Muere Tica Fern¨¢ndez Montesinos, la ¨²ltima persona que conoci¨® a Garc¨ªa Lorca
La sobrina mayor del poeta fue ¡°aquella hija que Federico sab¨ªa que no podr¨ªa tener¡±
Se ha ido la ¨²ltima persona que conoci¨® a Federico Garc¨ªa Lorca: su sobrina mayor, la delicada y fr¨¢gil Tica Fern¨¢ndez Montesinos, 92 a?os. Su memoria permanecer¨¢ para siempre unida a una foto inolvidable en la que aparece con su t¨ªo Federico y su hermano Manuel a las puertas de la Huerta de San Vicente. Tica fue aquella hija que Federico sab¨ªa que no podr¨ªa tener. Ella misma me lo cont¨® en muchas ocasiones, durante las emocionantes visitas que en los ¨²ltimos a?os tuve la fortuna de poder hace...
Se ha ido la ¨²ltima persona que conoci¨® a Federico Garc¨ªa Lorca: su sobrina mayor, la delicada y fr¨¢gil Tica Fern¨¢ndez Montesinos, 92 a?os. Su memoria permanecer¨¢ para siempre unida a una foto inolvidable en la que aparece con su t¨ªo Federico y su hermano Manuel a las puertas de la Huerta de San Vicente. Tica fue aquella hija que Federico sab¨ªa que no podr¨ªa tener. Ella misma me lo cont¨® en muchas ocasiones, durante las emocionantes visitas que en los ¨²ltimos a?os tuve la fortuna de poder hacerle en su ¨²ltima residencia de Aravaca, Madrid. ¡°Mi t¨ªo Federico me ve¨ªa como la hija que no tendr¨ªa¡±. Sent¨ªa tanta pena cuando me contaba aquello. Imagin¨¦ aquel tiempo de hace un siglo, imagin¨¦ a Federico, su escondida y perseguida homosexualidad e imagin¨¦ lo dur¨® que tiene que ser saber que no vas a poder ser padre.
Contaba siempre Tica que cuando, con cuatro a?os, cay¨® enferma pas¨® su convalecencia en la Huerta de San Vicente. Siendo su padre m¨¦dico, siempre lament¨® que no existiese a¨²n la penicilina que la habr¨ªa curado de la sordera que arrastr¨® de por vida. S¨ª recordaba siempre con un cari?o enorme las visitas frecuentes que su t¨ªo Federico le hac¨ªa: ¡°Tica, ?c¨®mo est¨¢s?¡±, le preguntaba con su voz potente. De aquellos primeros recuerdos conservaba uno que contaba con especial cari?o y que retrata perfectamente el car¨¢cter divertido de su t¨ªo. Durante aquella enfermedad, su madre le cort¨® las trenzas y mientras lo hac¨ªa su t¨ªo Federico hac¨ªa como que ¡°lloraba de mentirijilla, y yo siempre le agradec¨ªa aquel gesto de complicidad¡±.
Tica tuvo una infancia terriblemente triste. Una de las peores infancias que se pueda imaginar. En agosto de 1936, cuando Tica ten¨ªa seis a?os, asesinaron en Granada a su padre, el alcalde, Manuel Fern¨¢ndez-Montesinos Lustau, y poco despu¨¦s a su t¨ªo Federico. En el verano de 1940 el resto de la familia pudo embarcar en el Marqu¨¦s de Comillas para poner rumbo al exilio neoyorquino. Su abuelo Federico Garc¨ªa Rodr¨ªguez dijo en la cubierta del barco: ¡°No quiero volver a este jod¨ªo pa¨ªs en mi vida¡±. En ese barco viajaba Tica, la sobrina mayor de Federico Garc¨ªa Lorca. Ten¨ªa entonces 10 a?os.
Como en uno de esos presagios lorquianos, Tica viajaba a la ciudad de los rascacielos que tanto hab¨ªa impactado, marcado y transformado al autor de Poeta en Nueva York. Lo hac¨ªa once a?os despu¨¦s de la estancia de Federico en la Universidad de Columbia. En 1929 su t¨ªo hab¨ªa escrito una carta a su hermana Concha, cuando conoci¨® la noticia del primer embarazo en la familia: ¡°Nacer¨¢ ni?a y yo ser¨¦ su padrino y se llamar¨¢ Tica¡± (en homenaje a la madre del poeta, do?a Vicenta Lorca). De Vicenta, Vicentica y de Vicentica, Tica. Y as¨ª, Tica pas¨® m¨¢s de una d¨¦cada ¡ªtoda su adolescencia¡ª en la ciudad de Nueva York, donde la distancia y el tiempo trataron de cicatrizar heridas que hoy a¨²n sangran.
