Todo es reciclaje
La creatividad actual recurre frecuentemente al saqueo del pasado. El ¨²nico requisito es pasar por caja.
Lo cuenta la BBC: una cuarta parte de los temas recientes que han entrado en la lista de ¨¦xitos brit¨¢nica, contiene samples de discos preexistentes. Lo que antes era una curiosidad ha evolucionado a tendencia, a pr¨¢ctica rutinaria y (s¨ª se paga a los derechohabientes) leg¨ªtima. Una confirmaci¨®n de la retroman¨ªa denunciada por Simon Reynolds en su libro hom¨®nimo, subtitulado La adicci¨®n del pop a su propio pasado (hay edici¨®n en espa?ol, publicada por Caja Negra).
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Lo cuenta la BBC: una cuarta parte de los temas recientes que han entrado en la lista de ¨¦xitos brit¨¢nica, contiene samples de discos preexistentes. Lo que antes era una curiosidad ha evolucionado a tendencia, a pr¨¢ctica rutinaria y (s¨ª se paga a los derechohabientes) leg¨ªtima. Una confirmaci¨®n de la retroman¨ªa denunciada por Simon Reynolds en su libro hom¨®nimo, subtitulado La adicci¨®n del pop a su propio pasado (hay edici¨®n en espa?ol, publicada por Caja Negra).
Reynolds lanzaba la voz de alarma: ¡°?Nos dirigimos acaso hacia una especie de cat¨¢strofe ecol¨®gico-cultural, en la que la b¨²squeda en los archivos de la historia del rock tambi¨¦n se agotar¨¢? ?Nos quedaremos sin pasado?¡±. Minusvaloraba, me temo, la capacidad del pop moderno para el canibalismo. Uno de los hits destacados por la BBC es Bittersweet Goodbye, donde la cantante Issey Cross recrea ¨Dvulgariza, si prefieren¡ª el glorioso Bitter Sweet Symphony de The Verve, un ¡°himno urbano¡± de 1997 que funciona desde entonces como aviso para navegantes por aguas del sampleado.
El autor, Richard Ashcroft, fue denunciado por interpolar unos segundos de una versi¨®n orquestal de The Last Time, de The Rolling Stones. Varias paradojas: (1) el fragmento en cuesti¨®n no aparece en la interpretaci¨®n original de los Stones y (2) estos no se querellaron, ya que el tema ¨Djunto a todo lo que grabaron en los a?os sesenta¨D fue hurtado por Allen Klein, su temible manager estadounidense. Al final, ABKO, la compa?¨ªa de Klein, se qued¨® con el 100% de los ingresos de Bitter Sweet Symphony. Hay que decirlo todo: 22 a?os despu¨¦s, sus herederos aceptaron un acuerdo m¨¢s equitativo, con lo que Ashcroft se beneficiara de la ¡°versi¨®n¡± de Issey Cross.
M¨¢s all¨¢ de catastrofismos, urge recurrir al m¨¦todo habitual para entender la industria musical: seguir la pista del dinero. Hemos asistido asombrados a las ventas multimillonarias de los cat¨¢logos editoriales de grandes (y peque?os) artistas. Los compradores se aprovecharon de que los ingresos de los cantantes se hab¨ªan reducido por el encogimiento simult¨¢neo del directo (la pandemia, recuerden) y las ventas de productos f¨ªsicos, por no hablar de los pagos homeop¨¢ticos por el streaming. Pero sab¨ªan que los nuevos modelos de negocio no afectar¨ªan a los derechos de autor.
Todo lo contrario. La din¨¢mica del mercado sugiere prescindir de prejuicios puretas y priorizar la obtenci¨®n de ¨¦xitos r¨¢pidos; si eso implica saquear el pasado, perfecto. Existen teor¨ªas neurol¨®gicas para explicar que las canciones a?ejas entren m¨¢s f¨¢cilmente; redes sociales como TikTok pueden potenciar precisamente esa porci¨®n de una canci¨®n reci¨¦n lanzada¡ o revelar su ADN.
Estos nuevos actores presumen de no actuar como las burocr¨¢ticas editoriales de toda la vida. Hipgnosis asegura que se dedica al ¡°management de canciones¡±; Primary Wave dice especializarse en el ¡°relanzamiento¡± de artistas cl¨¢sicos, vivos o muertos. Interaccionan con productores musicales, ofreciendo bases instrumentales, ya aptas para el sampleo. Plantean a productoras de series televisivas o agencias de publicidad el uso de sus joyas. Todos pasar¨¢n por caja, claro.
Vivimos entre ecos del pasado, aunque los actuales consumidores ni se enteren. No importa: los propietarios se embolsan los porcentajes correspondientes. Y si alguien se resiste, ah¨ª est¨¢n los abogados expertos en derecho de autor; para ellos, tambi¨¦n est¨¢n siendo a?os de vacas gordas.