Anita Blanchard y Martin Nesbitt: ¡°No somos coleccionistas, solo nos gustan las obras de nuestros amigos¡±
El matrimonio de coleccionistas afincado en la ciudad de Chicago comparte una biograf¨ªa at¨ªpica dentro del mundo del arte. Sin embargo, fueron pioneros en coleccionar a grandes figuras del arte contempor¨¢neo afroamericano
?C¨®mo se construye un coleccionista? ?Existe un momento en que el comprador entusiasta deviene en un referente dentro del ecosistema de galer¨ªas, museos y ferias internacionales? En el caso de Anita Blanchard y Martin Nesbitt, aun despu¨¦s de 32 a?os de trayectoria y una envidiable colecci¨®n de afroamericanos contempor¨¢neos, el r¨®tulo todav¨ªa les resulta extra?o. ?Ser¨¢ porque el mundo los conoce bajo un prisma diferente como ¡°los amigos de la familia Obama¡±? Es cierto que les une un v¨ªncu...
?C¨®mo se construye un coleccionista? ?Existe un momento en que el comprador entusiasta deviene en un referente dentro del ecosistema de galer¨ªas, museos y ferias internacionales? En el caso de Anita Blanchard y Martin Nesbitt, aun despu¨¦s de 32 a?os de trayectoria y una envidiable colecci¨®n de afroamericanos contempor¨¢neos, el r¨®tulo todav¨ªa les resulta extra?o. ?Ser¨¢ porque el mundo los conoce bajo un prisma diferente como ¡°los amigos de la familia Obama¡±? Es cierto que les une un v¨ªnculo de larga data con el matrimonio presidencial, a tal punto de que Nesbitt se desempe?¨® como tesorero nacional en las dos campa?as de Barack Obama y Blanchard fue la obstetra que asisti¨® a Michelle Obama en el parto de sus dos hijas. Tan cierto como que, m¨¢s lejos de la exposici¨®n p¨²blica, este matrimonio de profesionales residentes en Chicago mantiene una amistad de tres d¨¦cadas con el mundo del arte.
En el barrio South Park, un ¨¢rea residencial al sur de la ciudad m¨¢s ventosa de los Estados Unidos, Blanchard y Nesbitt reservan su living para una charla relajada. Los dos est¨¢n vestidos de entrecasa porque se encuentran remodelando un espacio extra del otro lado del jard¨ªn para poder exhibir su colecci¨®n. Los techos a dos aguas, prolijas cuadr¨ªculas de pasto e hileras arboladas se?alan el sendero hacia esta antigua mansi¨®n, que destaca por su cuidado jard¨ªn y ecl¨¦cticos interiores. El matrimonio ofrece una c¨¢lida bienvenida; ¨¦l, un poco m¨¢s retra¨ªdo, al principio tardar¨¢ unos minutos en mostrarse m¨¢s conversador. Blanchard, naturalmente expresiva y apasionada, no pasa por alto ni un solo nombre en su inapelable memoria e inicia el recorrido por esta historia de coleccionismo.
Su relaci¨®n con el arte comenz¨® de una manera circunstancial. Y no solo porque se trataba de un universo alejado de sus curr¨ªculos acad¨¦micas, sino porque, a diferencia de otros colegas, sus historias familiares tampoco contaban con esa marca de origen. M¨¢s bien, todo lo contrario: juntos trazaron un camino propio y se convirtieron en primera generaci¨®n de coleccionistas, esta particular afici¨®n que ambos califican como ¡°adictiva¡±.
¡°Nuestro amor por el arte surgi¨® cuando fuimos a una cena para j¨®venes profesionales y conocimos a Betye Saar. Nos encant¨®, pensamos que era incre¨ªble¡±, recuerda Blanchard sobre su primer contacto con la artista y el cuadro que los introdujo a un mundo hasta entonces desconocido. ¡°Fue lo primero que compramos. Me gast¨¦ el sueldo de dos meses y lo escondimos debajo de la cama porque nos daba mucha verg¨¹enza; nuestros padres nos habr¨ªa matado si se hubieran enterado de que hab¨ªamos gastado dos meses de nuestro salario en esa obra¡±, confiesa con humor.