Tica me cont¨® una tarde, a la brisa de un septiembre como ¨¦ste en Madrid, una an¨¦cdota que ya narraba en sus memorias, pero escuch¨¢rsela a ella ¡ªde viva voz¡ª me pareci¨® de una ternura y una magia incre¨ªbles. Una vez instalada la familia en Nueva York, Tica cogi¨® una tarde el libro de El romancero gitano. Sumergida como estaba en los versos de su t¨ªo, y, siendo a¨²n demasiado peque?a como para entender, le pregunt¨® a su abuela do?a Vicenta por el significado de una palabra que no comprend¨ªa. ¡°Abuela¡±, pregunt¨® Tica, ¡°?qu¨¦ significa l¨²brica?¡±. Lo hab¨ªa le¨ªdo en Romance de la luna, luna. Su abuela la mir¨® perpleja, le quit¨® el libro y le dijo que aquello no eran cosas de ni?as. Un momento as¨ª hace que no olvides nunca el significado de una palabra cuando descubres que esconde. Tica era sencillamente delicada y maravillosa.
Hace unos a?os public¨® dos libros de memorias, dos preciosas joyas literarias testimonio imprescindible para entender la alegr¨ªa y el drama, las luces y las sombras, de la familia del poeta inmortal: El sonido del agua en las acequias y Notas deshilvanadas de una ni?a que perdi¨® la guerra. Mi querida amiga, la escritora y catedr¨¢tica de literatura Fanny Rubio, me hab¨ªa dicho poco antes de que yo conociese personalmente a Tica: ¡°Ella es el personaje m¨¢s lorquiano de la familia. Tica transita sutil por los libros de su t¨ªo. Tiene algo ¡ªen el aire, en la energ¨ªa, en la forma¡ª de Clotilde Garc¨ªa Picossi, quien fuese la prima favorita de Federico y en quien se inspir¨® para el personaje de do?a Rosita la soltera¡±. Clotilde era la propietaria de la Huerta del Tamarit, que inspir¨® a Federico su famoso Div¨¢n. Esta huerta cumple ahora un siglo y sigue siendo no solo propiedad de parte de la familia, sino un lugar lleno de vida que a¨²n alberga la magia de los juegos y los prodigios lorquianos.
As¨ª es como he percibido a Tica desde que la conoc¨ª. He compartido con ella muchas horas y he llevado a mis hijas peque?as para que tuviesen siempre la fortuna de recordarla y de saber que ellas tambi¨¦n, de alguna forma, hab¨ªan estado pr¨®ximas a ese universo lorquiano del que yo me enamor¨¦ a los once a?os.
A Tica le encantaba hablar, era una conversadora fant¨¢stica, pese a las secuelas en el habla que le hab¨ªa dejado aquella enfermedad que sufri¨® de ni?a. Ten¨ªa, adem¨¢s, una memoria prodigiosa. Me dec¨ªa muchas veces, sabiendo que trabajo en la radio, con su sonrisa dulce y p¨ªcara: ¡°Si me traes la voz de mi t¨ªo, yo ser¨ªa capaz de identificarla. La recuerdo perfectamente, grave y potente¡±. A m¨ª me habr¨ªa hecho feliz cumplir aquel ¨²ltimo deseo de Tica. Pero, como tantas cosas en Lorca, es un misterio. Y ¨¦l ya lo dec¨ªa: ¡°Solo el misterio nos salva, s¨®lo el misterio¡±.
Estar, durante estos a?os, cerca de Tica ha sido estar cerca de Federico. A su residencia en Aravaca llev¨¦ tambi¨¦n a conocerla a mi querido Miguel Poveda y en mi ¨²ltima visita, la pasada primavera, estuve con Juan Carlos Garc¨ªa de Polavieja, el Presidente de la Asociaci¨®n de amigos de Agust¨ªn Pen¨®n y Marta Osorio. Recuerdo que ya la encontr¨¦ cansada, le cost¨® identificarme y tampoco me pregunt¨® por mis hijas como hab¨ªa hecho siempre. Le llevamos bombones, que siempre agradec¨ªa, pero tampoco pudo comerlos. Supe, esa tarde, con tristeza que la Tica vital que yo hab¨ªa conocido estos ¨²ltimos a?os estaba empezando a desdibujarse. Siento la pena de no haber podido llevarle la voz de Federico, como me pidi¨®. !Ojal¨¢ lo hubiese conseguido!
Tica se lleva el sonido de la voz de Lorca, su timbre, su acento y el cari?o del t¨ªo que presagi¨® que ser¨ªa ni?a y le puso nombre desde Nueva York. Tica quedar¨¢ para siempre transitando, con su figura delicada y fr¨¢gil, como una sombra luminosa del teatro lorquiano.