias de varios autores que ellos tutelan con el anonimato. Este diario intent¨® contrastarlos con los sellos citados pero recibi¨® respuestas parecidas: no comentan contratos y acuerdos privados.
Muchos creadores, en cambio, han decidido airearlos. Y basta una b¨²squeda improvisada en internet para encontrarse testimonios con nombres y apellidos. El colorista Chris Sotomayor, por cuyos l¨¢pices han pasado mitos de Marvel como Capit¨¢n Am¨¦rica o La Patrulla X, explic¨® que el ¡°exceso de trabajo¡± le cost¨® ansiedad y una hospitalizaci¨®n de tres semanas. ¡°Y cuando sal¨ª mi editor me despidi¨®, a pesar de que hab¨ªa entregado el material antes de mi ingreso¡±, agreg¨®. Y la realizaci¨®n de Le?adoras, celebrada novela gr¨¢fica ganadora de dos Eisner, recibe el ataque de hasta dos artistas distintas: una de sus dibujantes, Anne Marie Rogers, rememora que trabajar nada m¨¢s levantarse y continuar hasta regresar a la cama no le bast¨® para cumplir con las fechas de entrega fijadas, ni para mantener su participaci¨®n en el proyecto. Y la colorista Maarta Laiho recuerda recibir 25 d¨®lares por p¨¢gina y que, en otro proyecto, se le exigi¨® colorear 200 p¨¢ginas en dos meses. Dijo que la tarea le dej¨® dolores en el brazo, pero ning¨²n derecho de autor.
He aqu¨ª otro asunto que muchos artistas ya no est¨¢n dispuestos a asumir. Porque cada vez m¨¢s, desde que los h¨¦roes de Marvel y DC dominan tambi¨¦n el cine, sus creadores ven que las cifras millonarias en taquilla en absoluto se reflejan en sus bolsillos. La guionista Devin Grayson y el dibujante J. G. Jones cre¨ªan que su contrato les garantizaba unos 25.000 d¨®lares cada uno por la aparici¨®n en la pel¨ªcula Viuda negra de Yelena Belova, personaje que idearon en los tebeos. Recibieron, sin embargo, una quinta parte. Aunque su batalla, recogida por The Hollywood Reporter, sirvi¨® para destapar un sistema entre confuso, voluntariamente ambiguo y opaco, donde el artista tiene casi siempre las de perder. Y apenas consigue un beneficio si el h¨¦roe o la trama que invent¨® triunfa cines de medio mundo. Junto, a menudo, con la obligaci¨®n de coserse la boca. En la industria, ese pago se ve como un agradecimiento m¨¢s que un deber, seg¨²n relataban varias fuentes a la revista.
Al fin y al cabo, desde sus propios or¨ªgenes el modelo de negocio ha sido criticado por los creadores: Jerry Siegel y Joe Shuster vendieron por apenas 130 d¨®lares el personaje que pudo cambiar sus vidas: Superman; Bill Finger y Jack Kirby ¡ªy sus herederos¡ª lucharon durante a?os para verse reconocidos como cocreadores, respectivamente, de Batman e iconos como Los Cuatro Fant¨¢sticos. Hace apenas unos d¨ªas Neal Kirby, hijo de Jack, lamentaba en un comunicado que el documental Stan Lee, recientemente estrenado en Disney +, vuelva a infravalorar la importancia de su padre para inventar a los grandes mitos del c¨®mic. Y todav¨ªa, a d¨ªa de hoy, cuesta identificar en los taquillazos en la gran pantalla, o en parques de atracci¨®n como Eurodisney, alguna referencia clara a que tan idolatrados h¨¦roes nacieron de un artista y una p¨¢gina impresa. Con excepciones, eso s¨ª, como el filme Spiderman: cruzando el multiverso.
En general, ¡°los creadores que trabajan para Marvel y DC firman contratos por encargo, que garantizan a los editores la propiedad de los personajes y las tramas¡±, escrib¨ªa The Hollywood Reporter en otro art¨ªculo sobre esos casos. Y apuntaba que, mientras se antoja f¨¢cil identificar y compensar a los padres de un personaje que aparezca en un filme, el asunto se complica a¨²n m¨¢s con los argumentos. En el rodaje de El caballero oscuro, de Christopher Nolan, el actor Cristian Bale acud¨ªa una y otra vez al c¨®mic El largo Halloween para inspirarse. ?Deber¨ªan sus autores, Jeph Loeb y Tim Sale, haber recibido algo? La pregunta queda en el aire. Igual que otras muchas. El futuro es una vi?eta en blanco. Los artistas solo piden que no se dibuje igual que siempre.