En ese entonces, estaban reci¨¦n casados y dando sus primeros pasos profesionales luego de la universidad. Y fue precisamente en ese ¨¢mbito donde se conocieron, cuando ella estudiaba Medicina y ¨¦l se especializaba en Administraci¨®n de Empresas, en la Universidad de Chicago. Los dos proven¨ªan de hogares de clase media donde, como otras tantas familias afroamericanas, el futuro se jugaba en la educaci¨®n de sus hijos. ¡°Ven¨ªamos de un entorno muy modesto¡±, cuenta Nesbitt. ¡°Mi madre era maestra, pero mi padre era conductor de autob¨²s, as¨ª que apreci¨¢bamos el valor de las cosas ¨Ddice Blanchard¨D. Se invert¨ªa el dinero en una casa, un coche o en educaci¨®n, pero Betye era muy interesante y dijimos: ¡®Tenemos que comprar esto¡¯. Era la obra m¨¢s peque?a que estaba a la venta, pero era lo ¨²nico que pod¨ªamos pagar¡±. Ese lienzo que exhibe a una mujer con su sombrero todav¨ªa permanece colgado en esta casa, ahora rebosante de obras que incluyen tanto a nombres consagrados, como Hughie Lee-Smith, Mary Lovelace O¡¯Neal, Richard Hunt y Mark Bradford, como a artistas emergentes, entre los que se encuentran Jarvis Boyland y Amanda Williams.
¡°Nos encanta porque nuestros hijos tambi¨¦n aprecian el arte. Y lo que nos gusta no es solo el objeto, sino conocer al artista. Dir¨ªa que, al menos, el 50% de las obras que coleccionamos son de gente de Chicago¡±, dice Blanchard. El empuje de ambos y su inter¨¦s por el arte fueron condimentos esenciales para acercarlos a una red de amigos, artistas y curadores que confluyeron en la construcci¨®n de una colecci¨®n marcada por una identidad tantas veces familiar como colectiva. ¡°Luego empezamos con esta idea: ¡®Vamos a coleccionar arte de artistas locales que conocemos y nos gustan¡¯, y resulta que son artistas afrodescendientes. Podemos identificarnos con ¨¦l, pero el primer filtro es: ?Nos encanta?¡±, agrega Nesbitt.
De una manera org¨¢nica, comenzaron a apoyar el trabajo de j¨®venes artistas que conoc¨ªan y les transmit¨ªan ese sentido de familiaridad con sus obras, como Dawoud Bey, Caroline Kent, Nate Young y C¨¢ndida ?lvarez. Su primera conexi¨®n fue con el arte figurativo y la fotograf¨ªa, pero con el tiempo, ese entusiasmo se ampli¨® hacia expresiones art¨ªsticas de otras minor¨ªas hist¨®ricamente marginadas, a medida que comenzaron a frecuentar otros espacios de intercambio. ¡°Para nosotros es parte de la emoci¨®n de la caza. Me gusta ir a las galer¨ªas, a los estudios de arte, a las ferias, voy a los museos, hay que ver qu¨¦ est¨¢ pasando¡±, expresa Nesbitt con algo m¨¢s de entusiasmo por las ferias internacionales que Blanchard.
En este recorrido por los diversos espacios de la casa, los nombres propios, influencias est¨¦ticas y an¨¦cdotas personales se amalgaman. No es casual que la etiqueta de ¡°coleccionista¡± tenga una sonoridad ajena para ellos. ¡°Cuando alguien nos pregunta, decimos que no somos coleccionistas, solo nos gustan las obras de nuestros amigos¡±, apunta Blanchard. Uno de esos amigos es el artista contempor¨¢neo Kerry James Marshall, reconocido por sus pinturas de figuras negras. ¡°Somos amigos de ¨¦l y de su mujer. Nuestro hijo mayor tiene 30 a?os y vive en Nueva York. Cuando fue por primera vez a la ciudad, viene y me dice: ¡®Mam¨¢, ?sabes que Kerry est¨¢ en el MoMA?¡¯. ?l pensaba que Marshall era un amigo de la familia, no ten¨ªa ni idea¡±.
Y as¨ª como disfrutan de su colecci¨®n en la intimidad de su hogar, para el matrimonio son raras las ocasiones en las que suelen invitar al p¨²blico con el ¨²nico prop¨®sito de admirar las obras. ¡°Odio eso. La gente puede ver la colecci¨®n cuando estamos aqu¨ª y solemos organizar algo cuando un artista inaugura una exposici¨®n, pero no invitamos espec¨ªficamente a la gente a ver nuestra colecci¨®n porque no nos consideramos coleccionistas¡±, se?alan. La ¨²nica excepci¨®n fue la visita de un grupo internacional, organizada por el MoMA. ¡°Chicago es una ciudad muy segregada: la gente va al centro y a la zona norte de la ciudad, pero muy rara vez vienen a la zona sur, as¨ª que me dijeron que la raz¨®n por la que quer¨ªan venir era porque tambi¨¦n quer¨ªan conocer a coleccionistas de esta ¨¢rea. Las cosas bonitas pueden suceder en cualquier sitio, esa fue la raz¨®n por la que acept¨¦¡±.
Si bien su inter¨¦s por el arte afroamericano se dio con una naturalidad en la que prima una cosmovisi¨®n y v¨ªnculos compartidos con artistas y curadores, no desconocen que existe una tendencia emergente en galer¨ªas, museos y compradores a revalorizar lo que antes ni siquiera era parte del canon. ?Por qu¨¦ los museos comenzaron a demostrar este s¨²bito inter¨¦s? Blanchard, que forma parte de los directorios de The Studio Museum en Harlem y del New Museum en Nueva York, es una voz autorizada sobre el tema: ¡°Creo que los museos est¨¢n buscando ampliar su p¨²blico, y un p¨²blico m¨¢s amplio no quiere ver a artistas blancos del siglo XVIII con los que no puede identificarse. Entonces, pienso que este enfoque diverso y multicultural es una forma de diversificar el p¨²blico¡±.
Como parte de esa transici¨®n, ella considera que las instituciones deben ¡°ponerse al d¨ªa¡± para deconstruir ciertas jerarqu¨ªas que todav¨ªa son parte de sus acervos culturales: ¡°Desde el punto de vista de los museos, no puede haber calidad si no se a?ade primero la equidad en el patrimonio. Es un proceso que va a llevar mucho tiempo, creo que toda una vida: el 13% de los estadounidenses son afroamericanos, ?crees que el 13% del arte dentro de las instituciones art¨ªsticas es afroamericano?¡±.
Los museos est¨¢n buscando ampliar su p¨²blico, y un p¨²blico m¨¢s amplio no quiere ver a artistas blancos del siglo XVIII¡±.Anita Blanchard
Es indudable que esa equidad es una cuenta pendiente, aunque durante los ¨²ltimos a?os ha habido un creciente inter¨¦s por artistas de color, latinoamericanos e ind¨ªgenas. Desde la perspectiva de Nesbitt, existen varios aspectos que explican el fen¨®meno. ¡°Est¨¢ la dimensi¨®n de la honestidad intelectual de los acad¨¦micos y de los profesionales del mundo del arte, que implica que estas obras han quedado fuera del canon durante siglos y muchas de ellas, realmente buenas, deber¨ªan haber recibido reconocimiento porque expresan talento que se ha pasado por alto. Luego, est¨¢ el factor de culpa social, que est¨¢ acelerando este proceso y, por ¨²ltimo, el hecho de que estas obras est¨¢n infravaloradas, lo que es bueno para los inversores... Creo que las tres cuestiones han creado un movimiento bastante grande que favorece a este tipo de arte¡±.
Hacia el final de la visita, Blanchard y Nesbitt comparten sus ¨²ltimas inquietudes. Ella cuenta que, en los ¨²ltimos a?os, han adquirido una casa en Hawai y comenzaron a conocer artistas locales con mucho potencial, que esperan encontrar una mayor audiencia. La remodelaci¨®n que est¨¢ en marcha ampliar¨¢ los espacios de la casa para dar lugar a esta fant¨¢stica colecci¨®n. Mientras tanto, ellos seguir¨¢n enamor¨¢ndose de nuevas obras y artistas, aunque se hayan prometido no volver a comprar nada. La comida libanesa llega y anuncia la despedida de estos ¡°no coleccionistas¡± que aman el arte.